Capítulo 49

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- N-no, ¿Por qué decís eso? - pregunto cómo puedo.

- Porque ya pasó un año Ori, tenés que empezar a rehacer tu vida.

- Pero él sigue vivo, está con nosotros - su imagen llega a mí cabeza como todos los días.

- Ya lo sé. Pero él más que nadie quiere que seas feliz y encuentres alguien que te ame, como él.

- No..No sé Yol. ¿Mañana tienen algo que hacer? - cambio de tema radicalmente - Digo, es sábado, pueden venir a comer y ven a los nenes.

- Si, les pregunto a mis viejos y después te aviso - me sonrie débilmente - Me tengo que ir - se para y yo imito su acción.

- Ok, está bien. Avísame lo de mañana ¿Si?

- Dale - nos saludamos en la puerta y ella se va. Yo subo las escaleras y entro al cuarto de mis hijos. Los veo tirados en el piso con un libro que tiene dibujitos.

- ¿Qué hacen? - me les acerco pero ellos no se mueven, ni siquiera me miran - ¿Qué pasa?

- Nos mentiste - dice un triste Franco.

- ¿Por qué? - pregunto preocupada.

- Ibamos a ver a papá - me recrimina Lucas y caigo en cuenta. Durante todo el camino sentí que me olvidaba algo y era de llevar a mis hijos a ver a su padre.

- Perdonenme, se me olvidó. Podemos ir mañana, ¿No? - ellos asienten con la cabeza pero todavía se ven tristes - ¿Quieren comer? - vuelven a asentir.

Bajamos y ellos se sientan en la mesa. Yo caliento la comida del mediodía y la sirvo en los platos.

- ¿La pasaron bien con la tía hoy?

- Si.

- Hace tiempo que no los veía, los extrañaba. Ella los cuidaba cuando ustedes eran chiquitos - sonrio acordandome - Mañana va a venir a comer con los abuelos.

- ¿Y papá? - me pregunta Franco.

- Vamos a ir en la mañana, no se preocupen. No ve voy a volver a olvidar.

El resto de la cena la pasamos viendo dibujitos en la tele. A lo último les digo que si me perdonan los dejo comer Nutella y aceptan, en eso son iguales a mí.

Después de acostarlos me dirijo a nuestra pieza. Me acuesto en la cama y pienso. Le doy vueltas a mí cabeza mientras me lleno de su aroma y sin darme cuenta me quedo dormida acurrucada entre la sábanas, abrazada a su almohada.

Me levanto temprano, preparo los desayunos y los preparo a ellos. Cuando terminan de comer salimos rumbo a ese lugar.
La piel se me eriza mientras manejo hasta allá, no se hace cuanto no venimos, no es mucho.

Cuando llegamos, bajamos y Luz nos recibe sonriente.

- Hola Ori, hola chicos.

- Hola - ellos agitan sus manitos chiquititas.

- ¿Algún cambio? - pregunto pero ella niega con la cabeza - Vamos a entrar y después salimos, ¿Si? - asiente.

Caminamos por el pasillo blanco donde hay algunas personas. Al final está su, ya conocida, puerta blanca. Antes de abrir hago un repaso en mí mente. Hace un año, cuando ese hombre le disparó a Julián, lo llevamos a un hospital público donde lo tuvieron unos meses. Al ver que no había cambios nos dijeron que lo tenían que desconectar para usar los aparatos y la habitación con otro paciente que lo necesitara.

Su postura era lógica, pero nosotros nos negamos. Algunos todavía teníamos esperanzas de que iba a despertar. Decidimos trasladarlo a un hospital privado donde, si pagas, los pacientes están acá el tiempo que quieras. Hace un año que Julián entró en estado vegetativo y no sale, hace un año que algunos ya lo dan por muerto y otros, muy pocos, todavía tienen esperanzas.

- ¿Mami? - Franco tira de mí mano para abajo y me señala la puerta. Volviendo a la realidad, abro la puerta y me lo vuelvo a encontrar ahí, igual que siempre. Se ve tan lindo como siempre con su pelo alborotado.

Nos adentramos a la habitación y mis hijos se sientan en las sillas de al lado de la camilla.

- Papa, de trajimos un dibujito - dice Lucas alegre y saca un papel de su campera - ¿Lo pones mamá? - asiento con la cabeza y agarro el dibujo. Lo pongo en la pared que está junto a su cama donde también hay, aproximadamente, diez dibujos más de nuestros hijos.

- ¿Te vas a despertar? - susurra Franco. Él es el más realista de los dos. Lucas está, la mayor parte del tiempo, alegre y riéndose, como su papá. Franco también, solo que él es más propenso a enojarse y no hablarte por un buen tiempo.

- Fran - susurro y trato de acercarme pero él se aleja un poco - Ya hablamos ¿Si?

- Pero, ¿va a despertar? - vuelve a preguntar y yo siento mí corazón romperse mientras mí otro hijo nos mira atentos.

- Hay que esperar.

- Ya esperamos, mucho.

- Ya sé, pero hay que seguir esperando. Pase lo que pase, quiero que sepan - los miro - Los dos. Qué su papá los ama con todo su corazón, que cuando nacieron él los cuidó y siempre les dió amor y los va a amar, siempre. ¿Si?

- ¿Y por qué no despierta? - vuelve a preguntar Franco.

- Quizás ya no tiene fuerzas, quizás ya se rindió. Pero nunca los va a dejar de amar.

- ¿Le puedo dar fuerzas con mis súper poderes? - pregunta Lucas sonriente. Si, heredó esa chispa de su papá.

- Si, hijo. Pero tené cuidado, no lo toques, lo podes lastimar ¿Ok? - él asiente con la cabeza y se acerca a su papá mientras le dice unas palabras que le dan "fuerza" en tanto yo abrazo a Franco fuerte, sin querer soltarlo. Son lo más valioso que me queda de él, y si algún día los pierdo, me muero.

Al cabo de unos minutos Lucas termina y se acerca a nosotros para unirse al abrazo.

- Los amo, ¿Lo saben? - ellos asienten con la cabeza.

- Nosotros también - me susurra Lucas, Franco está en silencio.

- Vayanse un rato con Luz, yo voy a hablar con su papá ¿Si? - vuelven a asentir y salen por la puerta.
Yo me acerco a su camilla - Están re grandes ¿Viste? Cuando te quieras acordar ya van a tener tres años -sonrío - Son un calco tuyo, el pelo alborotado y los ojos cafés profundos, esos que ya no te puedo ver más - aprieto su mano - No puedo Julián, no puedo seguir haciendo esto sola, te necesito conmigo, necesito tenerte y que me digas que todo va a estar bien. Qué me beses, me abraces y me sonrías de esa manera que me puede, igual a la de nuestros hijos. Qué hagas tus chiste de humor negro que sabes que odio pero que al final me hacen reír, o que te comportes como un nene chiquito, ese que todavía está adentro tuyo - me seco las lágrimas que ya salieron por mis ojos - ¿Te vas a despertar?

Me quedo unos minutos esperando una respuesta que ya conozco. Desde que está internado hago la misma pregunta y nunca sucede nada, como ahora. Suelto su mano con tristeza. Me levanto y le doy un beso en los labios, esos que siempre van a ser mí adicción, esos que siempre voy a amar como a la persona a quién les corresponde.

Lo último que hago es limpiar mí cara para salir de ahí junto a mis hijos.

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