En la playa. El viaje.

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Había un silencio tenebroso en casa, puesto que todos estaban esparcidos en los sillones de la amplia sala, con cara de haber sido apaleados esa tarde.

-Estoy tan cansado. –Se quejó Quatre, esparcido a lo largo del sofá más grande. –Me duele la cabeza y me siento muy mareado.

-Es por la pérdida de sangre. –Contestó Duo, sentado en el sofá individual, mientras revisaba sus pendientes de preventivo en su tablet mini.

Relena colgó el teléfono fijo, soltando un leve suspiro.

-Ay, no me culpen de eso, yo no tengo la culpa de que Quatre sea un virgen con partes heterosexuales parcialmente abiertas. –Se quejó la disoluta Dorothy, sentada en el otro sofá de dos plazas, mientras leía una revista para adolescentes. –Que sus gritos están comenzando a darme una fuerte resaca.

-¿Cómo se encuentran? –Sam cuestionó a Relena, de pie a su lado, ambas manos sobre su pecho con una mueca de eterna y dulce preocupación.

-Están bien. –Relena suspiró nuevamente, más que preocupada, acostumbrada a ese tipo de situaciones. –Trowa sigue inconsciente pero estable, y Heero ya quiere Salir del hospital.

-Ya veo...

-Qué bonita vista.

Todos miraron hacia donde aquella voz masculina; Wufei, bastante sensato y no tan cansado como el resto (era un preventivo que vivía ejercitándose, al igual que Duo se suponía), se encontraba al lado de uno de los ventanales abiertos que también servía de salida hacia uno de los tantos balcones de la casa, mirando hacia el hermoso mar que estaba a prudente distancia de ellos, el cual era de un color intensamente azul, con el rojizo sol bajando para ocultarse tras las tranquilas y bellas aguas del espeso mar...

-No se oculta el sol, ni siquiera se mueve, eso ocurre porque la tierra está girando y... ¡Cof, cof, cof! –El imprudente Duo comenzó a ahogarse con su saliva tras haber interrumpido la cursilada de la autora.

-Ya quedamos que no debes pelear con la narradora, que nos pasan cosas feas. –Murmuró Quatre a su amigo, palmeándole suavemente la espalda.

Relena, algo más relajada al ver semejante paisaje, se acercó a Wufei con algo de timidez mientras, de fondo, el resto palmeaba al 02 que ya se estaba poniendo algo morado.

-Ciertamente tenía algo de tiempo sin poder contemplar un atardecer tan hermoso desde este balcón. –Dijo la castaña con suma suavidad. –Es realmente hermoso.

-Siempre hay poco tiempo para apreciar lo que nos rodea. –Continuó el 05, dirigiéndole una encantadora sonrisa.

-Recuerdo que, cuando era pequeña, me gustaba mucho ver el atardecer desde la arena en la casa de playa que tenían mis padres, me relajaba mucho y me hacía feliz. Era como si estuviese viviendo en el paraíso tropical, rodeada de flores y ese hermoso aroma a océano...

-¡¿Tienes una casa en la playa?! –Interrumpió Sam el romanticismo, como si se rayara un disco, con su voz de mujer lobo.

"Una loba en el armario, tiene ganas de salir... auuu..." Pasó por la cabeza de Quatre, y éste comenzó a tener un ataque de risa sin motivo aparente. (1)

-Eh, si. –La castaña miró a la rubia, algo confusa y perpleja al verse interrumpidos sus recuerdos añorados, sin que esto le causara una molestia.

-¡Vaya! Eso es genial, Relena. Suena interesante pasar el tiempo allí, cómodamente, contemplando la playa, ¿no te parece?

Wufei, aun de pie como una estatua en la orilla del balcón, miró a aquella rubia con sorpresa, al igual que Duo y Dorothy, admirando su capacidad innata por interrumpir momentos hermosos sin que la autora le hiciera algún daño como le pasó anteriormente al 02. Quatre, por su lado, seguía en su ataque de risa.

AtrapadosWhere stories live. Discover now