Capítulo 40

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Me despierto con un fuerte dolor de cabeza causado por llorar tanto. Me siento en la cama sintiendo como todos mis músculos se tensan al instante.

Giro mí cabeza y veo el colchón vacío de mí hermana. Gruño un poco y con toda la vagancia del mundo me levanto para dirigirme al baño. Me paro frente al espejo y me sorprendo al ver mí cara demacrada.

Me higienizo y salgo para dirigirme a la habitación de al lado. Abro la puerta de manera cuidadosa y observo a mis dos angelitos dormir muy tranquilamente.

Los envidio.

Salgo de ahí para llegar a la cocina y encontrarme con mí mamá preparando el desayuno.

- Hola - digo bajito, me retumba todo. La cabeza me da vuelta y hasta el sonido de mí propia voz me molesta.

- ¿Cómo estás? - me pregunta suave acariciando mí mejilla.

- Como puedo - le respondo antes de llevar un tostada a mí boca.

- Él te ama Ori, cometió un error, todos lo hacemos - me pone el café enfrente - Pensalo, no podes mandar todo a la basura por algo que dijo sin pensar.

- Pero me dolió, la defendió a ella y encima dijo que no se quería casar conmigo - siento como mis ojos acumulan lágrimas de nuevo.

- Nunca dijo eso - me reta.

- Lo dió a entender - tomo un sorbo del café y dejo que haga efecto en mí.

- ¿Algún día vas a dejar de ser tan terca? - me pregunta riendo y me contagia - Él te ama y no hay algo que más quiera que casarse con vos. Dale una segunda oportunidad - me anima.
Estuve pensando toda la noche sobre darle una segunda oportunidad. Realmente quiero hacerlo porque lo conozco y sé que lo dijo sin pensarlo, pero el hecho de imaginarme que no quiere casarse conmigo y se siente obligado o presionado me parte el corazón. Creo que lo mejor va a ser que hablemos y aclaremos las cosas, pero no estoy lista.

El sonido de la puerta me saca de mis pensamientos. Giro mí vista a dónde proviene el ruido y me encuentro a mí hermana entrando con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¿Por qué que tan feliz vos? - le pregunta mamá mientras ríe.

- Cosas - hace un ademán con la mano restándole importancia. Me mira - Necesito que en la noche me acompañes a un lugar.

- Ni en pedo.

- Por favor - hace puchero.

- ¿Tiziana te parece que estoy para salir? Tengo dos hijos a los cuales cuidar y una crisis emocional por resolver, ¡No! - sentencio firme.

- Boluda no vamos a ir a un boliche. Necesito que me acompañes a buscar unas cosas a lo una amiga. Salís, te despejas un poco, a los nenes los cuida mamá, ¿no? - alterna su mirada entre las dos.

- Por mí no hay problema - responde ella.

- Lo voy a pensar - murmuro y me levanto para volver a la habitación.

Me doy un baño que dura veinticinco minutos en el que me vuelvo a replantear las cosas y la idea de perdonarlo. Ahora a mis pensamientos también se suma la idea de salir con mí hermana menor un rato, que hace tiempo no lo hacemos, y pensar en otra cosa que no sea él.

Salgo del baño, me visto y me acuesto en la cama. Entro a Whatsapp y tengo un montón de mensajes suyos. Ni hablar de las llamadas. La última fue registrada a las cuatro de la mañana.

La imagen de un Julián tirado en el sillón, sin poder dormir, llamándome a las cuatro de la mañana, llorando, me parte el corazón. Por más dura que me quiera hacer lo sigo amando y sé que él a mí también.

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