Five.

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Julia. —

La suerte no me acompaña. Rachel, una compañera que también tuvo que padecer con Colder, me llama y me dice que me he olvidado mi libro de dirección audiovisual. Libro el cual si no fuera tan caro y tan valioso para mis notas, no volvería por él, pero como es todo lo contrario tengo que volver.

Camino como zombie, pero esta vez más alerta por si me choco con Bruno. Llego hasta el salón y vuelvo por los corredores.

Una mano sujeta mi brazo. Me giro fastidiada.

—Ahora qué mierda quieres. — digo al girar.

—Hmmm que mal humor que tenemos hoy. — Dice él riendo. Toma mis dos manos y me acerca a él. — ¿Colder las torturó mucho?

—Evan... eras tú. — suspiro, cansada, aliviada, rendida, apenada, todo junto.

—¿Quién te andaba molestando, Cielito?

—Nadie. Es sólo que, las pocas horas de sueño, el estrés, Colder, tuve que volver por mi libro. — señalo el libro.—¿Tú no deberías estar en clase?

—Salí para ir al baño y justo en lo que estaba volviendo te vi. —sigue acercándose a mi.

—Evan, estoy cero mimosa hoy, me gustaría volver a casa lo más pronto posible. — hago referencia a sus manos reteniéndome.

—Oh, lo siento... sólo quería darte un beso.— me suelta las manos.

Me acerco a él y beso sus labios cortamente. — te espero a la tarde en mi casa ¿Si?

Él asiente un poco distante y luego  cada uno por su lado.

Evan.—

Vuelvo a mi clase  aún más confundido que antes. Julia nunca había sido así conmigo, por más malhumor que tenga. No se negaba a un beso o a un mimo por más pésimo humor que tuviera. 

Y todas estas situaciones me llevaban al nombre Bruno.

***
A la salida de la clase James y Malcom me preguntan por qué mi cambio de humor. La verdad es que estoy enojado, porque Julia no mencionó su charla con Bruno y, por otro lado, estoy molesto porque no debería ponerme celoso, confio en Julia y en lo que tenemos. Pero no confio en Bruno, algo raro está pasando con él.

Volvemos a la cafetería por algo para comer, James parlotea sobre su visita a la casa los padres de Clarie. Estaba nervioso porque era la primera vez que se presentaba en la casa de suegros. Pero al parecer salió todo bien.

Ellos parecen notar mi cara de mal humor y me preguntan qué sucede.  La verdad es que no quiero comenzar a darme cuerda con ese idiota y es posible que ellos potencien esa desconfianza que tengo.

—Nada, olvidé que debo presentarle un trabajo a Catania para mañana y no tengo nada hecho. —miento.

—Anda, admite que es por el morenazo. — me codea James.

—James, no estoy celoso.

—Jimis, ni istiy cilisi. — hace una mueca y con su mano hace como una marioneta que habla. — ni tu te la crees.

—Cielo no me engañaría jamás. Así que estoy tranquilo.

—No seas malo James, yo tampoco creo que Julia sea capaz de irse con otro, por más que ese tipo este tallado a mano, con sonrisa de perlas y ojos maravillosos...—Me mira Malcom con picardía en su rostro.

—¡Ay callense!— me quejo.— no estoy celoso ni lo estaré, por qué mejor no se preocupan por sus chicas  ¿eh?

— porque a Clarie aún no le ha salido un ex novio de la humedad como le pasó a Cie...—Pateo con fuerza su pierna.— ¡Maldito! —chilla.

—Te he dicho que soy el único que  le llama así, a la próxima va en la entrepierna.

—No desquites tus celos conmigo. —ríe sobándose la pierna.

Tomo mis cosas y me levanto.— me voy, no se puede mantener una charla seria con ustedes, manga de tarados.

Ellos siguen comentando cosas para fastidiarme mientras me alejo, pero no tengo ánimos para aguantar bromas pesadas.

***

Llego al apartamento de Julia, ella me abre y me saluda con un beso. Se la ve mucho más animada y alegre.

—Tu humor está mucho mejor ¿eh? —paso y tiro mi mochila en su sofá.

—Es impresionante lo que pueden hacer horas sin dormir. Por suerte ya estoy más descansada y de humor.— se tira en mi espalda y rodea mi abdomen con sus brazos. — hey, alguien ha estado comiendo de más, me parece. — aprieta mi abdomen.

—Que graciosa Julia.— aparto sus manos de mis abdomen. Ella ríe y desaparece en la cocina.

Creo que debo considerar la opción de volver al gimnasio y ponerme en forma de nuevo. Tampoco es que estoy abandonado, pero el invierno y comer y dormir y comer y el frío y comer me han dejado con pancita.

—Estaba preparando brownies...— grita desde la cocina.

—¿Y así te quejas de mi grasa? Contigo no se puede.

Voy hasta la cocina y me apoyo en el umbral de la puerta.

—Te traté mal hoy a la mañana y quería disculparme de alguna manera contigo. — deja el horno, se da media vuelta y me abraza.

—Con un beso tuyo basta. Pero no te voy a despreciar esos brownies. Eres la mejor cocinando, Cielo. — la rodeo y beso su frente.

Mientras estamos así me acuerdo de lo que pasó esta mañana, de que la vi con Bruno. Y que al parecer no ha considerado importante decírmelo o comentarlo al pasar.

Julia.—

Me separo de Evan y vuelvo a apagar el horno.

—¿Qué tal tu día? — pregunto sentándome en la encimera.

Él me mira y duda un poco en contestar. De pronto lo noto algo raro. De hecho desde que llegó no tiene el humor que sabe tener siempre cuando llega a casa.

Si era por lo de hoy a la mañana le estaba pidiendo disculpas en ese momento.

Aún así estaba raro.

—un poco agotador.— dice después de varios segundos.— ahora soy yo el que tiene pocos ánimos.

—¿Estás así por lo de hoy a la mañana? Perdóname, estaba con mucho sueño, exhausta, no veía las horas de volver a casa a dormir.

—No es por eso Cielo, tranquila. No me enojaria contigo por eso. — se acerca a mi y me abraza. — es por otra cosa, problemas míos nada más.

***

La tarde pasa, le pido a Evan que se quede a dormir conmigo. Se lo ve cansado, lo convenzo diciéndole que le daré masajes si se queda a dormir.
Pedimos comida y nos preparamos una buena tanda de películas para reír.

Con el correr de los minutos logró cambiar su cara y ahora está como siempre, cariñoso, burlón, un poco pervertido, la costumbre digamos.  Aún así me intriga saber por qué estaba así cuando llegó.

Después de cenar nos vamos a mi habitación, él se quita la remera y se acuesta boca abajo para que haga lo que le prometí. Yo me subo arriba de él y comienzo a pasar mis manos por sus lunares hasta subir a sus omoplatos.

Mi celular suena. Maldigo en silencio.

—Cielo. — se queja él.

— atiendo y vuelvo rápido.

—No te demores o iré a buscarte y no te salvarás de mi. —advierte.

Miro la pantalla de mi celular y maldigo.

Regresaras a mis Brazos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora