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Robert se agitaba violentamente sobre su lecho a la par que las imágenes atacaban su mente de forma caótica.

Era de noche, los búhos cantaban lúgubremente a la par que los dos jinetes galopaban sobre dos corceles negros bajos el cielo oscuro. Eran escoceses, llevaban puestas boinas sobre el pelo trenzado y sus kilts volaban velozmente, mecidos por el cruel viento.

Los caballos relinchaban a la par que el camino que serpenteaba entre los árboles se iba cerrando como las mandíbulas de un lobo hambriento. Salieron del bosque y se toparon con unos empinados riscos, bañados por la arena y el mar. No se detuvieron, cabalgaron por la cuesta hasta que ambos caballos frenaron ante la orilla.

Los jinetes desmontaron. Uno era rubio de ojos marrones y el otro pelirrojo, de ojos azules; ambos eran apuestos, altos y fuertes, sin duda alguna soldados de algún clan de las Tierras Altas. Ambos guerreros anduvieron hasta llegar a la pequeña y encorvada figura que canturreaba una triste canción al compás del agua mientras con un remo golpeaba el agua.

-Un sueño tuve anoche, anoche tuve un sueño, anoche mientras dormía y la dama mecía en la noche, el alma de aquél hombre, del que se enamoró y con él la muerte engendró...- Cantaba la figura, con voz áspera y cortante.

El pelirrojo dio un paso más hacia el frente.

-Barquero, los inquisidores se acercan, debemos verla a ella.

El hombre se volvió.

Bajo su capucha negra se divisaron dos ojos saltones y un mar de piel tan arrugada e informe como la de un leproso. El hombre sacó una sonrisa y extendió la mano llena de salpullidos y pústulas hacia el pelirrojo.

Ambos viajeros se miraron y el de pelo de fuego se llevó la mano al saquillo que colgaba de su cinto y lo dejó caer sobre la mano del barquero.

-Ya sabes dónde queremos ir- Anunció el guerrero.

El barquero sonrió, mostrando los amarillos y podridos dientes a ambos hombres. Alzó su remo y golpeó la superficie del agua tres veces: ¡Plob! ¡Plob! ¡Plop!

El agua se arremolinó y subió en el aire hasta que formó una barca negra, de viejos huesos y cráneos.

-Subid a bordo.

Se hicieron a la mar.

El frío mar parecía dejar paso a la barcaza que navegaba con lentitud mientras el barquero seguía cantando.

-Un sueño tuve anoche, anoche tuve un sueño, anoche mientras dormía y la dama mecía en la noche, el alma de aquél hombre, del que se enamoró...

La niebla se disipó en el horizonte donde un castillo se alzaba, con seis grandes torres como dientes, apuñalando el cielo. La fortificación se alzaba sobre una isla rocosa.

-Bienvenidos caballeros, ja, ja, ja. Bienvenidos al castillo McAlvey...

Lo siguiente que Robert sintió fue un peso increíble cayendo sobre su estómago.

El escocés se levantó de repente y vio como dos revoltijos de risos dorados se movían sobre sus piernas.

-¡Malcolm, Germain! ¡Joder! ¡¿Qué hacéis?!

Ambos gemelos, de diez años los dos, miraron a su hermano mayor con gestos horrorizados.

-¡Dijiste joder, dijiste joder, se lo voy a decir a mamá!- Bramó Germain, o Malcolm.

-Chicos, vuestra primera palabra fue Merde!- Respondió el adolescente, circunspecto.

Ambos gemelos se miraron durante breves segundos y saltaron de la cama de Robert mientras salían por el pasillo gritando -"¡Mamá, nuestro frère dijo joder!"; Una y otra vez.

Magia en Hogwarts [Saga de Robert McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora