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ROSE SE VIO INCAPAZ DE CERRAR UN OJO EN TODALA noche. No podía dejar de darle vueltas a lo mismo. Su hermano era uno de los cuatro campeones que competirían cruelmente por el cáliz de fuego, y algo le decía que sólo eran malas noticias y que nada bueno podría salir de ello. Sabía que su hermano era muy capaz, pero la competencia estaba a otro nivel, ni siquiera podía imaginar sobre que serían las pruebas, ¿una competencia en escobas, tal vez?
Ni bien amaneció se levantó a ducharse y luego bajó a desayunar con la sola compañía de algún que otro estudiante. Neville llegó unos minutos más tarde y se sentó frente a ella con una sonrisa.
—Hola Rose —saludó animado—. ¿Cómo estás?
—Hola Neville —respondió—. Bien, ¿y tú?
—Bien, bien —asintió tomando una porción de budin—. Así que tu hermano es uno de los campeones, ¿eh? ¿No es eso genial?
—La verdad no tengo idea —suspiró y tomó un sorbo de su té—, dicen que la competencia es muy peligrosa y temo que algo le pase.
Neville asintió pensativo, entendía lo que ella decía, a pesar de no tener hermanos, porque si los tuviera no dejaría que nada les hiciera daño.
—¿Qué opinas de Harry? —frunció los labios—. ¿Crees que él metió su nombre?
Rose no se había detenido a pensar sobre aquello hasta ese preciso instante. Harry, quien era un año menor que ella y claramente no tenía diecisiete años, competiría contra su hermano, y sólo uno de ellos tenía posibilidades de ganar.
—Supongo que si, le creo. —Se encogió de hombros—. Ya tiene suficiente atención puesta sobre él, dudo que quiera más... Aparte, no creo que sea capaz de engañar a Dumbledor.
En ese momento llegó Ron, quien se sentó junto a Rose sin emitir palabra y comenzó a comer. La rubia y Neville compartieron una mirada, el pelirrojo se veía molesto.
—¿Ron? —llamó Rose obteniendo su atención—. ¿Qué tienes?
—Oh nada —dijo con sarcasmo, de manera hostil—, sólo que mi mejor amigo no quiso compartir conmigo su idea para participar del torneo.
