| CAPÍTULO XXIII |
Ronald abrió los ojos sorprendido. Hermione se veía hermosa, feliz. Había llegado sonriendo... y esas sonrisas eran dedicadas al hombre que le acompañaba, el hombre que cargaba a su hijo... dedicadas a nada más y nada menos que Severus Snape.
Sinceramente, no podía creer que la causa de su felicidad fuese aquel hombre y no él. Ron sabía que era tonto... pero, no recordaba haber hecho algo que pudiese lastimar a la castaña. Simplemente ella era indiferente ante sus sentimientos... En algún momento de su adolescencia ella estaba perdidamente enamorada de él y sí, él fue novio de Lavender... pero él no era consciente de los sentimientos de su mejor amiga. No obstante, le demostró que su lugar era junto a ella. ¡Y Snape había estado presente! Presente en aquella ocasión en la que, aturdido, llamó a Hermione. ¡A Hermione! A ninguna otra más que a ella.
Snape sabía que entre ellos había algo... y no lo respetó. Porque en la imaginación del pelirrojo, su ex profesor interfirió en la relación que ambos tenían. No podía haber otra explicación... Hermione tuvo que haberse fijado en él mientras eran novios...
Seguramente Hermione se había ido al mundo muggle devastada porque creyó que el murciélago había muerto... que no pudo salvarle la vida...finalmente, ella había salvado su vida, en consecuencia, una terrible pelea se desató entre ellos aquel día.
La postura de Ronald no podía cambiar, no debían socorrer a un traidor; la castaña lloraba ante su cuerpo casi inerte...
Ya era demasiado tarde para reclamarle.
Ella tenia una pequeña familia y lucía feliz. ¿Qué podía hacer a esas alturas?
—Hola...—Saludó primero.
—Hola. —Contestó.
Su sonrisa había disminuido en cuanto lo vio. Extrañaba la amistad de Ron, le tenía un profundo aprecio, no obstante, recordaba con pesar la humillación que le hizo cuando recién regresó. Si de verdad la amó, si de verdad la respetó... ¿Por qué le gritó que era una zorra en el pueblo?
—Hermione, yo te debo una disculpa.
Snape levantó una ceja. Aún cargaba a Aedus. Ginny se acercó a él y le preguntó si podía sostenerlo. Él no contestó, se limitó a entregárselo a la pelirroja y caminó a la cocina dónde Sirius se encontraba preparando la cena.
Entendía que Hermione necesitaba privacidad, la cual no tendría pues Ginevra y Harry estarían presentes... Sin embargo, eran asuntos de su generación. Él no tendría porque estar involucrado en pleitos de niñitos.
—Sí. Me la debes. —Contestó tajante.
—Quisiera que todo volviera a la normalidad, vine a suplicarte tu amistad... que todo vuelva a ser como antes.
—Ronald...—Suspiró. —No voy a negarte lo enfadada que estuve... lo decepcionada que... arrrhg, sobre todo... lo indignada que me sentí ante tus palabras.
Dijo con exasperación.
En la cocina, Severus saludó a Sirius con un movimiento de cabeza. Sirius le devolvió el gesto mientras se recargaba sobre la barra. Severus apoyó su cuerpo contra la pared y miró por la ventana.
En ese momento, Severus sentía mejor la compañía de Sirius que la soledad. Sentía que el asqueroso perro sarnoso podría comprenderle.
—Increíble. ¿No crees? —Inició Sirius.
—¿Qué?
—Hermione... Una bruja excepcional.
—Sí.
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Decisión.
FanfictionHermione Granger, la bruja más brillante de su generación, no ha concluido sus estudios mágicos y además está esperando un hijo del hombre más cruel, sarcástico y frío que existe... Severus tiene que decidir si de verdad quiere esa nueva vida para é...