El rubio subió al auto mientras que su padre subía las maletas y su madre se arreglaba.
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El azabache se encontraba tendido en su cama boca abajo. Se encontraba triste y parecía que hasta estaba más pálido de lo que era.
Su hermano pasaba por su habitación y lo vio ahí, acostado en esa cama. Se recargó en el marco de la puerta dispuesto a hablar.
—No creó que tu dinosaurio quiera morir por falta de aire...— dijo en tono burlón el mayor.
—Cállate, Itachi. Ahorita no estoy de humor para tus bromas.
—Cuéntame...— dijo mientras se acercaba a la cama y se sentaba en esta. —¿Qué pasa por tu cabeza de siete años...?
—Naruto se va a ir muy lejos.
A Itachi le sorprendió que su hermano le contestara rápido una de sus preguntas.
—¿El rubio...?— el pequeño asintió. —¿A dónde se va a ir?
—A Rusia...
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La pequeña familia Namikase-Uzumaki se empezaba a subir al avión. Con su destino claro: Rusia.
Fue un largo tiempo de Japón a Rusia pero cuando aterrizaron los mayores exclamaron de felicidad.
El pequeño se encontraba dormido en los brazos de su padre.
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—No creó que se olvide de ti...— dijo el mayor de los hermanos.
—Lo va a hacer, lo sé...— el pequeño lloraba en los brazos de su hermano.
—Hay que tener esperanza...— levanto el rostro de su hermano para que lo mirara. —Sé que en cuanto pueda, él comprará un boleto y vendrá a Japón a verte...— dijo con una sonrisa.
—¿Realmente lo crees?— preguntó con un brillo en sus ojos.
—Te lo aseguro.
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El rubio llevaba apenas unos días en su nuevo colegio y ya se quería ir.
El primer día no hizo amigos y parecía que todos lo odiaban.
Pero este día fue diferente. El rubio se encontraba sentado debajo de la sombra de un árbol, con la cabeza gacha.
Cuando la alzó se quedo estático pues unos ojos color jade lo veían de cerca.
—Hola...— dijo la pequeña.
—Ho-hola...— respondió nervioso.
—¿Cómo te llamas?— preguntó sonriente.
—Naruto...— susurró.
—Yo soy Sakura— se presentó. —Mucho gusto Naru-to...— separó las últimas dos letras.
—Igual...
—¿Te quieres ir a sentar conmigo y con mis amigos?
—Claro...
—Vamos...
La pelirrosa lo agarró del brazo y se lo llevó corriendo hasta donde se encontraban sus amigos de la Haruno.
Al llegar, el rubio fijo su vista en un castaño. Se veía serio y aburrido pero aun así llamó la atención del Uzumaki.
El Nara se dio cuenta de que unos pequeños ojos azules le miraban. Volteó a ver al rubio y este se ruborizó un poco.
La pelirrosa los presenta a todos. Y desde ese día Naruto comienza a experimentar lo que es el amor a primera vista.
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Y así fueron pasando algunos años. Shikamaru supo de los sentimientos del rubio pero eso no arruinó su amistad.
A pesar de que todos supieran de lo que el Uzumaki sentía por el Nara, este anduvo con la única chica de ese pequeño grupo que solo ellos formaban.
Por supuesto esto le dolió al rubio pero aun así él se sintió feliz de sus amigos.
La relación de la Haruno con el Nara no duró mucho.
Les dolió a todos el día en el que Naruto se fue. Sí, Naruto regresaría a Japón pero esta vez no se iría tan soló pues en esta ocasión Sakura iría con él.
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—¿Hola? ¿Karin?— dijo su madre mientras hablaba por celular. —Si ya vamos hacía allá.
—¿Con quién habla tu mamá?— susurró.
—Con Karin, mi prima.
—Oh, vaya...
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No hubo tanto problema para que Naruto y Sakura pudieran entrar a la preparatoria.
Lamentablemente los dos no quedaron en el mismo grupo.
En el grupo del rubio había un azabache que se veía completamente soló así que decidió ir hacia con él y poder hablarle. Pero al momento se puso nervioso y ya no pudo hacer nada.
Después de una clase el rubio tuvo el valor para hablarle y tener, probablemente, una linda y duradera amistad.
