II

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Entraron al comedor. Todo estaba iluminado como años anteriores, millares de velas flotaban en el aire, haciendo resplandecer la sala con profusión, era como un gran candelabro en una habitación oscura. Robert siempre se preguntaba cómo la cera de aquellas velas no se derretía nunca.

El Slytherin se ajustó su capa y se dirigió a la mesa de su casa. No era muy amigo de la mayoría de los presentes en aquella mesa, nadie le miraba pero tampoco osaban molestarle pues era el primo del director. Solo los merodeadores se atrevían a eso.

Se sentó al fondo de la mesa, cerca de los asientos de los profesores y acto seguido las puertas del comedor volvieron a abrirse y la profesora McGonagall entró junto a los chicos de primero.

La selección comenzó. Doce chicos acabaron en Slytherin y muchos en Hufflepuff y en Gryffindor, en Ravenclaw entraron unos pocos pues como bien le había dicho Meg a Robert, era la casa más selectiva pero eso no era malo ¿no? Salazar Slytherin era un viejo roñoso y choco que solo acepta a sangres limpia, eso sí que era peor.

Tras la selección McGonagall hizo un ademán, pidiendo silencio.

-El director McAlvey quiere dedicaros unas palabras.

El susodicho se colocó sobre su estrado, con gesto altanero.

Kendrew McAlvey era un treintañero alto, bastante alto y tan guapo que las chicas de séptimo curso suspiraban por él, al igual que algunos chicos. Tenía el pelo castaño corto y terminado en desiguales puntas lisas que reposaban sobre su frente. Su piel era blanca como la nieve blanca y bastante tersa a la vista pero sus ojos verdes eran afilados y depravados, con una luz de locura resplandeciente que hacía que su presencia, ya imponente de por sí, resultase aún más escalofriante.

-¡Bienvenidos un año más a Hogwarts, alumnos!- Dijo haciendo un saludo y guiñando un ojo que hizo que más de una suspirase- ¡Debo anunciaros, por pura ética, algunas normas de primer curso! A saber ¡El bosque prohibido está terminantemente prohibido para todos los alumnos, pero si queréis morir sí podéis visitarlo!

Todos los alumnos rieron, al igual que los profesores pero McGonagall carraspeó notablemente y Kendrew hizo un gesto, en señal de que iba a seguir. Dijo todo lo necesario y las normas, para los de primero, y luego empezó el festín.

Robert no tenía apetito por lo que se sirvió un poco de sopa de pollo y alguna que otra fruta, la verdad es que no era mucho de comer, al menos en público.

Tras eso, los prefectos de su casa les guiaron hasta la sala de Slytherin. Robert se despidió de algunas personas que conocía muy vagamente y entró en su cuarto, el cuál era ocupado por tres personas: Él, él y...Napoleón, era casi una persona.

Todo estaba bastante limpio. Tres de las paredes eran de piedra pura, recubiertas con tapices verdes mientras que la cuarta pared era un cristal encantado que dejaba ver el lago negro. El mobiliario estaba tapizado de verde, como no. Tenía una cama, un sillón con una mesa de café y un escritorio, justo al lado de la puerta que daba al baño. Todo estaba ocupado por diversas esferas luminosas que volaban por el espacio. También tenía una radio y calefacción, no quería morir con los huevos helados. Sí, lo único bueno de su vida era eso: Ser el primo del director de Hogwarts.

Napoleón, nada más llegar, ocupó su lugar sobre un montón de cojines en el suelo.

Robert le dirigió una mirada molesta.

-Tú sí que vives bien.

El gato maulló, dándole la razón.

El McAlvey se duchó, y luego se fue a dormir, aterrorizado por el día que le esperaba mañana.

Magia en Hogwarts [Saga de Robert McAlvey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora