Aalborg

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Mi frase favorita en el mundo es cuando todos me dicen que no me puedo salir con la mía siempre, porque siempre termino saliéndome con la mía, le adjudico mi suerte a mis encantos, pero la Reina disfruta decir que soy un poco manipulador y por eso todo siempre sale como quiero, en mi defensa, he sido criado para ser el Rey, y parte de mi educación trae el saber hacerme escuchar, y yo realmente tengo un talento para eso.

En este momento, con Mía durmiendo a mi lado mientras llevamos la mitad de camino hacia Aalborg todo lo que puedo pensar es en lo que sencillo que fue convencerla de venir conmigo, un poco de palabras lindas por aquí y otras por allá y diez minutos después estaba ayudándola a empacar su computadora y unas cuantas cosas para después verla dormir mientras avanzaba en mi trabajo.

No tengo ni la más mínima duda de que no voy a terminar la mitad del proyecto para enviarse en dos horas, pero tampoco voy a rendirme tan fácil, intentaré tener quizá un tercio del trabajo, pero que tenga la calidad necesaria para poder aprobar la materia, (o en caso de no ser así, usaré mi carta de príncipe con deberes a la corona para obtener un aplazamiento de fecha de entrega, no estaré orgulloso de usarla, pero quiero terminar este curso para diciembre).

Estiro mis brazos todo lo posible dentro de la camioneta y veo hacia enfrente donde un tipo de seguridad que apenas conozco está conduciendo, puede sonar algo tonto de mi parte, pero en este momento preferiría que fuera Elliot quien estuviera en el asiento frente a mí, pero considerando que ha estado despierto la misma cantidad de horas que yo, se le ha dado la oportunidad de ir en la otra camioneta y descansar.

Buen señor, como quisiera yo también poder descansar, aún usando gafas no puedo ver bien el párrafo que estoy escribiendo, por lo que espero que al menos diga una tercera parte de lo que mi cabeza procesa, porque puedo tener un gran talento para estar despierto, pero si cuatro tazas de café no me están ayudando a evitar dormirme, no hay nada en el mundo en que me mantenga despierto.

Volteo a ver a la señorita Dahl, quien en este momento es la causante la mayor de mis envidias, se ve tan tranquila durmiendo escuchando lo que sea que se esté reproduciendo en su teléfono siendo ajena al estresado de su prometido que trabaja a su lado. Podría ser una mala persona y despertarla para tener una conversación con alguien, pero como me gusta tener mi integridad intacta (y van a tomar fotos del evento) prefiero no tener ninguna pelea con ella en la que mi bella cara peligre.

Minutos y minutos pasan y en el momento en el que veo que comienza a aparecer el primer rastro del Sol en el cielo cierro la computadora con alivio, he podido escribir treinta paginas en tres horas, lo que me deja una hora para leer el discurso que está en la carpeta a lado mío esperando a que siquiera me digne en abrirlo (a demás de la mirada de mi asistente que no ha dejado de estar sobre mí en espera de que comience a estudiarlo).

-¿A qué hora se supone que comienza el evento?

- Ocho y media, mi señor.

-¿Cuánto falta para llegar?

- Probablemente cuarenta y cinco minutos, Alteza.

Lo cual, si estudio durante cuarenta y cinco minutos hasta llegar al  monasterio de Aalborg me deja quince minutos para recostarme en el auto, la verdadera pregunta es si debería tomar esos quine minutos antes de estudiar o después de hacerlo.

Tomo la carpeta que esta a mi lado y la abro suspirando al ver las cuatro páginas llenas de texto que muy apenas puedo distinguir, por lo que claramente la decisión de dormir primero es la mejor que puedo tomar en este momento.

- Despiértame en quince minutos, Corlys.

- Mi señor... el discurso...

- Me temo que no se irá a ningún lugar si lo dejo otros quince minutos en su lugar, no soy capaz de leer una palabra de lo que dice ahí, quince minutos, es todo.

El Príncipe (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora