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TODO EL DOMINGO Y LUNES, ROSE SE LA PASÓJUNTOA su hermano, y en algunos pocos momentos con Cedric, buscando entre libros y practicando hechizos que le pudieran ser útiles contra los dragones. Casi siempre terminaban discutiendo y peleando, teniendo que tomarse momentos de relajación antes de volver a trabajar como si nada hubiese pasado. Para colmo, ella se encontraba repleta de tarea, lo que no le dejaba mucho tiempo libre.
Finalmente llegó el martes y Rose sentía que en cualquier momento vomitaría. En su vida había estado tan nerviosa. Para aunentar su estrés, recibieron una carta de sus padres, en la que sólo su padre le mandó saludos, ni una palabra de su madre, lo que si bien no le llamaba la atención, le hería.
La hora del almuerzo llegó y Rose se sentó en la mesa de Hufflepuff entre su hermano y Cedric, quien aún no era su novio pero a ojos de los demás parecía serlo. Los amigos de ellos parecían no soportar su presencia, pero no podía importarle menos en ese día en el que sus preocupaciones eran mayores.
—¿No vas a comer? —preguntó Cedric cuando ella ni siquiera amago a servirse.
—No —negó—, no tengo apetito.
—¿Estás nerviosa? —preguntó Calvin llenándose el plato—. ¿Es eso?
—Si. ¿Cómo puedes comer? ¿Acaso no estás nervioso?
Calvin asintió con la boca llena de puré y luego de tragar habló:
—Claro que lo estoy, pero voy a necesitar todas las energías, no es como que todos los días me enfrente a dragones.
Rose suspiró. La profesora McGonagall se acercó hacia ellos y llamó a Calvin, al parecer los campeones ya debían comenzar a prepararse. Si era posible, el estómago de Rose dio un vuelco. Tuvo la necesidad de buscar refugio en Cedric, necesitaba que la abrazara y le dijera que todo iba a estar bien, aunque sabía que no era cierto. Aún así, como si él hubiera leído su mente, pasó un brazo sobre sus hombros y la acercó a él para depositar un beso en su frente.
—Tranquila —susurró frotando su brazo—, nada malo va a pasarle.
Luego de que Cedric terminara de comer, ambos bajaron mano en mano al cercado donde se encontraban los dragones. Ya varios estudiantes estaban allí, ansiosos por ver de que se trataría la prueba, que era un secreto. Buscaron un lugar lo más cercano posible a la valla para asegurarse una buena visión. Rose comenzó a temblar, tanto por el frío como por los nervios y Cedric la abrazó de lado, tratando de transmitirle calor con su cuerpo.
