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James suspiró y depositó el ramo de flores sobre la tumba de mármol blanco pulido y con letras de oro. Malditos McAlvey, hasta en la muerte debían ser superior a los demás.

-Sois pedantes hasta la saciedad ¿No, Robert?

La tumba, para el alivio de James, no respondió. Habían pasado varios años desde la batalla y el Potter aún recordaba al mago escocés de vez en cuando, le era difícil olvidarlo y tampoco estaba seguro de querer ¿Por qué? Se sentía culpable, culpable de no amar a Robert y que por ello el chico pensase que no tenía nada que perder y...se arrojase por el acantilado como un puto héroe.

Los alumnos de Hogwarts no olvidaron eso, la tumba era prueba de ellos. Los antiguos compañeros de Robert habían dejado allí decenas de ramos y postales, en agradecimiento por el sacrificio de la serpiente más fiel que hubiese pisado el castillo. James recordaba bien ese día, claro que lo recordaba: El llanto de los padres de Robert, la ira de Kendrew que liquidaba todo a su paso y sobre todo las lágrimas de Ian Cameron, el chico que de verdad se merecía el gran amor que Robert tenía para dar. A veces James se pregunta si Robert habría podido expresar libremente sus sentimientos alguna vez.

Unos pasos se acercaron.

James pensaba que serían Lily y Germain, que habrían terminado de tomar el té en la mansión McAlvey he iban a verlo. Sí, esos dos estaban juntos y bien juntos y el ex-Gryffindor no culpaba a su hermana. El chico era guapo, demasiado debido a su sangre veela. Tenía el pelo rubio de su madre y los ojos verdes, la figura y las formas de la familia de su padre. Era alto, más que James incluso, de huesos finos y algo fornidos.

James había acompañado a Lily a ver a su novio, aunque a sus dieciséis años podría haber ido ella sola. Esos dos rompían y volvían a cada minuto, y cada vez se reconciliaban de forma más...fogosa ¡Qué asco!

James se dio la vuelta y se sorprendió al encontrarse con Ian.

El chico llevaba un ramo de flores completamente nuevas, frescas y relucientes como si se acabasen de sacar de la tierra. El antiguo Hufflepuff era un hombre de aspecto enfermizo, cansado y melancólico, llevaba así desde que murió Robert.

-Potter.

-Cameron.

Ian ignoró a James y depositó las flores sobre la lápida de Robert para luego darse la vuelta he irse a paso rápido, era obvio que no quería ver a James frente a la tumba de su amado Robert. Él culpaba al inglés de la muertes del escocés y tal vez fuese cierto...Jame lo creía así.

-¡Hey!- Dijo una voz tras él.

-Kendrew.

El cuarentón sonrió con picardía y posó unas manos sobre el hombro de James al tiempo que se ponía de cuclillas a su lado.

-Hace tiempo que no te veo por aquí ¿Alguna razón en especial?

-Pues...no. Tenía un hueco y aproveché para venir.

-Entiendo. Eso de trabajar para ser Auror deber ser muy agotador...solo pensarlo me da jaqueca.

James soltó una pequeña risilla.

-¿Cómo le va a Lily en la escuela?

-Bien.

-¿Y la escuela?

-Gracias a Morgana está en pie...desde que tú y tus amiguetes os marchasteis todo mejoró, aunque ahora Malcolm, Germain y sus acólitos son los que se ocupan de los desastres.

-Y me apuesto a que no los has castigado ni una vez.

Kendrew alzó los brazos.

-En una ocasión los mandé a limpiar el lavabo de Myrtle la Llorona.

-¿Con la lengua?

El McAlvey lució su mayor cara de indagación.

-¡Claro que no! ¿Me ves capaz de hacer algo así a quién proceso favoritismo?

-Maldito.

Kendrew entrecerró los ojos amenazadoramente hacia James y él sintió como la sangre que recorría sus venas se helaba a la velocidad de la luz pero entonces Kendrew se rió y negó con la cabeza.

-Ya no tengo autoridad sobre ti, ya no eres mi alumno.

James suspiro de alivio aunque se atragantó cuándo Kendrew dijo:

-Aunque al estar en mi propiedad tengo impunidad para marte.

Dicho eso Kendrew revolvió el pelo de James y desapareció.

Maldito sea. Siempre hacía lo mismo. Kendrew, el gran Kendrew McAlvey que inspiraba admiración en sus alumnos y hacía palidecer de terror a...todos los demás. Había sido un buen apoyo para James ¡Gracias a él no repitió séptimo! Gracias a Kendrew pudo acostumbrarse a la sensación de culpabilidad por la muerte de Robert, todo gracias a ese cabrón remilgado.

James miró su reloj.

Era tarde.

Se levantó y dirigió una última mirada a la tumba.

-Bueno...debo ir a ver que tu hermano no esté forzando a mi hermana contra una de las mil puertas de tu maldita casa ¡Por cierto! Ahora entiendo por qué eras tan callado...esa casa da malas vibraciones y sí...estoy hablando con un muerto. Bueno, Robert ya nos veremos.

James se dio la vuelta y echó a andar pero cuando ya estaba cerca de la entrada de la mansión, donde el elfo Claudle limpiaba el porche, James se dio la vuelta y miró la tumba en la lejanía y sonrió.

-Siempre te consideré mi...amigo, Robert...aunque te llenase la cara de mierda.

-Perdón- Dijo Claudle, dejando de barrer- ¿Ha dicho algo?

-No, no- Dijo James, sonriendo al elfo que correspondió el buen gesto para luego volver a sus quehaceres.

James suspiró y entró a la mansión para dirigirse al cuarto de Germain. Se sabía el camino de sobra, siempre debía sacar a su hermana de allí.

No se sorprendió cuándo abrió la puerta y vio a los dos chicos medio desnudos sobre la cama, montándoselo como malditas fieras.

-¡¡JAMES!!- Masculló Lily, tapándose con la sábana.

Germain enrojeció sobre sus cicatrices y miró hacia abajo.

-No quiero ser tío tan pronto, Lily. Vístete y vamos a casa.

-¡No!- Protestó ella, aferrándose al brazo de Germain- No podrás separarnos siempre, hermano.

-Está bien- Contestó James, con una sonrisa- Seguid a lo vuestro- Dijo cruzándose de brazos.

Lily le tiró un cojín.

-¡¡Sal de aquí, degenerado!!

James rió y salió. A pesar de todo nada había cambiado, pensó cuándo recordó a Robert...a ese idiota que era Robert McAlvey.

Magia en Hogwarts [Saga de Robert McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora