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El dolor fue lo que me hizo despertar, me escocia la boca y la nariz y sentía que todo mi cuerpo pesaba una tonelada.

Abrir los ojos fue difícil, sentía que mis parpados se negaban a obedecer. Tal vez lo hacían para protegerme de ver una vez más la realidad. Lo primero que vi fue oscuridad, acompañada por una máquina que contaba mis latidos. Un brazo escayolado y otro con una intravenosa, ¿Qué pensaban hacer? ¿Matarme? Ryan estuvo en la dirección correcta si es lo que deseaba lograr.

Me preguntaba cuanto tardarían en llegar si quitaba lo que me mantenía en la cama, para lo que planeaba necesitaba un poco de tiempo. No quería que ningún médico llegara, echarían todo a perder.

Michael.

¿Estaría en el mismo hospital? ¿Estaría cerca de mi habitación? No importaba, en ese momento ya nada importaba. Tal vez era masoquista, tal vez me gustaba que me traicionaran una y otra vez o tal vez era estúpida. Una estúpida era la única explicación, se tenía que ser verdaderamente imbécil para caer tantas veces por un chico.

Un chico.

Eso era lo peor, caía multitud de veces por un chico, si fuese una mujer las cosas serían diferentes. Tal vez por eso las personas no aceptaban las relaciones mujer y hombre, porque era un error, un peligro, algo inconcebible. Empezaba a pensar que tenían razón.

Al arrancar la intravenosa tuve que sofocar un grito, todo lo demás fue un poco fácil de retirar. La estúpida maquina empezó a emitir un largo pitido interminable, no podía hacer nada para detenerlo, no sabía hacerlo.

Las baldosas estaban muy frías, respire hondo y baje de la cama, avance con dificultad hacia la puerta. Al entrar me encargue de bloquearla con seguro. Tome con mis manos la canasta de basura del baño —Era de aluminio —Y con las pocas fuerzas que tenía la estrelle contra el espejo. Decenas de pedazos volaron por todas partes y me apresure a tomar uno, presiones el frio vidrio contra mi muñeca, solo un poco más de presión y después pasaría a mi yugular.

No pude.

Solté el vidrio y empecé a llorar, no podía, tenía mucho miedo, me iba a doler. Estúpida, Estúpida. Por supuesto iba a doler pero luego todo daño físico o emocional; desaparecería para siempre.

Levante la vista encontrándome con resto de cristal aun pegados en el marco y medicamentos. ¿Medicamentos? ¿Qué hacían allí? Tome uno y vi que eran pastillas. Tres botes hasta el tope de pastillas. Me apresure a destaparlos, dos de ellos contenían unas muy grandes y el otro tenia pastillas tan pequeñas que parecían anticonceptivas.

Si tragaba esto podría morir, tenía una posibilidad de acabar con el dolor. Ni siquiera sabía para que servían pero debían funcionar. Me pregunte quien sería el despistado que pondría tantas en un baño de hospital.

Tome una tras otra, tras otra.

No supe cuánto tiempo transcurrió pero mi estómago empezó a sufrir espasmos y mareo. ¿Esto también iba a doler? Retrocedí asustada enterrándome vidrios en mis pies descalzos, solté una maldición que hizo eco en el cuarto de baño y tropecé. Mi cabeza dio contra el lavado al caerme y antes de soltar una exclamación, otro golpe fuerte fue a parar en mi frente. Toque mi cabello y lo masajee; al levantar los dedos estaban llenos de sangre.

Si las pastillas no me mataban, lo iba a hacer el golpe. Me relaje y espere, pronto seria el final de esta angustia.

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