—¿Por qué quieres mi ayuda Sai?— preguntó el rubio algo curioso.
—Porque eres su mejor amigo.
—¿Por qué he de ayudarte?
—Por favor, te lo suplico...
—Esta bien, te ayudaré— dijo como si le restara importancia.
—¡Sí!— celebró.
—Pero... Le haces algo a Gaara y te mato...— dijo en tono amenazante.
—Sí, sí...— dijo restándole importancia
Y ahí se encontraba un Naruto, de primer año, junto con un Sai, de un año mayor.
Planearían la forma perfecta para que el pelinegro pudiera confesarle su amor al pelirrojo y, según él, tengan una vida perfecta.
Al rubio no le importaría mucho pero se trataba de su mejor amigo, y aquel pelinegro estaba a punto de idear un plan para que ese pelirrojo estuviera con él.
Se quedaron ahí sentados, conversando, planeando y comiendo.
De vez en cuando el rubio se sentía observado, pero lo único que vio fue a cierto azabache comprando un libro.
El rubio supuso que no era él, pues el Uchiha se encontraba viendo hacia el señor que atendía la librería.
Continuó conversando y al fin habían formado el plan, lo pondrían en práctica el fin de semana.
Ya al formularlo bien, tomaron sus cosas y salieron del centro comercial.
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*¿Qué podría salir mal?* Se habían preguntado ambos
*Nada*, habían respondido
Pero ahora Sai tenía una respuesta: todo. Todo podría salir mal.
Se encontraba ahora en el suelo del restaurante con unos cuantos fideos sobre su cabeza y su traje estaba mojado.
Alzó su mirada con miedo y vio al pelirrojo, este los veía con sorpresa o pánico, Sai no lo sabía muy bien.
Bajó su mirada al suelo, como si de perrito regañado se tratase, y se avergonzó aun más.
—Idiota...— habló el pelirrojo.
—¿Eh...?—alzó la vista.
—Fíjate de lo que haces, haz bien tu trabajo, idiota...— se dirigía al mesero.
—L-lo siento...
—Sai, levántate del suelo y vámonos— el pelirrojo se levantó de donde estaba sentado y se dirigió a la puerta, seguido por el pelinegro.
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—Eres un idiota...— Gaara parecía estar de mal humor.
—¿Eso crees?
—Sí...
Ambos se quedaron en silencio, admirando aquel atardecer que los acompañaba. El pelinegro se sentía dolido por las palabras del menor.
—Sé que soy un idiota, un idiota que creyó que podría estar con uno de los más serios del colegio, el idiota que se enamoró de ti, y que a pesar de que se lo dijeran, que le dijeron miles de veces de que probablemente tú no aceptarías mis sentimientos, hice esto para confesarlos... Soy maldito idiota que se enamoró de ti, que se ilusionó contigo.
—Sí, eres un idiota... Pero eres el idiota que se enamoró de mi y que yo siento lo mismo, o sea que yo seria un idiota igual, ¿no?
El pelinegro giró su rostro hacia el pelirrojo y vio a este sonrojado, y que al sentir la mirada del contrario, igual volteó.
—¿En serio?— dijo el pelinegro asombrado.
—Sí, fue desde antes de que yo entrara al colegio...
—¿Antes de entrar?
—Sí, siempre te veía cuando ibas a dibujar al parque, al principio me interese por tus dibujos y luego por ti...
—Wow, bueno ahora que sabemos lo que en verdad sentimos, te lo preguntaré...— agarró la mano del menor. —¿Quieres ser mi novio y pasar el resto de tu vida conmigo?
—Sí, sí quiero...— hizo más fuerte el agarre y se acercó para darle un casto beso en los labios. —Solo tienes que cumplir tú también eso de pasar el resto de tu vida conmigo.
—Eso es un hecho...— volvió a juntar sus labios, solo que esta vez el beso duro más.
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El rubio los veía con rostro aburrido, se aburría un poco con su historia de como se hizo su noviazgo pues la contaban cada vez que era su aniversario.
Aunque el también quería ese tipo de cosas, y cierto azabache no dejaba de aparecer en su mente. Sólo que no aceptaba las señales que su mente y corazón le mandaban.
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Sus amigos le habían llamado, ya tenía tiempo con el celular en su mano. Esta vez le estaban dando con más detalles aquella ocasión.
Ahora el rubio podría decir que tiene algo como lo que tenían sus amigos pero eso sería mentirse a sí mismo.
