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Me planté al gimnasio a las 10 de la mañana.

Noe me miró sorprendida en cuanto entré a la cocina tan temprano. Porque sí; para mí, y con lo que me gustaba dormir, a las 9 de la mañana y un sábado, era muy temprano.

Mientras tomábamos café en la cocina me confesó que, por un momento, se había hecho las ilusiones de que me iba a estudiar o hacer deberes con Aitana, pero cuando había visto la bolsa de gimnasio en el vestíbulo, se dio cuenta de que no era el caso.

Esa semana no me había dicho nada respecto a los estudios. Esperaba que las cosas siguiesen así. Me daba la impresión que Noe era la típica mujer que, si tú le dejabas hacer la suya, ella te dejaría hacer la tuya. Y me parecía maravilloso.

Según me contó mientras lavaba las tazas, mi tía no iba a Madrid ese día, sino que tenía "cosas que hacer en el ayuntamiento". Por lo tanto, me llevó ella misma en coche.

La verdad es que no hablábamos mucho de su trabajo. Tampoco es que hubiésemos tenido mucho tiempo para hablar de ello: justamente aquél día se cumplía solo una semana de mi llegada al pueblo.

Haciendo balance: tenía una amiga con un cierto apego a la miel, un compañero de clase peculiar pero aparentemente talentoso en lo suyo, me entendía bastante bien con mi tía a pesar de que algunos días casi no nos veíamos, me había apuntado al gym; y Miriam, líder de Las Amigas, me había llevado en su coche. Nada mal, ¿no?

El caso es que entré al gimnasio bastante decidida. Me imaginé que un sábado por la mañana no habría mucha gente: no me equivocaba. Además, los sábados solo había una clase programada: "Hip Hop con Mimi", ponía en el horario. A mí no me gustaban las clases en grupo, pero por lo que había visto, era lo que tenía más tirada entre las mujeres.

En la recepción había un chico rubio. Me supuse que era ese tal Martí que Ricky había mencionado el otro día. Nos saludamos con un gesto de cabeza y entré a los vestidores usando mi tarjeta del gym. Me puse unas mallas negras, un sujetador de deporte fucsia, y mis zapatillas rosa y gris. Me recogí el pelo en una coleta alta, y agarrando una botella de agua y una toalla pequeña, me dirigí a la sala de máquinas.

Había dos hombres mayores, un chico joven que me pareció bastante guapo, una chica morena, y yo, que fui hacia la cinta de correr.

La sala de máquinas tenía un cristal por pared delantera, que permitía ver a la gente que entraba al gimnasio. Vi a Miriam entrar con su semblante serio y su caminar directo, y la bolsa de deporte a cuestas. Esa tía era muy guapa, de verdad. Me quedé súper empanada viéndola pasar. Se notaba que era la típica de ir al gym y hacer deporte. Menudo cuerpo la tía.

-Un poco más, y de tanto mirarla la desgastas, chica -me sobresalté al ver a Ricky, de brazos cruzados y con sonrisa burlona, al lado de mi cinta de correr. Sin parar el ritmo, lo miré visiblemente sonrojada. Suerte que tenía a mano la excusa de que era por el esfuerzo físico.

-¿Pero qué dices? -estaba flipándolo mucho con ese tío. Soy consciente de que hay gente más directa que otra, pero es que la línea entre ser directo y ser mal educado era muy fina, y Ricky la cruzaba por completo.

-No te culpo, Miriam es un pibón -agradecí que las otras personas de la sala estuvieran en la zona de musculación y no junto a mí en la de cardio. -Sería una pena que fuese totalmente hetero. ¿No crees?

-Que más te da. Creí que te gustaban los chicos -le solté. Ricky se echó a reír.

-Eh, te he visto bien aquí -dijo, satisfecho. Sonreí fugazmente antes de que él siguiera insistiendo -No te equivocas para nada. La pregunta es, ¿y a ti? ¿Te gustan los chicos?

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora