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Era inevitable no ir a la escuela, Carly no permitiría que faltase y
Evolet había dicho que no tenía nada de que temer. No quería
resultar un problema y quería creer que no tendría nada que
esconder. Quería aceptar mi propia mentira.

Sentía ciento de miradas siguiendo mi paso, por mi parte me limitaba mirar el suelo. Los susurros no se hicieron esperar, oía mi nombre en cada uno de ellos. Los estudiantes se apartaban, como si mi toque los quemase.

Las clases transcurrieron con mayor incomodidad, de los susurros pasaron a las risas, y de las risas a comentarios hirientes.

A la hora de salida la aglomeración de estudiantes fue mayor en los pasillos, sentía que la causa era por mí. El pánico me embargo cuando vi a Ryan recostado en uno de los casilleros. ¿Ahora qué diría este imbécil? ¿Qué otra parte de mi cuerpo golpeara hasta hacerme sangrar?

Salte de la sorpresa cuando sentí una mano rodear mi cintura, solté un suspiro de alivio al ver que era
Emma.

— Vaya problemita en el que te has metido, Audrey no creo nada de lo que dicen —Estaba demasiado cerca y me hablaba al oído —Quiero ayudarte y solo hay una manera ¿entiendes?

No había procesado del todo sus palabras, cuando sus labios se
posaron en los míos, me apretó aún más incentivándome a
seguirla, lo hice.

Los chiflidos, las risitas y las felicitaciones se levantaron en el
pasillo, al terminar el beso mire a Emma aturdida, ella tenía una
enorme sonrisa en su rostro. Me quise reír de la cara atontada de Emma.

Mire a mí alrededor encontrándome con más caras sonrientes. Mire ceñuda a todos ¿Ya había pasado la tormenta? ¿Solo por hacer creer que me gustaban las mujeres, ya todo estaba arreglado? 

Me parecían una aglomeración de idiotas, todos con sus sonrisas como si la plaga hubiese desaparecido. Me sorprendí al ver en una esquina a Michael, me observaba con ¿Tristeza? ¿Decepción?, no lo supe interpretar pues rápidamente se marcho.

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