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Llegué al lugar donde había quedado con Aitana cinco minutos antes de la hora. 'Cafetería Salva', proclamaba el rotulo de la entrada. Miré a través del cristal, sin ser muy descarada. Había unas cuantas mesas llenas, y tengo que admitir que me puse un poco nerviosa. Alguien me dio unos golpecitos en la espalda y me giré para ver a una sonriente Aitana.

—¡Ana! –me saludó alegremente. —Perdona que haya llegado un poco tarde. El flequillo siempre me da problemas a la hora de salir. ¿Hace mucho que esperas?

Me reí viéndola retocarse el flequillo con una mano, utilizando el cristal del bar a modo de espejo.

—Qué va. He sido yo, que he llegado pronto —respondí amablemente.

—¿Entramos pues? –asentí y las dos accedimos al local.

En aquél momento se hizo muy evidente que no estaba en Barcelona. En aquél pueblo de 5000 habitantes, cualquier forastero estaba en el punto de mira. Y en éste caso, la forastera era yo, que caminé entre las mesas siguiendo a Aitana, notando varios pares de ojos fijados en mí. Aitana saludó a la mujer y al hombre que estaban detrás de la barra, y pidió una infusión con miel para ella y un café con leche de avena para mí. La mujer preparaba unos cafés y el hombre servía un cruasán a un hombre mayor, sin embargo, los dos saludaron a Aitana con especial cariño.

Nos acercamos a una mesa dónde estaba, supuse, la amiga de la cual Aitana me había hablado: Amaia.

Una chica rubia, con el pelo recogido en una coleta y perfectamente maquillada, le servía un batido de chocolate embotellado. Me fijé en que la chica, a pesar de llevar unos vaqueros oscuros y un polo verde con el logo de 'Cafetería Salva', lo que indicaba que trabajaba allí, iba con unos tacones a conjunto. "¿Quién tiene unos tacones verdes?" me pregunté "Y quién se los pone para trabajar?".

—Y cuando te acuerdes, me pagas las cuentitas atrasadas ¿eh amiga? Que el otro día volviste a irte sin pagar —le dijo la chica rubia a Amaia, con un marcado acento andaluz.

—¿Qué dices Mireya, en serio? Buah, qué vergüenza de verdad. Lo siento. Soy un desastre. Luego te lo pago todo —la voz de Amaia era dulce. Y en realidad, divertida. Me reí ante su forma de hablar.

—¡Amaia, morosa! —se burló Aitana, cogiendo la silla de en frente de ella.

—Pero bueno, ¿y quién es tu amiguita? —preguntó Mireya, que tenía pinta de enterarse de todos los salseos del pueblo.

—Ay, qué maleducada soy —dijo Aitana, un poco avergonzada. —Os presento a Ana. Es la sobrina de Noe Galera, y va a quedarse aquí una temporada.

Mireya me escrutó con la mirada. Quería preguntarme cosas, seguro. Pero creo que ella misma vio que sin conocerme de nada, podía parecer un poco maleducada, así que simplemente me sonrió cálidamente y me dio dos besos.

—Encantada, me llamo Mireya —le sonreí y le respondí con un "encantada" de vuelta. —La cafetería es de mis padres, así que espero verte mucho por aquí. ¡Oferta de desayuno todos los días y de merienda los jueves y fines de semana! —añadió antes de irse con su taconeo.

Me senté al lado de Aitana, de cara a Amaia.

—Oye, no te pienses que soy una morosa de verdad, eh Ana. Simplemente soy... algo despistada —aclaró Amaia. —Qué vergüenza, vaya primera impresión.

Me reí. Aitana y Amaia formaban un dúo cómico.

—Tranquila, no me llevo ninguna mala impresión —respondí incorporándome por encima de la mesa, para darle los dos típicos besos de presentación.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora