Capítulo 54: Ahora y siempre

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Jake.

—Es la película más aburrida que he visto —comento al tiempo que esbozo un bostezo, Lisa se remueve y se ve contagiada también, porque bosteza a los segundos después que yo. Ambos nos encontramos acurrucados en el sofá de su sala viendo lo que quizás es, la película más aburrida de la historia.

Después de clases, vine a su casa a comer y pasar la tarde a su lado como se ha hecho costumbre estos últimos días. La verdad, es que este tiempo a su lado ha sido excepcional. He aprendido a conocerla mejor, entenderla y apreciar el gran dilema que su persona puede llegar a ser; sin embargo, todo aquello me ha orillarlo a quererla más.

Desde aquella noche donde mi arrodillé y le pedí que fuese mi novia, las cosas han cambiado, y no me refiero sólo en el aspecto nuestro, sino en el mío también.

Aún recuerdo las noches que lloraba y recordaba las llamas envueltas en mi casa; esa sensación enfermiza de querer quemar mi cuerpo en medio de la desesperación e impotencia. Esa horrible imagen de mi hermano en el calor de las llamas consumiendo su cuerpo, repitiéndose una y otra vez en mi mente sin cesar. Volverme al pasado se había convertido en la peor de las torturas, aquellos recuerdos eran mis verdugos.

Sin darme cuenta, me estaba volviendo una mierda con todos, incluso conmigo mismo. El poco amor propio que me tenía, comenzaba a irse, algo que no encajaba en mí de ninguna forma y manera. Todas esas cosas opresivas y asfixiantes hacían de mi mundo más pequeño y limitado. Las barreras que yo mismo forjé comenzaban a elevarse, el concreto era cada vez más sólido y la luz dejaba de existir.

Es algo complicado y difícil de entender ahora que lo analizo mejor, pero la llegada de Lisa y el impacto que su enfermedad tuvo en mi vida, de una u otra manera me hizo abrir los ojos. Aquellos muros y barreras que yo mismo me impuse, puedo decir que ya no existen. Mi guardia baja se debe únicamente a una persona, aunque tampoco podría darle todo el crédito. Creo que Lisa fue el medio para la inducción de eso grande a mi vida, algo que no logro descifrar, pero que sin duda, a traído paz a mi vida.

Aquel chico renuente, consumido por el odio y los fantasmas del pasado, se había ido. Ahora, sólo quedaba un caparazón vacío, renovado y limpio para comenzar de nuevo.

Un noche después, la mezcla del amor, la impotencia y desesperación, me orilló a hacer algo que jamás creí hacer de nuevo. Con lágrimas en los ojos, esa noche elevé mi voz al cielo.

Oh, Dios mío, yo jamás te he pedido nada, no tengo ni el derecho de venir y hacerlo después de todas esas veces que te negué y odié en silencio.

Me encontraba con los ojos cerrados con fuerza, tumbado sobre el suelo y mis antebrazos sobra la orilla de mi cama.

Lágrimas corrían sin cesar por mis mejillas y el llanto ahogaba mi voz.

La desesperación se filtraba en mi cuerdas vocales al igual que la incesante súplica. Escucharme de esta forma tan descompuesta, tan rota, estrujaba mis entrañas con la impotencia arraigada en su máximo esplendor.

—Pero hazlo por ella. No me perdones si así lo deseas, pero hazlo por ella. Bríndale otra oportunidad, quiero estar a su lado. Quiero que su familia la vea crecer. Quiero que cumpla sus metas y sueños —mi voz se corta y sollozo con gran fuerza, el nudo en mi garganta se aprieta y deseo con todas mis fuerzas morir por ella, ser yo en su lugar, pero me las arreglo por murmurar mi última súplica —: No permitas que se vaya.

Desde esa noche, mis suplicas y oraciones no habían cesado. Cada que inclino mi rostro y elevo mi voz, hallo en mí al ser más noble, aquel que habla con el corazón y queda expuesto a la merced del mundo. La paz que se desencadena en mi interior es tan grata, que me atrevo a admitir que aquello no es mundano, sino divino. Sonreír y derrochar alegría ha dejado de ser algo momentáneo.

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