Capítulo 12

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“Y cuando lo veía sonreír, me daba está loca idea de… Quererlo por siempre.”

Daba gusto levantarse por las mañanas sin que el despertador sonara. Quizás era porque, cuando este sonaba, tus sueños se desvanecían de la nada y por un simple sonido. En cambio, si lo hacías cuando querías, los sueños duraban hasta el final, hasta cuando tú dijeras “fin”. Y esa noche, Katerine habia soñado hasta el final. Había soñado con Harry. Ambos eran felices en una isla. Jugaban a enterrarse en la arena de la playa, a hacer la croqueta en ella, a correr, a gritar, y besarse mientras los rayos de sol les impedían mirarse a los ojos. Eso sí, Harry seguía siendo Harry; el chulo, digno y loco Harry. Aunque, como no olvidarlo, también el ricitos cariñoso y romántico. Desafortunadamente,  sólo era un sueño. Un sueño que había durado suficiente, pero no lo bastante para Katerine, pues ella quería que fuera eterno. De pronto, alguien picó a la puerta de su habitación.

-Vamos, Katerine, tenemos que ir a hacer la compra- Dijo Romy, a la vez que su hija abría los ojos del todo.

-Joder, mamá, que planazo de buena mañana, ¿no?

A pesar de que ella preferiera1 quedarse en casa y hacer la faena, o incluso mejor, seguir soñando, Romy la obligó a acompañarla. Antes de ello, desayunaron, y acto seguido se dirigieron al coche. Mientras Romy sacaba el coche del parking privado, Katerine se dignó a mirar a la puerta de Harry. Puerta que, por cierto, se acababa de abrir, y con ella, el corazón latiendo a mil por hora de Katerine. Pero no, no era Harry.

-¡Buenos días!-Dijo Candy, su hermana pequeña, a la vez que corría hacia Katerine para abrazarla. No sabía muy bien porque lo había hecho, pero le pareció entrañable. Miró a Katerine, le sonrió, y fue corriendo a su casa de nuevo. Subió al coche y se dirigieron hacia el supermercado, a la vez que sonaba Trumpets, de Jason Derulo.

-Que, hija, ¿cómo fue ayer?-Soltó su madre, mientras conducía.

-¿A qué te refieres, mamá?

-¿Crees que soy tonta?-rió-Sé que fuiste con Harry a dar un paseo.

-Ah, te refieres a eso.-Suspiró-No tengo motivos para ocultártelo, mamá.

-Quizás si los tengas, quizás...-miró a su hija sin perder el rumbo en la carretera-te gusta.

-¡¡Mamá!!

-Vale hija, no digo nada más.

Katerine la miró de reojo, y después decidió mirar hacia el otro lado, la ventanilla, y observar el paisaje que le ofrecía el camino de su casa al supermercado.

Después de hacer la compra, llegar a casa, y ordenarlo todo, lo único que le apetecía a Katerine era estirarse en algún sitio. Estaba agotada, y eso que sólo era mediodía.

“¡¡Niños, a comer!!” se escuchó desde el comedor, así que Katerine y su hermano James corrieron por las escaleras con el objetivo de ganarse el uno al otro hasta llegar a la mesa. Lo rápido que bajó las escaleras, es lo rápido que tardó en comerse el plato de Spaguettis que su madre le había preparado. Una vez se los comió, volvió a subir a su habitación. “¿Qué puedo hacer?” se preguntaba una y otra vez. En ese momento, la vida le dio la respuesta. El móvil empezó a sonar. Peter. ¿Peter? ¿Era Peter? ¿Ponía Peter en la pantalla? No debía cogérselo, pero inconscientemente lo hizo.

-H...Hola-empezó a decir Peter, con voz temblorosa.

-¿Que quieres?-Preguntó Katerine, enfadada.

-¿Podemos quedar hoy? Necesito hablar contigo, aclarar lo que pasó, aclararme, pedirte perdón.. No sé, pero necesito verte.

-Eso no va a solucionar nada.

-Déjame intentarlo, por favor.

Katerine aceptó, aunque sabía que no debía. Quería, simplemente, tener explicaciones suficientes para entender porqué hizo eso en la fiesta. Quedaron para ir a  la plaza Mountplain. Katerine fue en chándal, pues sus escasas ganas de verle lo quisieron así.

Sin quererlo, llegaron las cinco, y desde su ventana lo vio esperándola junto a su coche blanco. Bajó y se dirigió a él, que con una mueca le saludó. Ella subió al coche, enfadada, y se dirigieron a tal plaza. Cuando llegaron (no hace falta decir que el viaje fue tenso) se sentaron en un banco.

Seré breve- dijo Peter- Quiero pedirte perdón por cómo me comporté, por ser lo que fui, por sacar ese lado de capullo, un lado que odio, pero que terminé sacando de todos modos. Lo siento por fallarte.

-Yo acepto tus disculpas...-hizo una pausa-ahora falta que las acepte quién realmente lo merece, Harry.

-¿Sabes lo que pasa?-preguntó-Que me arrepiento de lo que hice contigo, pero no me arrepiento de lo que hice con él. Lo siento, me da rabia, y tendré que vivir con ello toda mi vida.

-¿Rabia? ¿De qué?-empezó a gritar Katerine- ¿de que él tenga tiempo para mí y tu no? Mira, déjalo-miró hacia otro lado- sólo espero que todo te vaya bien.

-Gracias, pequeña-dijo Peter.

-Llámame Katerine-añadió.

Los brazos de Peter rodearon el cuerpo de Katerine, y la abrazó. Mientras lo hacía, Katerine podía escuchar los suspiros de Peter a la vez que sus lágrimas impedían conseguir un rostro de felicidad, y su mirada tener algo de esperanza. Katerine lo sonrió, y subieron al coche para volver a casa. La dejó justo delante de su puerta, y se despidieron con otro abrazo, esta vez el doble de fuerte. Katerine bajó del coche y se fue hacia su casa. Antes de poner la llave dentro para entrar, una voz conocida se lo impidió.

-Katerine, espera.

-¿Harry?

-¿Ese era Peter?-Dijo con voz extraña, a la vez que se iban acercando el uno al otro.

-Sí, ¿por qué?

-¿Por qué? Katerine, ¿ya has olvidado lo que te hizo? ¿Y lo que me hizo? ¿Y lo que nos hizo?- Dijo, con tono cabreado.

-No, ni lo olvidaré-aclaró Katerine- simplemente ha venido aquí a pedirme perdón.

-¿Y lo has hecho?

-Puede...-dijo, dudando.

-Muy bien, chica buena. Pero, ¿sabes algo? Soy un tío, y sé porque lo hace.

Que si te ha pedido perdón es porque aún te quiere, y, de algún modo u otro, quiere recuperarte. Y le da igual ser el hijo puta y después la víctima, si el premio eres tú.

-SI según tu, todos los tíos hacéis lo mismo, ¿cuál es la diferencia contigo?-Preguntó Katerine.

-¿La diferencia? Que él te quiere como premio, pero yo cómo persona. Que él te intentará enamorar jugando, y yo... Siendo quién soy.

Harry se dio la vuelta, y Katerine pudo observar tristeza en sus ojos antes de que lo hiciera. Quería irle detrás, pero ya era demasiado tarde: la puerta de la casa Elgort se había cerrado de un portazo. Se dirigió a su casa, subió las escaleras y se dejó caer en la cama. Esta vez no pretendía soñar, pues sabía que si lo hacia... Todos sus sueños se terminarían rompiendo. Sólo le bastaba un puñado de papeles secos que terminarían estando húmedos. La almohada estaba fría, pero le gustaba, le hacía sentir viva. Le invadió un sentimiento de preocupación, estaba asustada. “¿Quién realmente te quiere, vuelve?”

“Pues tú, puto mundo, trágate esa palabras, porque yo.. Tengo miedo a perderle”-Se dijo entre murmureos, mientras su primera lágrima caía. 

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora