Atrás quedará quien eres ahora

677 50 1
                                    

Muchos contratos que puedes hacer a lo largo de la vida cargan consigo grandes responsabilidades y compromisos, y lo cierto es que, el matrimonio es uno, y como no puede ser tomado a la ligera, la señorita Mia Dahl tiene frente a ella dos personas indicándole los "cambios" que hay que hacer en ella para que pueda convertirse en un miembro mas de esta familia,  porque como todos aquellos que ostentan el apellido de la casa real, tienes que dar algo a cambio para ser parte de.

Las expresiones de mi prometida me hacen vagar en la incertidumbre por saber que es lo que esta pasando por su cabeza, no ha hecho ningún comentario por lo que podría esperar cualquier cosa viniendo de ella (incluso que decida no aceptar nada de lo que se le ha dicho y que lance su anillo de compromiso directo a mi cabeza).

- Solo para ver si estoy entendiendo, me harán firmar para renunciar a mi nombre y a mi nacionalidad.

- Así es, señorita, los miembros directos a la linea de sucesión al trono no pueden tener otro nombre a demás del de la casa real.

-¿Entonces en el momento en el que nos casemos, mi apellido solo desaparece?

-  Le recuerdo que su primogénito será el monarca de este país en algunas décadas.

Mia voltea a verme sin decir nada y antes de que pueda decir algo ella regresa a los papeles que están frente a ella en el escritorio leyendo detenidamente frunciendo el ceño cuando ve algo que no le gusta.

-¿Qué tiene de malo mi nacionalidad?

- Nada, por supuesto, pero los miembros directos de la línea de sucesión...

- Yo no tengo nada que ver con la línea de sucesión.

El asesor de la familia ve a Thomas buscando algo y cuando este solo asiente con la cabeza deja salir un suspiro para hablar:

- La Casa Real debe tomar decisiones en base a sucesos que pueden o no ocurrir, si el Príncipe Heredero llegará a fallecer con un heredero, pero este no tiene la edad suficiente para ostentar la corona, usted, portando el titulo de Reina Madre se convertiría en regente del país hasta que su hijo tenga la mayoría de edad.

Mi prometida voltea a verme de nuevo y todo lo que puedo hacer es preocuparme porque en este momento su expresión no es nada alentadora, no sé qué pasa por su mente, pero no hay duda de que algo bueno no puede ser.

- No hay forma de que yo pueda hacer eso.

- Es parte de sus obligaciones al casarse con el príncipe.

Ella sigue ojeando los papeles de la mesa y deja salir un largo suspiro para después ponerse de pie y acercarse a mí, se sienta a mi lado y une nuestras manos mientras se queda en silencio esperando a que yo diga algo, cuando lo cierto es que mi mente está en blanco porque no puedo adivinar lo que siente.

-¿Tú esperas que haga todo esto?

¿Yo? Yo solo espero que se quede a mi lado y ya, pero no soy estúpido, cada miembro de la familia tiene un papel en ella y al convertirse en princesa directamente, es más que claro que se le otorgarán grandes responsabilidades, incluso si yo no estoy.

- La corona espera que hagamos esto.

-¿Espera que deje de ser yo? Porque hasta este momento lo único que me mantiene cuerda es saber que puedo seguir llamándome Mia.

- Esto no es sobre nombres, solo es papelo antes de la boda, firma y continuemos.

La mujer a mi lado suelta mi mano y levanta la cabeza para por primera vez dar una orden frente a mí tomando por sorpresa a todos los presentes cuando se les indica ordenar la sala, cosa que hacen de inmediato al notar que está a punto de suceder una conversación de la que ellos no quieren ser parte.

El Príncipe (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora