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AÚN FALTANDO TRES HORAS PARA EL BAILEDE navidad, Rose se fue a preparar antes de que sus compañeras fueran y ocuparan el baño. Primero se duchó y arregló su cabello es una elegante cola de caballo, era alta y tenía el pelo perfectamente liso, ni un pelo había quedado suelto. Luego se maquilló utilizando sombras doradas, un labial bordó y se pintó las uñas de los pies y las manos de color negro. Cuando sólo quedaba media hora se puso el vestido de tiras de satin rojo, que le quedaba ceñido hasta la cintura y luego se abría hasta llegar diez centímetros sobre la rodilla, con un escote en v y la espalda al descubierto; era sencillo pero le quedaba hermoso. Sus tacos eran stilettos de gamuza negros de quince centímetros en los que la punta le cubrían los dedos. Antes de salir se colocó nuevamente el collar, unos aros de plata redondos que casi le llegaban al hombro, pulseras a juego y se hechó perfume.
Había acordado encontrase con Cedric en el vestíbulo y allí se dirigió. Se encontraba nerviosa, le gustaba como iba, pero no sabía que era lo que él pensaría. Sus manos sudaban y se sentía mal al tener que limpiarlas en su vestido nuevo. Subió las escaleras desde las mazmorras cuidando cada paso porque sus piernas temblaban y allí había mucha gente frente a la cual podía hacer el ridículo. Luego de subir el último escalón levantó la vista y enseguida se encontró con los ojos grises de su novio que iba vestido con un elegante traje negro sobre una camisa blanca, su moño rojo hacía juego con su vestido.
—Vaya —susurró anonado, sin quitarle los ojos de encima, mientras ella se acercaba a él con una sonrisa nerviosa—, te ves preciosa.
Las mejillas de la chica se tornaron rosaceas, una vez más, parecía ser lo único que hacia aquel día, pero bajo el rubor que se había aplicado resultó imperceptible.
—Gracias —murmuró y apoyó las manos sobre su moño para enderezarlo—, tú estás hermoso.
Cedric tomó por segunda vez en el dia su barbilla y la miró a los ojos intensamente antes de unir sus labios con los suyos. A los segundos se tuvieron que separar porque abrieron las puertas del Gran Comedor y de a poco todos los alumnos pasaron a tomar asiento. Ellos se sentaron junto a los gemelos, Lee y sus respectivas parejas. Una vez que todos estuvieron sentados entró McGonagall seguida por los campeones y sus parejas. Calvin iba con Cho, Harry con Parvati, Fleur Delacoure con el capitán del equipo de quidditch de Ravenclaw y Viktor Krum junto a una bellísima Hermione.
Cuando los campeones se sentaron, todos comenzaron a pedirle a su plato que era lo que deseaban comer, siguiendo el ejemplo de Dumbledor, y Rose se decidió por pastas al igual que Cedric. Con tanta libertad era difícil elegir. Luego de la cena, el director les pidió que se pusieran de pie y con un movimiento de varita las mesas se corrieron y alinearon contra una de las paredes y a lo largo del muro derecho apareció un tablón con instrumentos sobre ellos. Las velas se apagaron y sólo quedaron algunas pocas que iluminaban el centro del salón. Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas y comenzaron a tocar un tema lento al que los campeones junto a sus parejas se pusieron a bailar. Cuando Dumbledor junto a Madame Maxime se unieron, los estudiantes los siguieron, Cedric y Rose no fueron la excepción.
