Capítulo 37: Infraganti

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¿No les a pasado que creen haberse salido con la suya, pero que al final resulta todo lo contrario? ¿Ese incómodo momento donde te descubren y no tienes otra opción más que enfrentarlo y sufrir las consecuencias?

Me preparo mentalmente para inventar algo coherente que explique mi cara mutilada, si mamá no cree que me estrellé contra un poste, estoy perdida.

Giro lentamente mi cabeza para observar a la mujer sentada en el sillón, con sus gafas y un libro abierto que seguramente leía pero que ahora reposa en la ovalada mesa del centro de la sala.

Sus ojos me examinan con cuidado. Le sonrió pero creo que por mis nervios, es más bien una mueca.

Meto las manos a mis bolsillos y comienzo a balancearme sobre mis talones.

—Qué onda.

Mi madre frunce el ceño.

—¿Qué onda? —repite.

—Ya sabes, es una forma más jovial de saludar que los jóvenes usamos para saludar, es como decir «hola», «Qué tal», «¿Co—

—Me a quedado claro, yo también fui joven —me corta antes de que siga.

—Lo siento, no quise decirte vieja —mis ojos se abren a la par y me apresuro a corregir —, digo, no es que lo estés...

—Lisa...

—Solo fue una forma de saludo, se me escapó...

—Lisa...

—Ya se que siempre debo llamarte con respeto, Dios, no sé que estoy diciendo mamá, perdón en ver—

—¡Lisa! —grita sin paciencia, sobresaltándome.

Cierro los ojos y levanto las manos a la defensiva.

—Juro que choqué contra un poste.

Siento unas manos tomar mis hombros y sacudirme. Al abrir los ojos, me topo con los mismos ojos cafés que heredé viéndome; por la mirada inexpresiva de mi mamá no sé si está enojada, decepcionada o simplemente cansada.

—Jurar en vano es pecado, ¿no es así, Lisa? —lo fría y sutil que es su voz me hacen vacilar por un momento.

Claro, había olvidado que era Alice Jones, la mujer que me había traído al mundo y la que también me conocía a la perfección.

—Si, lo sé, pero es la verdad, yo—

—Más te vale decirme la verdad ahora mismo o sino, estarás en graves problemas.

Trago con dificultad, pues parece que la saliva al igual que las palabras se ha quedado escasa.

Creo que es demasiado absurdo decir que has chocado contra un poste cuando tu cara demuestra todo lo contrario, es como si dijeras que no te gusta el chocolate pero comes chocolate. No es la mejor referencia pero creo que entienden lo que quiero decir. Bueno, en pocas palabras lo que dije fue estúpido e incoherente, pero culpen a los nervios, no a mí.

—Tuve una pelea en la escuela —confieso en un suspiro y apunto a mi rostro —, razón por la cual, como podrás ver querida madre, mi cara luce como la de Frankenstein.

Mi mamá comienza a reírse de la nada desconcertándome un poco, lo último que esperaba era que terminara riéndose.

—Dime que ella quedó peor —suelta entre risas, ganándose una mirada llena de desconcierto de mi parte —¿O fue el? —preguntó con curiosidad.

Mi confusión se agrandó, estaba impactada.

—¿No vas a regañarme?

—¿Regañarte? No, no lo haré —sentí alivio y sonreí —. ¿Castigarte? Por supuesto —mi sonrisa se borró en aquel instante y ahora era mi mamá la que sonreía —. ¿Creíste que no lo sabría? El director llamó para informarme sobre lo sucedido y decirme que te quedarías en detención.

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