En la hora de portarse bien

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Relena caminaba, completamente mareada y con los ojos desorbitados, en dirección a uno de los baños; aquella larga caminata por el recto pasillo parecía para ella una maratón de curvas locas donde a veces el suelo se fusionaba con el techo de la habitación. Tras ella se encontraban muy de cerca sus dos guardaespaldas suplentes (Hilde y Dorothy), ya que el guardaespaldas titular se encontraba más fuera de servicio que ella.

-Siento que va a caerse con esos tacones. –Susurró Hilde, en su sobrio vestido negro.

-¡Eso no es nada para ella! –Dorothy exclamó. –Debiste haberla visto cuando estábamos en la casa de playa... las plantitas que había en los maceteros se secaron de tanto que vomitó. Le dijo un montón de cosas a su hermano por teléfono, y no sé qué le diría a Peygan.

-Creo que deberían dejar el alcohol.

-¿Por qué? Es divertido y no engorda.

Relena, sin poder evitarlo más, se dejó caer sobre un macetero que estaba al lado de la puerta del baño, donde había una feliz palmerita, vomitando sobre éste ante la mirada de dos elegantes mujeres que pasaban por ahí, manchándose el largo cabello al tenerlo metido en la maceta; Hilde y Dorothy, alteradas, corrieron de inmediato a sostenerla para que no se cayera y se lastimara.

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-Buenas noches. –Saludó el flamante Milliardo Peacekraft, en un traje inmaculadamente blanco.

-Oh, Milliardo, qué gusto. –Contestó la animada señora Darlian.

Milliardo Peacekraft y Lucrecia Noin llegaron al lugar como si fueran el rey y la reina de Sank, bajando la hermosa escalinata de mármol que estaba en la puerta de entrada, atrayendo inmediatamente la mirada de todos los invitados presentes; el muchacho llevaba consigo un hermoso ramo de rosas blancas, tan enorme que parecía imposible que pudiese cargarlo, y la mujer se miraba radiante en su sobrio y largo vestido azul marino en donde se notaban su embarazo de seis meses de gestación.

-Alguien hizo la tarea. –Dijo Duo, imprudente, al verlos... por fortuna estaba lo suficientemente lejos para que lo escucharan.

-Qué gusto verla con bien, señora. –Exclamó Noin, respetuosa.

-Heero Yuy. –Exclamó Milliardo. –No te miras muy bien.

Al lado de la señora Darlian se encontraba el nombrado, con cara de zombie desvelado y en época de hambruna, cuya piel era de un color verdoso y sus ojeras oscuras eran demasiado oscuras y notorias.

-No te preocupes por él. –Dijo la señora, restándole importancia con la mano. –Solo está un poco enfermo.

Noin conocía perfectamente la mirada de ebriedad característica, así como la mirada de la cruda moral (por los soldados ebrios que estuvieron a sus órdenes en el pasado), pero guardó silencio prudentemente. Eran chicos, al fin y al cabo.

-¿Dónde está Relena, la cumpleañera? –Cuestionó Milliardo.

-Fue al baño, en un momento... oh, ya viene.

Noin volvió a sorprenderse, pero esta vez fue demasiado evidente la mueca de su rostro al ver a la chica aproximarse a ellos; la representante Darlian venía caminando tambaleante, con el glamor de princesa que normalmente la caracterizaba por los suelos, con el cabello largo extrañamente húmedo, y el delineador corrido (por las lágrimas tras haber vomitado cerca de 15 minutos) como si hubiese llorado lágrimas negras. Tras ella venían las escoltas Hilde y Dorothy, frescas como unas lechugas.

-Mira quién ha venido a visitarte, Relena. –Dijo su madre adoptiva con énfasis, coronada con una sonrisa perpetua de "no pasa nada".

-Mi-lliar-do. –Pronunció la princesa zombie, poniendo los pelos de punta a su hermano y a su esposa.

AtrapadosWhere stories live. Discover now