Negación

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El armario contenía múltiples prendas tanto casuales, como elegantes, pero de todas ellas, las que más llamaban la atención del joven Yakuza, eran las cuatro batas blancas ubicadas en el centro del closet. Tomó el cuello de una de las batas para observar la etiqueta cosida en el pliegue de esta y para su sorpresa, era de la misma marca que poseía en su departamento con la única diferencia de que la suya estaba decorada con su propia sangre.

Por otra parte, Izuku estaba estático, no podía creer lo descuidado que había sido al olvidar que la prenda blanca faltante en su armario, le había sido donada aquella noche a su invasor.

-Si tienes cinco... ¿Entonces porque solo hay cuatro en tu armario? -El rubio comenzó acercarse al inmóvil peliverde, quien lleno de nervios giro hacia el Yakuza y trago en seco al notar la proximidad.

- ¡Lavandería! -grito como si su salvación cayera de cielo. -Está en la lavandería. -Respiro aliviado -Hace unos días un paciente llegó herido al hospital y mi bata se manchó de sangre.

Katsuki poco convencido por la respuesta, se acercó más al pecoso -No te pedí explicaciones. -inclino un poco su rostro para que rubíes y esmeraldas quedarán conectados. -En mi departamento tengo exactamente la misma bata, con excepción de que aquella esta untada de mi sangre. ¿No te parece muy sospechoso que justamente a ti te falte una? -sin despegar la mirada de aquellos iris carmesí, el doctor empezó a retroceder mientras que el rubio seguía sus pasos.

-La marca que uso es muy popular en el área de salud, cualquiera puede tener ese tipo de bata. -finalizo al ser detenido por la pared que interrumpía su huida. Estaba acorralado

Bakugo, tenía a esa encantadora presa frente a sus ojos, una linda presa que no dejaba de temblar, además de mostrar un lascivo sonrojo en sus pecosas mejillas, toda una tentación para su vista y más aún cuando el lobo en su espalda no dejaba de cosquillear.

La prenda blanca había pasado a segundo plano, ahora quería devorarlo.

Pero antes, tendría un poco de diversión. Empezó a jugar con el joven peliverde acercando sus labios a los del doctor y deteniéndose antes de hacer algún tipo de contacto, deseaba sentir esa respiración caliente que se estaba creando con el ambiente, también deseaba observar esa tierna reacción del pecoso en cerrar su ojos fuertemente esperando el algún tipo de toque en sus labios. Bakugou sonrió, el chico se había contraído un poco, tal y como estaba en sus planes.

Izuku al no sentir ningún rose en sus labios, abrió uno de sus ojos para encontrarse con la orgullosa sonrisa de su invasor, supo de inmediato que inconscientemente había estado esperando un beso de aquel sujeto y que este, se estaba burlando. El sonrojo en todo su rostro no se hizo esperar, estaba completamente avergonzado por sus acciones. Como escudo a su rubor, tapo su rostro con ambos brazos y desvió la mirada para empezar balbucear alguna incoherencia. El rubio por su parte, estaba satisfecho por la tierna e inocente reacción de su presa. Sin saber el porqué, que ese chico se comportara de manera tan casta ante sus toque y jugueteos; le encantaba, le encendía, le enloquecía. Estaba imaginando cosas que nunca en su vida había pensado en hacerlas con un hombre, pero talvez si era ese doctor peliverde, talvez podría hacerlo.

Tomo a Izuku de las muñecas para separar sus brazos de su rosto y así dejar ver esas hermosas estrellas decoradas con un fondo rojizo por la vergüenza. -Esta vez iré enserio. -hablo con voz ronca y seductora que hicieron provocar un rubor excesivo en aquellas mejillas pecosas. Lentamente aprisiono las extremidades superiores del chico contra la pared y después de un largo tiempo en su opinión, por fin volvía a tener esos suaves labios contra los suyos, esos labios que a pesar de ser posesión de un hombre, le parecían dulces y seductores, más que los de cualquier otra mujer que haya probado en su vida.

Mi salvación - Sñr. Yakuza Sñr. DoctorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora