CAPÍTULO I - Segunda parte

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Llegué hasta la plaza del barrio, un lugar que me encantaba y al que siempre venía cuando necesitaba calmarme y reflexionar.

Me senté en uno de los bancos y decidí llamar a la única persona que sabía todo y con la cual podía compartir mi dolor.

-¿Simona? ¿Cómo estás? ¿Ya llegaste? ¿Pudiste hablar con él?

Una sonrisa se escapó entre mis lágrimas.

-Una cosa a la vez, ma.

-Si, lo sé, es que estaba ansiosa. ¡Prometiste llamarme apenas aterrizaras!

-Si, perdón, es que en Ezeiza no tenía mucha señal.

-Por tu tono de voz, creo que no tienes buenas noticias.

-No es nada que no hayamos hablado antes del viaje... Crucé medio continente y resulta que él está en la otra punta del mundo... De MI mundo, con su... Con esa... Con su mujer.

Del otro lado de la línea se hizo un silencio que no debe haber durado más de cinco segundos, pero que para mí fueron eternos.

-Ay, mi niña... cuánto lo siento.

-No, mamá. Ni se te ocurra. No es por mí que estoy acá. Ya sabés por qué volví a Argentina. Lo mío con Dante se terminó. En realidad nunca empezó. No funcionó, y yo lo tengo más que claro. No vine a buscar una segunda oportunidad.

-Simona, sabes que he respetado todas tus decisiones, por más desacertadas que fueran, pero en esto no puedo quedarme callada. Puedes engañarte a ti misma todo lo que quieras, decir que no tenias, al menos, una mínima esperanza de recuperar su amor, pero a mí no me engañas.

-¡Otra vez con lo mismo! Ya lo hablamos mil veces.

-Y lo hablaremos mil veces más si es necesario, a ver si se te ablanda esa cabezota dura... Yo sé todo lo que has llorado por él y cuán arrepentida estabas por lo que hiciste.

-Si, pero una cosa es estar arrepentida y otra muy distinta es estar enamorada. Además, en ese momento tenía razones de sobra para llorar por él.

-¿Estás segura que no lo amabas? Te conozco, y puedo decir que si no lo hubieras amado, no habría pasado lo que pasó.

Agaché la cabeza y me quedé pensando en todo lo que habíamos vivido juntos. En la última vez que lo vi. En cómo toda nuestra historia se resumía en ese momento. ¿Será que el destino era inevitable? ¿Será que, a pesar de todo, la vida no nos quería juntos? Sólo sé que jamás me voy a arrepentir de haberle dado mucho más que mi corazón.

-Puede ser -admití derrotada.

-No lo tomes a mal, yo sólo quiero lo mejor para ti. Tal vez, Dante no haya sido el amor que esperabas, pero fue el amor que te cambió la vida. Con él fuiste muy feliz.

-Vos lo dijiste. Fuimos. Tiempo pasado.

-Algún día, cuando las cosas sean diferentes, te acordarás de lo que te dije y verás que tengo razón... Y, bueno... Hablando de amores... Agustín estuvo preguntando por ti. Ya no sé qué excusa darle.

Cerré los ojos por unos segundos y suspiré mientras mi mamá esperaba que le respondiera.

Agustín. El único que pudo reconstruirme cuando más rota me sentía. El hombre al que había prometido entregarle todo mi amor. Llegó a mi vida en el momento más inesperado, cuando tenía el corazón partido en mil pedazos. Si no hubiese sido por él, yo no sé dónde estaría. Me había ido de Colombia sin decirle nada; no quise hacerlo sufrir. No es su culpa que yo haya elegido tan mal.

-Más tarde lo llamo. Pero, por favor, por nada del mundo le digas adónde estoy.

-No, por supuesto que no. ¿Y ahora qué vas a hacer?

-Nada. Dante no está acá. No tengo nada que hacer.

-¿Cómo así? ¿tan rápido te das por vencida?

-Sí. Es hora de aceptar las consecuencias de las decisiones que tomé. Dante no me va a perdonar jamás lo que le hice. Es hora de aceptar que lo perdí para siempre... En unas horas me tomo otro avión a Bogotá. Te amo. Nos vemos.

Amarte en silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora