Capítulo 9

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“Sea cuál sea el problema, la música siempre ayudará”.

Kate no lo tenia tan claro, pues que Harry y Peter fueran a la misma fiesta era algo sospechoso. Sentia tristeza por temor a lo que pasara, pero por otra parte rencor y indiferencia; ella sólo iba a esa fiesta a pasarlo bien, a olvidarse de todos sus problemas, a bailar junto a su mejor amiga. Aunque pensándolo bien, con esas dos figuras luchando por ella, las ganas de ir parecia esconderse por momentos. Lo bueno de eso, es que aun quedaba una semana para estar segura de ir, le temorizaba la idea de que el hecho de querer ir a desconectar, hiciera de su vida una conexión profunda y un conflicto extremo con el chico de los rizos, y el chico de las promesas rotas.

Pero, fuera como tuviera que ser, la semana pasó rápido para Kate. Tanto, que no se percató de los dias que quedaban para esa fiesta. Cinco, cuatro, tres. Ir a la Universidad con Harry, salir de ella, llegar a casa, cenar, dormir, soñar; lo que vendría a ser rutina, algo que ella habia odiado desde siempre. ¿Que gracia tenia la vida si te basabas en hacer lo mismo todos los dias? Pero para Katerine, la rutina formaba parte de la creación de su futuro, y quisiera o no, tenia que aceptarla. Es más, con Harry a su lado, la rutina no era tan monótona, pues la sonrisa de aquél chico cada dia tenia un tono distinto, su olor era la misma, pero las ganas que tenia de abrazarla siempre eran infinitas, y eso hacia que su olor se perdiera entre los suspiros de Kate.

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“Riiiiiiiiiiiing, riiiiiiiiiing”. Hoy era el dia. Y, cómo no, estaba su mejor amiga para recordárselo.

-Esta llamada es para recordarle, señorita Evans, que hoy..-hizo una pausa- ¡nos vamos a desfasar!

-Relaja, monada-Kate rió- que aún queda bastante para esta noche. No sé.. Puede atropellarme alguien, o puedo morir ahogada mientras me ducho, o..quién sabe, me puede dar un ataque de corazón.

-Que digas esas cosas cuando vas borracha no me importan, porque te tranformas, pero que lo digas cuando vas sobria.. Me preocupa-DIjo Anne, mientras reia.

-Déjalo, An. Nos vemos esta noche, se puntual, eh. Te quiero, sis.

-See ya' later, sis.

Anne colgó, y Katerine empezó el dia, gracias a esa llamada, de mejor buen humor. Se levantó. Era sábado, su querido, dulce, amoroso sábado. Bajó a la cocina y se encontró a su padre, que ya retenia la tostada con melmelada en su mano, mientras en la otra tenia el diario. Su padre siempre habia sido un hombre de provecho, y como no, le encantaba estar al dia de lo que pasaba en el mundo. Katerine lo abrazó por detrás, y su padre le sonrió mientras le sacaba la lengua. Katerine siempre se habia sentido orgullosa de su padre, junto a su hermano, era el hombre más importante de su vida. Y podian pasar miles de chicos por delante de ella, y también por dentro. Podrían enamorarla, y podría aparecer su principe, pero para Kate.. su padre siempre sería su rey.

Después de una fabulosa mañana con su padre, fue a pasar el resto del dia con su madre. No, no fueron de compras, ni pasaron el dia en la playa: limpiaron las persianas de la cocina. Pero sus charlas creaban tanta comodidad que el sitio dónde estubieran daba igual. Estudios, sueños, objetivos, amor (cómo os podéis imaginar, en ese aspecto sólo hablaban de Harry), y muchos más temas que les hicieron pasar la mañana rapidamente. Comieron, y después de hacerlo, Kate pensó que era buena idea empezar a arreglarse. Qué locura, ¿verdad? Pues para ella, el hecho de ser puntual tenia que ver con una complicidad total con el tiempo, es decir, quizás tardaba seis horas arreglándose para llegar a tiempo a los sitios dónde tenia que ir. Otro de sus problemas era escoger la ropa, pues ya tuvo ese mismo problema en la cena con la família Elgort. De nuevo, volvió a tirar toda la ropa a la cama para decidir lo que queria ponerse, pero eramuy complicado: quizás tenia razón Harry, era una pija mimada que abundaba de ropa. Mientras lo pensaba, se reía sola. Al cabo de media hora, literalmente treinta minutos, tuvo claro lo que se pondría esa noche: falda de tubo, camisa transparente, y tacones negros. Simple, pero efectivo. Simple, pero suficiente. Acto seguido se duchó (si, no os habéis equivocado, estuvo media hora más), porque, pensándolo bien, ¿que sería una ducha sin crear tu propio concierto? ¿O la simulación de un beso bajo la lluvia? Uno de los sueños de Kate era besarse cómo en la peli de El diario de Noa con el chico que tanto tiempo habia esperado. Pero ahora, por el momento, le tocaba soñarlo. Después de ducharse, optó por vestirse, y seguidamente, maquillarse y arreglarse el pelo. Una vez arreglada, miró su reloj Rolex, regalo de su padre de hacía un año. Aún le sobraba tiempo antes de irse, así que empezó a dar opiniones. “Mamá, ¿cómo me queda esto? Papá, ¿cómo me pongo la falda? James, ¿cómo puedes ser tan asqueroso?” Típicas criticas por moda con los padres antes de dejar a su hija salir por la puerta de casa, y por otra parte, típicas peleas de hermano por detalles no necesarios. Entre críticas y peleas, alguien llamó a la puerta. Era Anne.

-Joder, tía, ojalá fuera tan puntual como tú.

-Es lo que tiene empezar a arreglarse cuando empiezas el dia- respondió Kate, riendo.

-Si llegas tan puntual a los sitios-dió una calada al cigarro- la vida pierde su gracia.

-No mientras haya una fiesta cómo la de hoy esperándonos.-Aclaró Kate, a la vez que le guiñaba el ojo a su mejor amiga.

-Me encanta tu desastre mental-miró a Kate.

-Soy consciente de ello.

Todo fueron risas mientras ambas andaban con tacones más altos que su dignidad hacia la fiesta que tanto llevaban esperando. El camino se les hizo corto, tanto que llegaron antes de lo previsto. Ambas estaban listas para disfrutar de esa fiesta: Una fiesta dónde habia miradas que hablaban por si solas, dónde sus ojos reconocian conocidos que desconocian conocerla, y desconocidos que querian acercarse a ella. Una fiesta dónde inspirabas y el olor a cigarro y alcohol te revolvía los pulmones. Una fiesta que, sin querer creerlo, les gustaria más de lo que pensaban. La cola que tuvieron que hacer era eterna, pero el momento de entrar ya se iba acercando.

Estaban a tan solo unos pasos de entregar el DNI y acceder a la puerta. Una vez los dieron, Anne miró a Katerine.

-Mejor amiga, no te preocupes por ellos, ¿vale? Baila y disfruta, somos jóvenes. Te quiero, tonta.

Katerine la miró con preocupación, y la abrazó. Después de eso, le susurró cuanto le agradecia lo que habia hecho siempre por ella, y lo mucho que también la queria. Ambas entraron, cogidas de la mano. No se creian lo que veian: multitud de adolescentes saltando a la vez, decenas de DJ en la cabina, luces iluminando la euforia de todas las caras, amigos, borrachos, y mucho, mucho ambiente. Katerine se fijó en la cara de Anne, y se quedó tranquila al comprobar que su mejor amiga también tenia los ojos abiertos como platos. Al segundo, se cogieron de la mano y empezaron a bailar, sin parar. Canción tras canción, minuto tras minuto, todos a su alrededor siguiendo el ritmo de la música.

-Kei, vamos a la barra, tengo sed.

-Vamos, An. -Contestó, a la vez que su querida mejor amiga le cogia del brazo para no perderla al paso.

-No veas con el camarero, si lo llego a saber vengo antes.

-An, por favor, tranquilizate.

Anne se rió y pidió dos Gintónics. él se los dió, y Anne lo sonrió en un intento de ligoteo, intento que, por cierto, no funcionó. En ese mismo instante sonó If I lose myself tonight, una de sus canciones favoritas. Empezaron a gritar y bailar como si de un concurso se tratase, sin dejar de agarrar los gintónics. Una de las preocupaciones de los padres siempre han sido el uso de productos dentro de las copas para drogar a niñas inocentes con el único objetivo de tirárselas, y ya. Y ellas, no querían eso, así que por si acaso, vaso en mano siempre. El subidón de la canción llegaba, cada vez quedaba menos para sentir ese “orgasmo musical interno” como ellas lo llamaban. De pronto, Kate sintió otro tipo de subidón, y no, no era precisamente por la música.

-Tía, ¿estás bien?

-An, acabo de ver a Harry.

-¡¿Qué?! Presentamelo, coño. ¡¡Yo quiero conocerlo!!-Dijo Anne, con entusiasmo.

Antes de que Kate respondiera, alguien tocó su espalda por detrás.

-Fea, le diré a tu madre que estás bebiendo, y las niñas buenas no beben. Ella le sonrió con sarcasmo, y se dirigió a su mejor amiga.

-An, éste es Harry, mi vecino.

No,-interrumpió Harry-tu increible vecino.

-¿Cuando dejarás de ser tan creido?-Dijo Kate, rabiosa.

-Cuando tu dejes de ser tan prepotente-concluyó Harry, a la vez que le guiñaba un ojo.

Acto seguido, Anne miró a Katerine a la vez que le susurraba lo bueno que estaba su “increible vecino”. Ella la respondió aclarándole que lo que tenia de increible, lo tenia de imbecil. An rió, y se puso seria de golpe.

-¿Todo bien, An?

-No te gires.

Pero ya era tarde. Kate se giró y vió lo que, precisamente, no queria ver en toda la noche. Su  corazón volvía a latir fuerte, y no de amor, sinó de nervios. A Harry le sobraron segundos para hablar.

-Hombre, pero mira a quién tenemos aquí. Hola, Peter.

Hold me, idiotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora