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Estuve el resto de la mañana pensando cómo hablarle a Mireya. Tampoco era la persona de las amigas con la que más me relacionaba, y tratándose de Miriam, no sabía ni como contarle lo que le tenía que contar. Así que en vez de mandarle un WhatsApp, decidí esperar al salir de clase y pasarme por la cafetería.

Entonces recordé lo que Miriam me había dicho mientras desayunábamos: ese día Mireya libraba por la tarde, por lo que si quería encontrarla, debía correr hacia la Cafetería Salva en cuanto saliera del instituto.

—¿Vamos al portal de siempre a fumar algo? —me preguntó Alfred, mientras recogíamos las cosas cuando el timbre que indicaba el final de clases sonó.

—Ay, Alfred. Lo siento pero no tengo tiempo hoy. Tengo algo que hacer y tengo que irme ya —respondí, poniéndome la chaqueta y enroscándome la bufanda alrededor del cuello sin mucha gracia.

—Oye, pues que vaya bien la cena, ¿sí? —me dijo el chico, con una sonrisa.

—Gracias, Alfred. Nos vemos el lunes —respondí, apresurándome en salir del aula.

—¡Ana! —me llamó Aitana, antes de que pudiera hacerlo.

—Escríbeme Aiti, que ahora no puedo quedarme —dije, apoyando una mano en el marco de la puerta.

—Vale, vale —respondió la chica, algo confundida. Aunque a decir verdad, creo que Aitana ya se esperaba cualquier cosa de mí.

Le hice "adiós" con la mano y corrí por el pasillo hasta llegar a la salida. Empecé a caminar a paso rápido hacia la calle de la cafetería, pero una voz gritando mi nombre, me detuvo.

—Miriam... ¿qué haces aquí? Creí que no volvías de la universidad hasta tarde hoy —le dije, maldiciendo mi suerte internamente.

—Pero no te alegras de verme, ¿o qué? —me preguntó ella, cruzándose de brazos y alzando las cejas.

—Claro amor —dije, acercándome para darle un beso. —Es solo que no te esperaba aquí, ahora.

—Ya, es que al final me han cancelado un par de clases y he venido por si querías que te llevara a casa. Pero es que has salido súper disparada —se rió. —¿Tienes que ir a algún sitio?

—Eh... no, no. Qué va. A casa.

—Venga pues, súbete —dijo, con una sonrisa y un gesto de cabeza que hizo que toda su melena se moviese. —Podemos ir a comer. Aunque sea hacer un McAuto. ¿Te apetece?

—Claro, sí —dije, haciéndole caso y dejando escapar todas las oportunidades de hablar con Mireya antes de que se marchara del bar.

Pasamos por delante de la cafetería y me esforcé en ver si Mireya estaba dentro, pero no la vi. Y tampoco quería ser muy obvia, porque sabía que Miriam me iba a calar a la primera de cambio.

—Se nota tanto que estás nerviosa por lo de esta noche —comentó Miriam mirándome de reojo, sin tener ni idea de lo que más me preocupaba en ese momento.

—Ya, ya... —respondí yo, intentando ser convincente.

La conversación que tenía pendiente con Mireya, tendría que esperar. La llamaría en cuanto llegase a casa, y que pasara lo que Dios quisiera.

🦋🦋🦋

Entré a casa sin decir nada, porque lo normal a esas horas era que Noe estuviese en el trabajo. Sin embargo, escuché ruido arriba y vi sus cosas en la entrada.

—¿Noe? —pregunté.

—¡Sí! ¡Estoy en mi despacho! —contestó ella desde arriba.

Me quité la chaqueta y subí la mochila a mi habitación, pensando en lo raro que era que Noe estuviese en casa un viernes por la tarde.

Que lo bueno está por llegar 🦋 || WARIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora