[̲̅$̲̅(̲̅20)̲̅$̲̅]

58.8K 3.9K 583
                                    

No puedo creer que Roman se haya sobrepasado de esta manera. Sé que él está metido en todo tipo de mierda ilegal, pero llegar a este punto es demasiado hasta para él.

No tiene control alguno ni sobre sí mismo.

¿Y porque me encuentro yo preocupada por su salud? No hay otra respuesta, soy tonta. Totalmente una gran estúpida por acompañar a Claire hacia el hospital donde han ingresado a Roman de urgencia tras encontrarlo tirado en el suelo convulsionando.

Maldito imbécil, ¿Cómo se le ocurre? Y una vez mas aunque debería alegrarme por su desgracia y quizás que él estuviese muerto sería lo mejor para todos, no lo hago.

Claire detiene el auto en el aparcamiento frente al hospital y ambas bajamos de este dejándome guiar por mi amiga.

Lo único que haces es sacarme de casa y correr a ti Roman. Suspiro siguiendo a Claire hacia el segundo piso frente a la puerta 210. Se va enterar.

Abro la puerta sin siquiera tocar encontrando a Aaron de pie apoyado contra la pared vigilando a Roman que permanece tumbado sobre la cama con los ojos cerrados.

Mentiría si dijese que mi corazón no se encogió al verlo más vulnerable que nunca.

-Roman. -llama Aaron al verme. -Mabel...

-No la molesten por esto. -dice con la voz quebrada sin abrir los ojos acomodando las gafas nasales que le administran oxígeno. -Además, que mierda le va importar lo que me pase.

-Eso debería decirlo yo, no que saques tus propias conclusiones. -digo cruzándome de brazos.

Roman abre sus ojos incrédulo apoyando los codos sobre la cama para tener mejor visión ya que la pared tapa mi silueta.

-¿Podrías dejarme hablar a solas con el imbécil que tengo frente a mí, Aaron? -pregunto a lo que asiente con una pequeña sonrisa.

Aaron camina hacia la puerta y la cierro tras de él una vez abandona la estancia. Dirijo mis pasos hacia la cama viendo como la mirada cansada de Roman me escanea. Si, segunda vez que me hace salir en pijama.

-Que haces...

-¿Qué, que hago aquí? -le interrumpí. -La pregunta no es esa Roman. La pregunta es, ¿Cómo mierda pudiste drogarte tanto hasta llegar a una sobredosis? ¿Quieres matarte? Entonces déjame hacer los honores, sabes que me encantaría hacerlo.

-Deja de ser tan dramática, estoy bien.

-Oh, estas bien ingresado en el hospital. Si, esa es la perfecta definición de estar bien.

-No entiendo cuál es tu problema en todo esto Mabel. ¿Qué tanto te importa?

¿Qué tanto me importa? Esa pregunta puedo hacérmela yo misma. Pero no sabría la respuesta, solo que me importa. Me importa y no puedo dejarlo pasar, no quiero que tome esa mierda, no quiero volver a verlo postrado en una cama de hospital. Aunque con los antecedentes de Roman es prácticamente imposible que no vuelva a acabar aquí.

-Me preocupo por quien me da la gana, ¿vale? -respondo a la defensiva.

-¿Te preocupas por mi? -una sonrisa leve aparece sobre sus labios mientras deja su cuerpo descansar de nuevo sobre el colchon.

Dios, luce fatal, su rostro está pálido, y las ojeras adornan bajo sus ojos rojos. Suspiro sentándome en el borde de la cama mientras Roman descansa su brazo sobre mis muslos brindando una leve caricia a mi cintura.

-Hagamos un trato. -digo consiguiendo toda su atención. -Nunca podré cambiar tu estilo de vida, lo sé de sobra, pero el tiempo que yo "te pertenezca" se acabó esa mierda. Por favor Roman.

-¿Y yo que gano nena? No te queda nada por darme, tengo todo de ti.

-Si esto vuelve a pasar aceptare que Jeffrey o quizás Holden paguen mi deuda e iremos por caminos distintos Roman.

-¿Me estas chantajeando? -me mira sorprendido.

-Sí, lo estoy haciendo. Y aunque no lo creas esto es más por tu bien que por el mío. Si pensara ahora mismo en mi estaría con Jeffrey, no contigo.

-¿Y se puede saber porque confías tanto en Jeffrey? No tienes ni idea de los negocios que lleva.

-El no me tocaría.

-Claro que no lo haría nena, porque ese no es su negocio. Te vendería a otros para que lo hagan.

¿¡Que!?

-Ahora no te parezco tan malo, ¿verdad? No deberías fiarte de cualquiera que te ofrezca ayuda, nunca sabes sus segundas intenciones.

Maldita sea, Jeffrey es un maldito proxeneta. ¿Dios, como siquiera pensé en dejarme ayudar por él? Como puedo ser tan estúpida, Roman no se rodea de gente legal, debí suponer que iba a ser algo sucio, pero no tanto.

-Qué dices, ¿Iras con Jeffrey ahora?

-No. -me precipito a contestar haciéndolo reír. -No es gracioso Roman. ¿Por qué no dijiste nada? Si hubiese aceptado su oferta, estaría en un burdel, haciendo quien sabe que, a... ¡Dios, quiero vomitar!

-Relájate nena.

-¿Qué me relaje? No puedo relajarme pensando que...

-¡Hey! Eso no iba a pasar, no te dejé, ¿Verdad? -pregunta a lo que yo asiento. -Bien, entonces deja de volverte loca y no me chantajees.

-Pero.

-No me pasaré con las drogas.

-Roman.

-Eres insoportable. -se queja rodando sus ojos haciéndome sonreír. -Puedo poner un plus a tu deuda por esto.

-¿Mas? Acabaré debiéndote el doble de lo que mi padre te pidió.

-Bueno, si me compensas ahora mismo valdrá por la próxima semana de mantenerme limpio.

-¿Me estas chantajeando tu ahora?

Se encoge de hombros mientras dirijo mi mano a los mechones rebeldes sobre su frente y aparto estos. ¿Cómo puede ser tan bello y destructivo a la vez?

Quito la sabana de su cuerpo haciéndolo apartar y dejarme un hueco en la pequeña cama. Mi brazo y pierna izquierda lo rodean posando la cabeza sobre su pecho sintiendo los latidos de su corazón.

Y ahora es cuando me doy cuenta de que podía haberme tocado algo peor.

-Sabes, siempre tuve una fantasía. -murmura contra mi cabello.

-No Roman, no vamos a tener sexo aquí.

-¿Por qué no? -pregunta riendo queriendo sonar indignado.

-Porque tu hermana puede entrar, Aaron también y que decir sobre las enfermeras y el médico.

-Ahí está el morbo Mabel, ser pillados.

-A mi no me da ningún morbo, me da espanto y vergüenza.

Ignorando mis palabras por completo se deshace de las gafas nasales y el camisón del hospital dejando su cuerpo semi desnudo frente a mis ojos. ¿En serio? Este chico sabe cuáles son sus puntos fuertes, sabe que es guapo, sabes que tiene buen cuerpo e intenta usarlo contra mí.

-Roman, vístete ya mismo.

-Cállate y bésame.

Su mano acuna mi mejilla acercando su rostro al mío para después pegar nuestros labios. Un beso hambriento, lleno de necesitad tanto por mi parte como por la de Roman. Sus labios se mueven sobre los míos pidiendo más mientras sus dedos se enredaban entre mi pelo rodeándome con la mano libre para pegar mi cuerpo más al suyo.

Eres insaciable Roman Graves y no puedo evitar caer en el abismo junto a ti.

Russian Roulette © +18 | Libro #1| Bill SkarsgårdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora