Atrapados

Con el fantasma de la habitación trece

-¿Qué fue eso? –Duo miró hacia el techo al notar la falla de luz.

Hubo un extraño silencio; Heero, Duo y Wufei remembraron esa espantosa penuria que sufrieron cuando se quedaron atrapados en el elevador del edificio de los Winner. Quatre, por su lado, recordó que debía decirle a Cristian que limpiaran aquella pesada cortina que le había caído encima. La sombría Relena levantó la cabeza desde su lugar en el sofá individual, notando la tensión, y miró un reloj analógico que se encontraba pegado en la pared por encima de una enorme y bella chimenea de blanco mármol; no contaba con números, por lo que solo ella y Peygan eran capaces de comprenderlo. El reloj marcaba las ocho en punto.

-Será alguna falla en el sistema eléctrico de la casa. –Murmuró Wufei con indiferencia.

La hermosa castaña decidió asustarles un poco en un intento por deshacerse de aquella frustración que tenía por el incidente de la comida; se aclaró la garganta ruidosamente, llevándose el puño cerrado a los labios, provocando que todos los presentes se giraran hacia ella. Dichos presentes por otro lado, sintieron de repente que estaban a punto de presenciar una conferencia de la Representante de Relaciones Exteriores.

-No es una falla eléctrica. –Murmuró ella, recobrando su usual jovialidad.

Duo estaba seguro de lo que venía, y no pudo contener su ansiedad por escuchar lo que venía o ver si alguno de sus compañeros tenía cierta sensibilidad hacia lo misterioso...

-Bueno, es lo más obvio. –Contestó Wufei a la chica, sin comprender del todo. –Si no es eso, entonces, ¿qué es?

Relena sonrió levemente, preparándose mentalmente para lo que iba a contestar; Heero, captando para dónde iba el asunto, puso los ojos en blanco.

-Bueno. –Comenzó ella. –En esta casa, exactamente a las ocho de la noche, las luces comienzan a fallar sin motivo aparente si hay personas habitando y se encuentran despiertas o fuera de sus habitaciones asignadas. Han revisado muchísimas veces las instalaciones, encontrando todo en perfectas condiciones, por lo que no han podido encontrar motivo alguno para que eso pase.

La azulada mirada de Sam, que se mantenía viendo la tv con su novio, se asomó por arriba del sofá que compartía con éste como quien no quiere la cosa; Relena supo entonces que tenía a todos enganchados por muy escépticos que fueran.

-Intentas asustarnos, ¿no? –Comentó Quatre, nada cómodo con la historia.

-¡Claro que no! –Relena rio levemente, incapaz de creer genuinamente que se pudiesen asustar con algo como eso. –Solo es un comentario, y hasta Heero ha comprobado que no miento.

Todas las miradas (excepto la de Trowa, que estaba entrado en un programa de juegos en la tv), se clavaron en el muchacho ojiazul; Heero, al sentir de pronto toda aquella atención hacia él, comenzó a sentirse bastante nervioso, no muy dispuesto a hablar con tanta facilidad y fluidez como la que poseía su diplomática novia. Miró a los presentes, y dándose un auto palmado de ánimo, contestó con toda la serenidad posible.

-Es verdad. A esa hora siempre la luz comienza a fallar, y por más que he buscado personalmente esa falla, no he podido encontrar la razón.

-¡Catorce! ¡Catorce, pedazo de... tabla! –Gritó Trowa, sabiendo que Relena se molestaba con las maldiciones, mientras gritaba al monitor de la tv.

Dorothy, sabiéndose de memoria la historia, se levantó alegremente para ir al baño de la planta baja y poder tomar una divertida ducha.

-¿No será que alguna otra casa o edificio esté robando electricidad de esta? –Cuestionó Sam, visiblemente nerviosa, aunque debía ser una persona con bastante sentido común.