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Me miré al espejo una vez más.

Como no había tenido mucho tiempo de buscarme un disfraz, me puse un vestido negro, corto y ajustado; unos tacones a conjunto, una diadema de orejas negras que me había prestado Aitana, y me había pintado la cara caracterizándomela como la de un gato; y ni tan mal, la verdad.

Pasé una foto por el grupo que tenía con Aitana y Amaia, y las dos empezaron a mandar emoticonos exagerando y diciéndome que iba súper guapa. En realidad me gustaría haber sido más original, pero bueno... es lo que tienen las decisiones de última hora.

Escuché el claxon del coche de Ricky delante de la puerta de casa. El chico era puntual, la verdad. Noe ya había salido, así que tampoco iba a juzgarme por las pintas que llevaba. Dudo que lo hubiese hecho de todas maneras, Noe siempre me dejaba hacer.

Ricky tenía un coche blanco, pequeño, aunque parecía bastante nuevo. Cerré la puerta de la casa con llave y me dirigí hacia el vehículo.

—¡Guapa! —me gritó Ricky, con la ventanilla bajada. Yo le saqué la lengua y me metí en el coche. —Veo que te tomaste al pie de la letra lo de ponerte sexy —dijo en cuanto entré en el vehículo.

—Pues sí, la verdad —dijo Mimi, que se dio la vuelta para mirarme y lanzarme una media sonrisa que no supe cómo tomarme.

—¿A ver de qué vais disfrazados? —dije, sacando la cabeza entre los dos asientos.

Los dos iban de vampiros, y la verdad es que el disfraz estaba bastante conseguido. Ricky llevaba un traje y la cara totalmente pintada, y Mimi un vestido con un corte en la pierna, una capa corta y unos guantes.

—Vivimos de noche y dormimos de día—respondió Mimi, con una sonrisa.

—Ya os pega, ya —me reí yo, de nuevo en mi asiento.

Ricky puso el coche en marcha y salimos del pueblo en dirección a Madrid. La música que puso no estaba mal, era muy variada. Era básicamente lo que pondría en su pub. Hacía un poco de frío porque íbamos con las ventanillas bajadas, ya que Mimi no paraba de fumar, así que yo la imité e hice lo mismo.

—¿No has salido aun por Madrid desde que llegaste? —me preguntó la rubia.

—No —negué con la cabeza, porque Mimi me miraba a través del retrovisor y podía ver la mitad de mi cara. —De hecho nunca he salido por Madrid.

—Este sitio es muy guay, ya verás —explicó ella. —Es de las discotecas más grandes que hay. Para salir de normal, pues bueno... pero cuando hay fiestas así importantes, está muy bien.

Luego Ricky puso una canción con el volumen a tope y los dos empezaron a cantar como si les fuera la vida en ello.


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—Joder —dije en cuanto entramos al local. 

No tuvimos que hacer cola porque entramos por una puerta especial, donde nos esperaban los dos bailarines que trabajaban con Mimi.

El sitio era enorme, con diferentes salas y un montón de escaleras. La música en la sala principal era lo típico comercial, pero a mí me encantaba. Tenía ganas de beber y bailar, y aquellas canciones contribuían a aquello.

El reservado que teníamos para nosotros estaba algo por encima de la pista de baile, y desde allí arriba se veía todo perfectamente. El local en sí aún no estaba lleno, pero el portero nos había asegurado que en breves lo estaría. De hecho, no era ni la una.

En medio de la mesa que teníamos asignada había un par de botellas, hielo, y más copas que personas de las que éramos. Al lado había otra mesa preparada para cinco.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora