Para Katerine, ir a clase era más que una obligación, pues le encantaba pensar que lo mucho que se esforzaba tendría su recompensa. Pero los miércoles eran estresantes para ella, las materias estaban puestas de tal manera en el horario que los alumnos terminaban estresados, cansados. Y ella no era menos. Tras el tercer miércoles del nuevo curso, Katerine volvía agotada hacia el tren, con el único consuelo de llegar a casa. Buscaba la ajuga del reloj grande de la estación de tren mientras lo esperaba. Se le hizo eterno, pero al fin llegó. Subió el escalón para alcanzar el penúltimo vagón, y entre medio de la multitud consiguió sentarse. No había comparación, por la mañana el problema era la soledad, y por la tarde tener aire suficiente entre tanta gente inspirando y expirando al mismo tiempo. La situación era la misma: un hombre de mediana edad, con una maleta de piel, vestido como un político, y también actuando como tal, pues nunca sonreía. A su lado, un joven delgado y alto, con un skate en la mano. Dos ancianas hablando de con quién estaba casada no sé quién, y de la exclusiva del otro día en la televisión. “¿Que deben pensar de mi?” Se preguntaba Katerine. “¿Quién seré para ellos dentro de la sociedad? ¿La lista? ¿La pija? ¿Quién aparento ser?” E inconscientemente se le entrelazaron más pensamientos que no debían aparecer. Pero si, aparecieron de todos modos. “¿Dónde debe estar el chico de esta mañana?”, recordó. Unos segundos más tarde se contestó “Mierda, Kate. Calm down, calm down”. Su cabeza lo negaba todo, su corazón latía fuerte, como si quisiera golpear a la cabeza hasta cambiar de opinión. Pero, inocentemente, la cabeza terminó ganando.
“Peter, Peter, sólo Peter”.
Rebobinó, y miró a la luz de la luna. ¿Que debía haber en la ciudad? Seguramente ahora mismo alguien se estaría despertando, y algún otro cerrando los ojos para dormir, o para soñar, o simplemente para no ver su realidad. Alguien estaría esperando en una esquina, otro caminando, discutiendo, corriendo hacia casa. Alguien estaría besándose bajo la tenue luz de una farola, y porque no, alguien estaría matando y guardando su pistola. Algún anciano estaría diciendo “hola”, y algún niño estaría diciendo “hasta nunca” o “hasta siempre”, mientras alguien de repente siente que una vida crece dentro de su vientre. Alguien se estaría despidiendo de su pareja en el andén, mientras se sube a ese tren que acelera trepidante. Alguien se estaría sumergiendo en vasos de vozca, uno tras otro, y otro, y otro, y ya van doce. Una niña se estaría mirando a un espejo y no se reconocería. En ese mismo instante alguien estaría abriendo un regalo, y alguien un bote de barbitúricos, alguien abriría su mente, y alguien sus piernas, unos estarían diciendo “no me dejes nunca” y otros “no quiero que vuelvas”.
Pero por mucho que lo intentara, ella lo sabía: Su única preocupación ahora no era volver a casa, era verlo. Y no... No era precisamente a Peter.
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Hold me, idiot
Genç Kurgu"Ese amor que no sabes a ciencia cierta qué significa, que no sabes ni dónde empieza ni dónde acaba. Te gusta verlo, encontrarte y hablar con él, te cae bien y, cuando pasas un poco de tiempo sin verlo, lo echas de menos. En fin, ese amor que no pue...