XI

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La semana había sido extenuante. Se notaba que estaba en casa y no en Hogwarts, impedir que Germain y Malcolm destruyesen el lugar era todo un reto acorde con un campeón olímpico.

Era veinticuatro de Diciembre, noche buena.

Robert se encontraba frente a su espejo, poniéndose su ropa de gala mientras que trataba de mirarse al espejo, dominando algún que otro mechón de cabello rebelde que se salía de su engominada cabellera. Bueno, estaba lo mejor que podía estar, de eso no había duda.

Bajó al comedor del ala norte, donde normalmente cenaban en situaciones especiales, esas que se daban una vez por siglo y ponían a tía María echando humo, literalmente.

La sala estaba acogida por el fuego del hogar; en una esquina violines, violonchelos, flautas y gaitas flotaban mientras entonaban una dulce melodía al son de un suave piano de cola.

La familia McAlvey estaba al completo, salvo Kendrew y Fred, que no habían llegado. Los gemelos estaban cuchicheando bajo un árbol de Navidad mientras que María ordenaba a Claudle donde debían ir los distintos platos sobre la mesa.

Robert se acercó con curiosidad hacia un haggis. El joven escocés se deleitó con su sabor, le encantaba el plato, y eso que no era francés.

-Eh...¡Espera!

Robert alzó el dedo y contó las sillas.

-Hay trece sillas y somos doce ¿Por qué? ¿Alguien va a venir a comer?

El tío Fergus asintió mientras se limpiaba una mancha de grasa de la chaqueta.

-Kendrew dijo que se iba a traer a un invitado- Informó distraídamente- ¡¿Dónde diantre se han metido Edvard y Mireya?!

-Dijo que ya llegaban- Dijo María.

Robert suspiró y se tiró sobre su asiento. Cuando el primo Edvard decía que ya llegaba, por lo general tardaba varios años en aparecer. A veces Robert se preguntaba como Mireya, una chica tan espléndida y meticulosa, podía estar casado con ese hombre.

Edvard, Mireya y Meg llegaron exactamente una hora después y Kendrew y Fred justo a las nueve.

-¡Hola, familia de mi novio!- Exclamó Fred.

Tía María estaba envuelta en un escotado, llamativo y muy ostentoso vestido azul marino y dirigió una mirada de reproche y desavenencia hacia su nuero.

-Weasley, te tengo dicho que no saludes así al entrar en mi hogar.

-¡Disculpas, suegra!

Eso fue el extremo, María casi le corta la cabeza con un Sectumsemptra a Fred, de no ser porque Kendrew se metió delante y paró el hechizo ¡Ay, los viejos hábitos nunca mueren!

Detrás del pelirrojo apareció una figura que Robert no esperaba ver en su casa, jamás.

James Potter estaba mirando con admiración los altos techos decorados con frescos, los ojos verdes del Potter viajaban por los dibujos con aire soñador mientras que Robert lo miraba ensimismado a él.

James estaba guapísimo con el esmoquin negro y la chaqueta, parecía casi hasta un chico responsable, claro está de no ser por ese pelo tan rebelde que no llevaba peinado ni un ápice.

-Perdón- Dijo Fred- Pero me he traído a mi sobrino ya que Harry y mi hermana están teniendo una nochebuena de "pareja" y los hermanos de James están con los Scamander.

Anaëlle miró a su marido con una sonrisilla. Ambos cónyuges se observaron como Robert miraba a James y una misma idea surcó sus mentes perversas.

Magia en Hogwarts [Saga de Robert McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora