A tiempo para la cena

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Veo a la reina pasear nerviosa enfrente de mí y todo lo que puedo hacer es negar con la cabeza porque, buen Dios, ella no es la que va a ir a cenar con su futura suegra poniendo su vida en peligro.

- Estará todo bien, madre, sólo será una cena y...

- Ni siquiera te has propuesto adecuadamente a la señorita Dahl, por lo que discúlpame si soy la única que ve el problema que esto representa.

- Madre...

- Recuerda lo que hablamos.

Cómo no lo haría, estuvo casi una hora diciéndome que me comporte y que tengo que invitarlas mañana a cenar para pedirle matrimonio a Mia como es realmente debido (no es como que pueda fingir que madre no me tuvo otra hora escogiendo un anillo entre las joyas de la familia) por lo que he de admitir que madre me pone ansioso por estar aquí en lugar de por tener que irme.

- Sabes que tengo todo bajo control, tengo mis encantos por lo que no hay forma de que algo salga mal.

Me ve fijamente sin hacer ninguna expresión y luego niega con la cabeza acercándose a mí abrazándome sin decir nada.

- Ten una linda velada.

- Gracias madre.

Beso su frente y ella me da una cálida sonrisa para dejarme ir, sé ella sólo quiere que todo salga bien, pero debe tener fe en lo que hago, después de todo ella fue quien mi crio como soy y he de admitir que lo hizo muy bien.

Elliot y yo hacemos el más que conocido camino hacia casa de Mía y la verdad es que he de admitir que mientras más nos acercamos, más siento un nudo en el estomago a causa de los nervios y es cuando muchas preguntas comienzan a pasar por mi mente, ¿qué sucede si la madre de Mía me considera muy grande para su hija?¿si no le agrado?, o peor aún, ¿qué pasará si todo lo que ella quiere es que su pequeña hija regrese a Malmö con ella después de terminar la escuela? Porque si nos casamos no hay forma de que dejemos Dinamarca, y es algo que cruelmente tendré que hacerla entender si es necesario.

El auto se detiene a fuera del pequeño edificio y suelto un pequeño suspiro tomando la bolsa del vino esperando a que Elliot abra la puerta mientras hace su "revisión" habitual por lo que agradezco los pequeños segundos de paz  que me da para mantener mis ideas en orden (si es que es posible).

La puerta se abre sacándome de mi burbuja por lo que bajo del auto manteniendo mi postura, venga amigo, he hecho cosas mil veces más difíciles y la mayor la cometí cuando le pedí matrimonio a Mía y no morí así que no hay forma de que no pueda sobrellevar una simple cena en casa de mi prometida con su madre.

Salud al portero que ya no se sorprende al verme llegar al igual que el vecino fumador de Mía de sesenta años quien siempre ve a Elliot con cara de pocos amigos, camino por el pasillo y subimos las interminables escaleras que nos llevan al siempre tranquilo piso de mi prometida (he de admitir que cada piso es un mundo diferente, pero el de ella siempre es el tranquilo con olor a lavanda).

Nos detenemos frente a la puerta y veo a Elliot quien asiente con la cabeza y se aleja unos pasos de la puerta hacia el pasillo, él sabe muy bien cuanto odio que esté justo afuera escuchando todo lo que sucede (aunque se muy bien que ese podría ser la mitad de su trabajo asignado por mi padre, pero no ha forma de que no me pueda defender por lo que no hay de que preocuparse).

Toco la puerta un par de veces y sonrío por dentro cuando escucho las ya conocidas pisadas de Mía en el interior del apartamento correr; la puerta se abre de golpe y mi linda prometida aparece frente a mí con un lindo vestido verde y su cabello en ondas que la hacen ver aún más linda de lo que siempre se ve.

El Príncipe (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora