Capítulo 40: No lo escuché

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La presión que ejerzo sobre mi lápiz hasta el punto que su punta se rompe, no se compara con el dolor de cabeza que estoy sufriendo.

Mi día en la escuela había terminado hace tres horas, pero como tenía una detención que cumplir, seguía aquí. Aún restaban unos minutos para salir y poder irme.

Después de lo sucedido en la mañana, no volví a ver a Jake, era como si estuviera evitándome, algo completamente extraño, porque según mi memoria, no hay nada que lo justifique o me de una posible idea de su radical cambio de humor. La mirada perdida de Jake aún está presente en mí, sus profundos ojos como un mar en medio de una desastrosa tormenta, mirándome.

Jamás entenderé como una persona puede ser capaz de desarmarte con algo tan simple como una mirada, y es que resulta aún más interesante y a la vez fascinante el efecto que esta provoca en ti. Romperte el cráneo para poder descifrar lo que unos simples ojos transmiten, es en verdad maravilloso, porque cuando se trata de la persona que amas, todo se vuelve intrigante, te desespera el hecho de no poder comprenderlo y eso aumenta la atracción.

Y los ojos de Jake causan ese efecto en mí. El querer ver más allá de sus pupilas y traspasar cualquier tipo barrera para tocar su alma; pero a estas alturas no se que pensar. Jake me confunde y eso me molesta, porque me debilita y a la vez me hace dudar.

—Señorita Evans, ¿Podría repetir lo que dije?

La fastidiosa voz del profesor Donnald me hizo alzar la vista y darme cuenta que todos en el pequeño salón de clases me observaban, incluyendo a Emily.

Desorientada, en busca de una respuesta rápida, bajo la vista a mi cuaderno con la esperanza de hallar alguna palabra o texto clave, pero me doy cuenta que durante toda la clase me la he pasado garabateando cosas sin sentido.

—Lo siento, no lo escuché —confieso un poco apenada. El dolor de cabeza se acentúa aún más cuando hablo. Tomo mi frente con los dedos y la masajeo haciendo una mueca de dolor.

El señor viejo y canoso, suspira con cansancio.

—Creo que la detención no es suficiente para usted —dice, sus ojos zafiro se clavan en mí y todos en el salón comienza a reírse.

—Entonces, sugiero que tome otras medidas —lo miro fijamente —, si cree que la detención no me es suficiente.

Todo el salón queda en silencio, sorprendidos por mi contestación tan retadora, inclusive yo lo estoy.

Jamás me había comportado así con alguien, mucho menos con un profesor, pero ahora era diferente, es como si mi antiguo yo hubiera, sido reemplazado por uno desafiante y sin miedo, porque a estas alturas me da igual lo que pase.

Los ojos zafiro del profesor Donnald se contraen en enojo, pero su voz es neutra y tranquila cuando habla.

—En efecto —dice. Su formalidad para hablar comienza a irritarme. —Creo que privarla de sus vacaciones de verano será lo mejor ¿O sugiere otra cosa, señorita Evans? —inquiere con frialdad.

Quiero estallar en risas por lo que acaba de decir, pero en igual de eso termino estallando en cólera.

—¡¿Qué?! —exclamo con ira pura desde mi asiento. —Usted no puede hacer eso.

—Claro que si —asiente con despreocupación.

—¡Claro que no! —contradigo alzando la voz. Desde mi asiento puedo ver como la paciencia del profesor Donnald poco a poco se esfuma.

—Señorita Evans, deje de gritar y compórtese, de lo con...—

—¿De lo contrario, qué? —termino por el —¿Me expulsará del instituto solo por garabatear en mi libreta y no prestarle atención? Todos en este salón sabemos que esto apesta y si estamos aquí es por obligación, no por voluntad propia. —El dolor en mi cabeza incrementa a medida que hablo. Donnald parece notarlo porque me ve con preocupación pero yo solo continúo para añadir: —Además, usted no es el director, es solo un profesor, uno de mierda por cierto.

Y antes de la esperar algún reclamo o siquiera ver la reacción de Donnald, tomo mi mochila y mis libretas con arrebato y salgo del salón.

No me siento culpable por mi comportamiento tan grosero ni mucho menos cohibida por las posibles consecuencias, ser grosera y mostrar rebeldía ante un profesor es algo que jamás haría, pero me siento tan mal e irritada que las palabras salieron como un chorro de agua en flujo.

Mi dirijo corriendo al baño y antes de que el vomito salga de mi boca, meto mi cara en el retrete. Siento como mi estómago se revuelve y expulsa todo. Mi vista se distorsiona y puedo sentir como las lágrimas de esfuerzo corren por mis mejillas, mi garganta está seca y el sabor a vomito en mi boca solo empeora la situación.

Saco la cara del inodoro y me sujeto de los bordes de este para poder tomar una profunda inhalación, el vacío que siento y la sensación de estar en un mundo paralelo es horrible. Tambaleo sobre mis propias rodillas y el inodoro que está frente a mí se distorsiona.

Y todo se vuelve más extraño cuando siento que algo me envuelve por detrás con delicadeza, siento que estoy soñando y que nada de esto es real, porque... ¿En verdad lo es?.

Pero cuando mi cabeza lanza sus últimas chispas de lucidez, me doy cuenta que lo que me sostiene son dos brazos. Las manos que me sujetan, están enlazadas sobre mi abdomen y como si mi cuerpo fuera una pluma, me alzan del suelo.

Y antes de poder ver a la persona que me sujeta, me desvanezco y todo a mi alrededor se vuelve oscuro.

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Cielo GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora