Eri-chan III

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"Escuches lo que escuches no salgas hasta que yo regrese"

El espacio donde se encontraba Eri apenas y era grande como para estar acostada en posición fetal. Los ruidos afuera de lugar solo duraron algunos segundos; unos cuantos golpes y una que otra cosa cayéndose.

Totalmente sumida en el miedo estuvo quieta durante horas en la misma posición, solo quería ver a su padre. El hambre empezaba aparecer pero no podía desobedecer las palabras de sus padres, juiciosamente espero a que esté fuera por ella.

...

Unas horas atrás

El hombre bajaba las escaleras para encontrarse con su guardaespaldas sin vida en el suelo, habían utilizado un arma con silenciador para depositar una bala en el cráneo de aquel sujeto. El padre de Eri no se alarmó, mantuvo la calma y se dirigió al comedor donde estaban los indeseados visitantes reunidos.

– ¿Qué es lo que quieren? –pregunto desafiante al supuesto jefe de los maleantes.

–Ya te lo dijimos. Danos información.

–Ya les dije todo.

–Oh ¿En serio?... Qué tal si me dices con que clan estás trabajando. –el padre de Eri trago en seco.

– ¿Clan? Je. Suficiente tengo con ustedes.

–Si no vas a decirme nada, tal vez tu hija lo haga. –dio una señal y tres hombres empezaron a recorrer la casa en busca de la pequeña, aunque el padre no se inmutó ni un poco.

–Eso será una pérdida de tiempo, ella no se encuentra en el país. –dijo seguro y muy convincente.

–Entonces utilizaremos otra técnica. –en ese instante un hombre se acercó por detrás del padre de Eri y de un golpe en la nuca lo dejo inconsciente, otro sujeto se lo echo al hombro y se marcharon del lugar.

–Iremos donde Toga, ella puede sacarle información a cualquier persona...

...

Habían pasado tres días desde que la infante ingreso en el pequeño escondite. Sus ropas eran un completo desastre por las necesidades de su cuerpo que no pudo aguantar, el lugar apestaba por aquellos desechos. Tres días sin comida y con tan solo una botella de agua que se hallaba en un rincón fue suficiente para mantenerse con vida. Cansada, hambrienta y llena de suciedad se negaba a dejar el lugar donde su padre claramente le dijo que no saliera hasta que regresara, ¿Que podía hacer? Era una niña realmente obediente, seguramente papá la felicitaría al ver lo obediente que era.

Completando casi sus cinco días reclusión escucho algunos pasos que se acercaban al escondite, no tenía energías, así que solo se dedicó a observar mientras estaba acostada en la incómoda posición del primer día, su vista estaba nublada al igual que sus otros sentidos.

La pequeña puerta que daba al refugio de la niña se abrió lentamente dejando entrar un enorme rayo de luz que perturbaron sus frágiles ojos.

–Maldición esa mocosa apesta.

– ¿Papá? –Eri estaba confundida y cansada, no sabía de quién se trataba, simplemente extendió una de sus manos antes de quedar inconsciente por la debilidad de su cuerpo.

Aquellos hombres que habían invadido nuevamente su casa la habían encontrado.

El padre no dijo absolutamente nada acerca del paradero de su hija, aquel malhechor tenia a un hombre vigilando los movimientos de la pequeña, por lo que había sido informado de que la mocosa nunca había salido de viaje, además de lograr obtener planos actuales de la casa y así fácilmente dieron con el paradero de Eri.

Mi salvación - Sñr. Yakuza Sñr. DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora