Colores

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El tiempo pasaba rápido, y no podía creer cuando me enteré de que ya llevábamos un mes conociéndonos.

Tu hermano notó el interés que ponía en tí y, para mi regocijo, no se opuso a mis visitas que resultaban ser casi diarias. Todo lo contrario, parecía feliz de que tuvieras un amigo.

Una vez, me hiciste una pregunta:
— ¿Cuál es el punto más importante de la visión? —me quedé callado un segundo tratando de entender qué habías querido decirme.
—No comprendo tu pregunta.
—Quiero decir... Yo puedo saber qué es un objeto gracias a la temperatura o la textura que me ofrece cuando lo toco, o cómo los sonidos se comportan en su presencia. Pero... dime, ¿cómo tú diferencias cada cosa, sin necesidad de tocarlo, o de acercarte?
—Oh, gracias a los colores. —imaginé cuántas veces pensabas en esa cuestión sin poder expresar la pregunta. Así que, para detallar más mi respuesta, añadí—. Cada persona y cada cosa tiene un color y un brillo que lo identifica y lo diferencia del resto.
— ¿Colores? —hiciste ese gesto de confusión tan propio.
—Si —repuse—. Por ejemplo, tu pelo, es castaño. Y tus ojos son azules.
—Azul. —repetiste. Lo habías leído y escuchado tanto que se notaba tu intriga.
—Si, como el mar.
—No soy capaz de imaginarlo. Debe ser hermoso.
—¿Has estado en el mar?
—Si... Pero nunca me han dejado entrar. Sólo he escuchado el sonido y he conocido su olor. Pero nunca lo he sentido.
No quise decirte que no había ninguna diferencia a estar en una tina rebosante, tus palabras mostraban bastante interés.
—Me gustaría que fueras conmigo.
— ¿T-tu... Me llevarías?
—A donde tú quieras. Y, claro, si tu familia está de acuerdo.
—Le preguntaré a mi hermano. —dijiste y volviste a oler la azucena—. El mar azul.
Mascullaste y sonreíste.

Yo moría por saber qué pensabas.

A primera vistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora