Capítulo 18: La noche

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Esa voz inconfundible que la reconocería donde quiera que estuviera. Me quedé pasmada al escucharla y mi corazón comenzó a acelerarse como loco.

Giré lentamente mi cabeza para ver a la persona que estaba ahí, sabía de quien se trataba... Jake.

Traía una camisa negra remangada hasta los codos, estaba desabrochada de los primeros botones dándole ese look sexy. Su cabello estaba alborotado de una forma atractiva que solo a el le quedaba, ¿Cómo podía lucir tan atractivo, sexy, atrevido, malote y lindo al mismo tiempo?

El no me miraba, sus penetrantes ojos azules estaban fijos en Luis y en su mano que aún me sujetaba, estaba enojado, muy enojado. Luis lo miró con desprecio de pies a cabeza.

—¿Y tu quien eres? —Preguntó con arrogancia.

—El chico que te pateará el trasero si no la sueltas —su vista seguía fija en Luis, nunca lo había visto tan molesto y debo admitir que se veía sexy así.

Lisa....

Tu no me vas a decir que tengo que hacer —la mano de Luis me apretó con ferocidad haciéndome pegar un grito de dolor.

—Te lo dije —acto seguido, Jake estampó su puño en su cara, tirándolo al suelo. Tapé mi boca con mis manos ahogando el grito de horror que me provocó ver el golpe.

Los nudillos de Jake estaban rojos y sangraban. Luis estaba tirado en el suelo cubriendo su nariz llena de sangre, estaba aterrada. Jake se agachó hacia Luis hasta quedar lo suficientemente cerca para que este arremetiera de nuevo.

—Si te vuelves a acercar a ella, no tendré piedad de ti.

La gente parecía haberse olvidado de la fiesta, estaban tan asombrados como yo presenciando todo el espectáculo, la música había dejado de sonar y toda la atención estaba en nosotros.
Seguía sin asimilar lo que había ocurrido, Jake había golpeado a un chico por defenderme.

Comencé a llorar, no sabía porque lo hacía, tal vez por la emoción del momento o por el fuerte dolor que sentía en mi brazo, quizá ambas eran causantes de mis lágrimas.

Jake se paró y al verme llorar me abrazó, pasando su mano sobre mi cabeza para tranquilizarme.

—Tranquila —lo abracé con fuerza y lloré con mas fervor —Ya estoy aquí, conmigo estarás a salvo. —Me apretó más, haciendo que nuestros cuerpos se unieran como uno solo, quería permanecer en sus brazos para siempre, quería sentirlos rodearme porque me hacían sentir segura, su colonia tan presente seguía siendo fabulosa. Se separó de mí, deshaciendo el cálido abrazo para tomar mi cara entre sus manos y limpiar mis lágrimas con sus pulgares. —¿Estás bien? —entre sollozos asentí.

Tomó mi brazo y lo inspeccionó, tenía aún la marca de los dedos de Luis pintados en mi piel, estaba rojo y comenzaba a tornarse a un color morado.

—Ese hijo de... —lo detuve con mis manos antes de que se le abalanzara de nuevo, la rabia en sus ojos era clara pero cuando nuestros ojos se encontraron, esta desapareció.

—Llévame a un lugar lejos de aquí —Pedí, el asintió y me tomó de la mano para salir del lugar.

Mientras pasábamos entre la gente, esta murmuraba y nos señalaba ya sea con las manos o con la mirada, pero me importó muy poco, tan siquiera daríamos de que hablar durante un largo tiempo.

Oh Yapho, me llevaré una buena experiencia de aquí.

Al salir, pude respirar sin dificultad, mi cuerpo extrañaba el aire puro libre de algún tipo de sustancia tóxica repugnante. Un frío recorrió todo mi cuerpo, desde mis hombros desnudos hasta mis piernas, la noche estaba muy fría.

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