Capítulo 19

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Él consiguió que ella se enamorara de sí misma, y luego de él”.

Katerine se estiró en la cama. El día había sido intenso, extraño, pero no por ello menos especial. Peter era lo de menos, pues le faltaban motivos para creerlo y le sobraban explicaciones para odiarlo. Lo que es para uno con el tiempo va llegando, era cierto. Pero también era cierto que lo que no es para uno, el mismo tiempo se lo va llevando. Que todo el amor que habían sentido juntos se había convertido en odio, y el odio en orgullo. Un orgullo que, afortunadamente, hizo encontrarse con Harry

“Soy afortunada” Pensó, a la vez que sus ojos se cerraban al ritmo de su corazón.

La noche había pasado, y después de tanto tiempo, estos dias volvían a ser buenos para Katerine. Esas noches de insomnio, lágrimas y pesadillas volvían a concordarse con sueños de lo más dulces, y pensamientos ilógicamente lógicos y reales. Era domingo, pero esta vez no le preocupaba que el fin de semana estubiera a punto de terminarse, pues si algo tenía claro era que los rayos de sol brillaban más por algún motivo: Empezaban las vacaciones de verano. Adiós examenes, bienvenida vida social. Adiós noches estudiando, bienvenidas fiestas hasta la madrugada. Adiós profesores, bienvenido amor de mi vida. Miró hacia la ventana y, efectivamente, el sol brillaba más que nunca. Era uno de esos días dónde apetecía salir de fiesta y llegar a un desfase irreconocible. Se quitó el pijama, y se puso un chándal: sencillo, pero efectivo, pues iba igual de cómoda. Sin esperarselo, su madre entró en la habitación

-Buenos días, guapa.

-Buenos días, mamá.

Toma, póntelo, tenemos una sorpresa para tí-Dijo, a la vez que le daba una tela de ropa a Katerine.

-¿Y esto, para qué?

-Es una venda, póntela en los ojos. Cuando yo te lo diga, quítatela.

-Mamá, me das miedo.

-Tiene su lógica-contestó Romy, a la vez que le ponía la venda.

Su madre la guió para que no caíera por las escaleras, sujetándola fuerte y llegando hacia abajo. Abrió la puerta y se dirigieron hacia su jardín, pero Katerine no tenía ni idea de para qué. De repente, dejó de sentir las manos de su madre alrededor suyo, aunque seguía sintiéndola presente delante suyo. La cogió de la mano.

-¿Lista?-Preguntó Romy.

-Supongo-Respondió Katerine.

En realidad le daba un poco de miedo quitarse la venda, pero lo terminó haciendo sin pensar. Deshizo el nudo por atrás y veía claro de nuevo. Tuvo que respirar y expirar profundamente tres o cuatro veces antes de empezar a creer lo que estaba viendo.

-Este es tu regalo de cumpleaños, hija-Dijo Steven.

Un coche practicamente nuevo, descapotable, de color rojo pasión delante de su casa. Seguía sin creérselo, pero a pesar de ello fue corriendo a abrazar a Steven y Romy. Ese era el coche que siempre había querido. Volvió a mirar hacia su alrededor, y de repente se dió cuenta que no estaba tan sola como parecía. No sólo estaban sus Evans, sinó sus Elgort. Sus queridos Elgort observando la ilusión en sus ojos. Y también la cara de tonta al ver el coche. Empezó a sentir verguenza, pues que sus suegros, su pequeña cuñada y su novio estuvieran presenciando tal recuerdo era inevitable. Por otra parte, no podría haber sido mejor; eran parte de ella, y ella quería que en momentos como esos ellos estuvieran ahí. Harry tardó apenas tres segundos en ir hacia ella y abrazarla.

-Un sueño más hecho realidad, ¿verdad, enana?

-Cierto.

-Ahora que lo has cumplido, que teman los demás-hizo una pausa- ¡nuevo peligro en la carretera, y no por ello menos peligroso!-Terminó de decir, gritando.

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora