15. Inoportuno.

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Narra César/Aitor.

—Hey César, ¿Dónde estabas? —preguntó aquel lobo azul con una sonrisa.
—Salí a caminar un rato —respondí con cierto nerviosismo.
—Entiendo... y, ¿Cómo estás?, ¿Qué tal dormiste? —preguntó atento.
—Eh, estoy bien y dormí bastante bien, gracias —respondí con una leve sonrisa.
—Me alegra saber eso —dijo feliz para darle una ojeada a mi casa— ¿Aquí es dónde vives ahora?, ¿Porqué no me contaste que te habías mudado?
—Bueno, es que... —no alcance a responder.
—Es verdad que tienes amnesia, perdón por el reclamo —comentó con cierta culpa.
—Está bien, te entiendo, pero trata de entenderme tu también —dije suplicante.

Era un hecho que yo no era ese César qué él conocía, sin embargo, creía que si podía ayudarlo a llenar ese hueco reemplazando a César, sería como expiar mis pecados.

—Tienes razón, perdóname, ahora que saliste del hospital lo menos que debería hacer es evitar hacer comentarios así —comentó triste.
—No pasa nada, supongo que esto es nuevo para los dos, así que, no te pongas triste —comenté sonriéndole.

El me devolvió la sonrisa  y me atrapó una vez más en sus grandes y fuertes brazos.

—Tú siempre tan cálido, es bueno saber que eso no ha cambiado en ti —dijo en el abrazo.

No sabía cómo reaccionar, solo esperé a que él se separara de mi para poder pensar mejor las cosas.

—¿Qué te trae por aquí, Daven? —pregunté.
—Creí que sería buena idea invitarte a desayunar —respondió con una sonrisa.
—Oh, justamente acabo de venir de desayunar —dije apenado.
—Qué mala suerte, debí haber llegado más temprano, jaja —comentó algo desanimado.
—De todas maneras y sí quieres, podría acompañarte, ahora que salí del hospital no quisiera estar encerrado en mi casa todo el día —le propuse.
—Me parece súper bien, de todas maneras si se te antoja algo me dices, ¿Va? —preguntó.
—Muy bien, solo dame diez minutos, ¿Sí?, Quisiera cambiarme la ropa —comenté.
—Sí, está bien, yo te espero —dijo sonriente y cruzó los brazos.
—Uh, ¿Quieres pasar?, Podrías esperarme adentro —dije apartándome un poco de la puerta.
—Seguro... —comentó en tono dudoso y entró a mi casa.

Para mí suerte el día anterior había estado limpiado mi casa, procuré que mi espacio personal estuviera arreglado y fuera cómodo para mi. Aunque mi yo del pasado no haya sido la fursona más ordenada del mundo estaba tratando de cambiar eso al menos en beneficio de la nueva versión de mi.

—Puedes sentarte ahí en el sofá, yo volveré en unos minutos —dije cerrando la puerta para ir a mi habitación.

Él asintió mientras me seguía con la mirada, incluso antes de cerrar la puerta de mi habitación, una vez adentro, inhale y exhale profundamente, la situación había logrado ponerme muy tenso y no era el plan el comportarme extraño con él o hacerle que despertara sospechas, me pregunté sí tendría que adoptar una manera especifica de actuar y sobre todo cómo se comportaba César, no sabía qué hacer. Tenía muchas preguntas venían una tras otra a perturbar mi momento de aparente tranquilidad, llevé mis manos a la cabeza algo alterado, respiraba tratando de calmarme cuando del otro lado de la puerta tocaron.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Daven al otro lado de la puerta.
—Sí, estoy bien, ya casi salgo —respondí tratando de mantener la compostura.
—Bueno, sí necesitas algo solo dime —comentó y oí sus pasos alejándose.

Traté de espabilar y poco después seguí en lo que estaba, finalmente me vestí y salí de mi habitación. Daven seguía ahí sentado, estaba viendo la televisión, estaba tan concentrado en el programa que no se percató de mi presencia, este descuido de él me dio tiempo para verlo un poco más detenidamente. Realmente era enorme, sus facciones también eran un tanto peculiares, ¿Por qué alguien como él se fijaría en alguien tan débil y enclenque como yo?, me daba cierta intriga el saber el origen de la relación, el como se conocieron, pensé que lo mejor era preguntarle. Lentamente me moví para quedar detrás de él y lo abracé, él se sobresaltó un poco pero luego me miró con un leve sonrojo en la cara, acto seguido se levantó y agachándose a mi altura me besó. Me sorprendió un poco el hecho, sin embargo le correspondí, me pregunté  sí había sido lo correcto aunque debía admitir que me había gustado. Finalmente ambos nos separamos  y el me volvió a abrazar.

—Te amo César —dijo.

Ese nombre, de alguna manera me hacía sentir raro, sabía que esa fursona no era yo, que estaba engañando a este hombre de una manera cruel y como a manera de castigo sentí un dolor punzante, volví a posicionar mis manos en mi cabeza tratando de controlar el dolor.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado.

Daven aún más preocupado se acercó a mi sin saber que hacer, me abrazó y pegó mi cabeza a su pecho a manera de consuelo.

—Tranquilo, tranquilo, todo va a estar bien —dijo a manera de consuelo.

Minutos después el dolor cesó, tenía los ojos llorosos y estaba muy alterado.

—¿Necesitas que te lleve al médico o algo? —preguntó.
—No, no, ya estoy bien, no sé porque me pasa esto —respondí.
—Quizás sea una secuela del choque, ¿seguro que estás bien? —preguntó.
—Sí, solo dame un momento para reponerme —respondí.

Daven asintió y estuvo ahí cuidándome en lo que yo me tranquilizaba, realmente estaba empezando a arrepentirme de haberme involucrado en la farsa, aunque no quería atribuir el dolor a la situación, quería pensar que se trataba de otra cosa. Suspiré y me levanté del sillón ya más calmado.

—Listo, ya nos podemos ir —dije con una débil sonrisa.

Daven me miró con cierta preocupación, pero me devolvió la sonrisa, ambos salimos de mi casa, caminamos un poco y él me tomó de la mano, era el momento de indagar en el pasado de César.

—¿Puedo preguntar algo? —pregunté timidamente.
—Claro, lo que quieras —respondió el lobo.
—¿Cómo fue que nos conocimos? —volví a preguntar.
—Esa es una historia muy graciosa jajaja, verás, cuando estaba en la preparatoria yo solía ser el mariscal del equipo de fútbol americano, ese día durante uno de los entrenamientos tú pasaste por ahí, justo en ese momento uno de mi equipo dio un pase largo hacia mi, pero como yo estaba embobado mirándote el balón término dándote de lleno en la cara y caíste al suelo —hizo una pausa para reírse, yo me sentía algo apenado con la historia— entonces reaccioné y corrí hasta donde tú habías caído y te miré —hizo otra pausa, al parecer se estaba remontando a ese día— te lo juro, no sé que me pasó, en cuanto te vi, me sentí muy feliz, como si hubiera encontrado algo que estuviese buscando, te encontré a ti —me sonrió— comencé a moverte un poco para ver si reaccionabas y como no lo hiciste tuve que cargarte y llevarte a enfermería, estuve ahí contigo un par de horas hasta que despertaste, conversamos un poco, tu sonrisa me pareció muy encantadora, y pues una cosa llegó a la otra, empezamos a salir, te declaré mis sentimientos, tu los aceptaste y así nos convertimos en pareja.

No hice más que escuchar atentamente la historia, al menos ya sabia un poco del como habían sucedido las cosas, Daven al parecer entendió mi silencio y parecía feliz de cómo estaban yendo las cosas, estuvimos así un par de días saliendo, conversando un poco del pasado de ambos y a su vez yo aprendía de él, realmente llegué a sentir que yo era César y a mi parecer el apoyo que proveía a Daven estaba tomando un buen rumbo, ambos cada vez nos abríamos más y nos amábamos, procuraba salir a pasear con él para no tener mi mente estancada y tratar de recuperar algo de mi antigua vida, cualquier cosa. 

Para mi mala suerte, sería una de esas salidas cuando todo daría un giro inesperado y no haría más que darle dudas a aquel lobo. Ese día yo iba junto a Daven, caminábamos por un parque ambos tomados de la mano, ya me había acostumbrado a la nueva vida con él, ya no me sentía tan incomodo como los primeros días, tenía mi mirada al frente y un rostro sereno aunque por dentro seguía tratando de recordar un poco de mi pasado, de alguna manera terminé manifestando aquello, aunque no de la manera en la que hubiera deseado. Una fursona pasó caminando frente ambos muy tranquilamente hasta que giró a verme, pude reconocerlo, sí mal no recordaba creo que su nombre era Aarón, él en cuanto me reconoció paró en seco y se dirigió a mi con algo de felicidad pero a la vez confusión.

—¡Hey Aitor!, tiempo sin verte, ¿Quién es él? —preguntó el oso algo curioso.
—Disculpa que te interrumpa, pero ¿Quién es Aitor? —preguntó Daven.
—Él es Aitor —respondió aquel oso señalándome.

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Hasta aquí el capítulo, perdón por tardar en actualizar, la escuela cada vez es más pesada, espero les haya gustado este capítulo. Quisiera agradecer a mi amigo TiranoThunder400 por aportarme ideas para este capítulo.

Nuevamente muchas gracias por todo el apoyo a esta historia, recuerden votar y comentar. ^^

Les quiere
—MadSoul345.

Aitor (Furry/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora