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Debo salir de este lugar, cuanto más lejos consiga llegar de él será lo mejor. Demonios, debe saber todo sobre mi ahora, seguro nos ha investigado. No me extrañaría si Roman supiese más sobre mi que yo misma.

Corro al vestuario para tomar todas mis pertenencias antes de salir del instituto caminando entre los coches del aparcamiento. Maldita sea, yo no tengo un auto, ¿Cómo voy a alejarme de aquí con rapidez?

Al menos podré llegar al metro, es mejor que estar expuesta en plena calle esperando el autobús.

Pero antes de cruzar, un auto demasiado lujoso para mí gusto se detiene frente a mí y la puerta de este se abre sola. ¿En serio, eso existe?

Con el corazón latiendo demasiado fuerte contra mi pecho agacho la cabeza para observar a Roman. ¡Mierda! No luce demasiado contento ya que su mirada permanece al frente con ambas manos apretadas sobre el volante.

-Más te vale subir ahora mismo. -dice de mala gana haciendo que mi cuerpo se tense.

No, no está de muy buen humor y puedo intuir el por que. Así que sin llevarle la contraria me adentro sobre el asiento de cuero negro al igual que el color del auto y la puerta se cierra sin que siquiera la toque.

Pisa el acelerador tan a fondo que los neumáticos chirrían sobre el asfalto haciendo que mi espalda se pegue con fuerza contra el asiento.

Aguanto las ganas de gritarle cualquier estupidez y cabrearlo más mientras mi mano se aprieta sobre la tela de mi falda. ¿Dónde pretende llevarme? No confío en él, claro que no lo hago, es obvio.

-No tienes ni la menor idea de lo cabreado que estoy en este momento. -dice sin apartar su mirada de la carretera.

-¿Por qué? -pregunto con seguridad en mi voz aunque es lo que más me falta en este momento. Oh y, ¿en serio Mabel? ¿Por qué? Tu sabes el por qué.

-Lo sabes de sobra, huiste de mí. ¿De verdad te atreviste a hacerlo? -ríe sin gracia mientras una de sus manos abandona el volante y se colocaba sobre mi muslo.

Dios, no otra vez.

-Roman. -aprieto su mano para frenar el camino hacia el interior de mis muslos. -Esto, yo tengo novio y...

-Eres una mentirosa, además me importaría una mierda. -su mano toma la mía apartándola con brusquedad volviendo a colocar la suya sobre mi muslo desnudo.

Mierda, quiero golpearlo, no puede simplemente tocarme como a él le plazca. Sus dedos se clavan en mis carnes dejando la zona roja por la presión que ejerce.

Muerdo mi labio inferior evitando insultarle al sentirme completamente un juguete entre sus manos.

-Te haces la valiente, ¿eh? -dice con una sonrisa ladeada sobre sus labios. -Me gustan los retos cariño.

Y aquellas palabras fueron el desencadenante de ira. ¿Es que se piensa que esto es un juego? Desde luego no quiero ser un objetivo a engatusar para el. ¿Qué puedo hacer? Solo se me ocurre ser mas inteligente y ganarle la partida, pero no será facil.

No es lo que deseo pero parece ser la mejor opción. Intento calmar mis nervios en el momento que mi mano se posa sobre la de Roman para después mirarlo.

Su rostro gira a mí con el ceño fruncido pero otra sonrisa aparece sobre sus labios al darse cuenta lo que estoy haciendo. Él lo sabe, es como si pudiese meterse en mi cabeza. Es imposible tener secretos y que él no se entere de ellos.

Cuando el auto se detiene mi cabeza gira hacia la ventanilla para darme cuenta que nos encontrábamos a las afueras de la ciudad, en la urbanización de las personas asquerosamente ricas.

Russian Roulette © +18 | Libro #1| Bill SkarsgårdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora