Epilogo

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Martes 26 de Diciembre

Día después de Navidad

-Reunidos aquí vamos a participar del matrimonio de Roman y Mabel que han decidido unirse para siempre delante de Dios. Todos nos alegramos por este acontecimiento y nos disponemos a ser testigos de la promesa matrimonial que estos novios van a pronunciar según el rito de la Santa Madre Iglesia.

Bueno, iglesia, realmente aunque sea una boda religiosa, decidimos realizarla al aire libre, por petición de mi futuro marido. ¿Frio? Es lo que menos me importa en este momento.

Sonrío como una estúpida ante las palabras del sacerdote y evito reír cuando mira de reojo a Roman. Es imposible no notar sus malas caras como cada vez que el sacerdote nombra a dios y el rueda sus ojos.

No es una persona creyente, claro que no, pero esto lo está haciendo por mí.

Giro mi cabeza a la derecha para encontrar a Claire con Aurora en brazos sonriente y extremadamente entusiasmada por ser la madrina.

Y qué decir de Holden, pobrecito, fue obligado a ser el padrino porque Claire es su novia.

-Recuérdame porque acepté que fuese una boda religiosa. -se queja Roman captando toda mi atención haciéndome reír.

-Porque me amas. -digo encogiéndome de hombros.

-Eso es verdad, maldito amor. -su mirada conecta con la mía volviendo a escanearme de pies a cabeza. -Eres jodid... quiero decir, te ves hermosa Mabel.

-Y tu, demasiado formal y elegante.

-¿Eso se supone que fue un cumplido? -frunce sus cejas bufando haciéndome reír.

-No quiero aumentar tu ego Roman, sabes de sobra lo bello que eres.

Ambos sonreímos aguantando una carcajada cuando el sacerdote tose falsamente llamando nuestra atención.

¡Ups! ¿Dijo algo importante?

-Roman, ¿quieres recibir por esposa a Mabel y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida?

Ambos volvemos a mirarnos pero esta vez el semblante de Roman es más serio y toma mi rostro en sus manos para depositar un fugaz beso sobre mis labios.

-Joven, aun no es el beso.

Los invitados comenzaron a reír al igual que yo cautivada por el hermoso verde de sus ojos.

-Lo sé, si quiero. -dice colocando la alianza sobre mi dedo.

-Bien, Mabel, ¿quieres recibir por esposo a Roman y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándolo y respetándolo durante toda su vida?

¿Quiero de verdad aguantar a Roman enfermo? Recuerdo hace unas semanas antes de la boda cuando enfermó de gripe. Literalmente peor que un nene de cinco años. Me volvió loca con sus llantos, protestas, maldiciones.

Mabel me duele esto, me duele aquello, tengo hambre, tengo sed, tengo mocos, no puedo respirar, tengo calor, tengo frio. Pero se veía tan gracioso.

Por encima de todo claro que quiero ser su mujer.

-Si quiero. -digo apartando aquellos recuerdos de mi cabeza con una enorme sonrisa sobre mis labios colocando la alianza sobre su dedo.

¡Maldición! Todo mi rostro duele, pero es inevitable no sentirme la mujer más feliz en el mundo.

- El señor conforme el consentimiento que habéis manifestado delante de la iglesia, y realice en vosotros lo que su bendición os promete. Que el hombre no separe lo que dios ha unido. Los declaro marido y mujer. Ahora si joven, puede besar a la novia.

Russian Roulette © +18 | Libro #1| Bill SkarsgårdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora