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Mi familia hizo un gran alboroto por el matrimonio de mis madres, ambas familias eran amigas y sus hijas se habían enamorado, era perfecto.

Se conocieron en la preparatoria y desde entonces no se separaron. Fueron juntas a la Universidad, culminaron sus estudios, buscaron trabajo en la ciudad, se mudaron juntas y llego el día en el que querían formar una familia.

Tres años después de la espléndida y gran boda, llegue yo.

Otro enorme alboroto en la familia se formó por mi nacimiento, era la primera hija de mis madres y me llenaron de mimos.

Mientras crecía mi familia me enseño lo que para ellos era correcto. Una estudiante ejemplar, obediencia, no jugar con muñecas, ser muy honesta, pero sobre todas las cosas no fijarse en un hombre.

Todos mis conocidos eran heterofobicos, ver una mujer y hombre como pareja era simplemente horroroso, tal mezcla no debería existir.

Con tan corta edad aprendí que la última regla debía ser respetada, no me preocupaba pues sentía que si alguna vez tendría que posar mis ojos en alguien esa sería una mujer.

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