No puedo prometerte que todo será perfecto, pero mi amor por ti es entero.

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Me encantan los sábados, porque tengo la casa para sí misma y puedo hacer cualquier tontería, sin que Cameron se entere de eso. Desde que lo conocí, él ha sido un chico muy cuidadoso con sus pertenecías y se puede enojar bastante rápido y fácil si es que las cosas no están en su lugar o están totalmente limpias. Por eso las muchachas que limpian la casa vienen solamente los sábados, cuando él se va a trabajar por casi todo el día. De hecho, me llevo bastante bien con Marcia y Millie, que resultan ser hermanas. Cada vez que vienen, me siento como una rica estúpida que ni siquiera puede llevar a lavar su plato después de comer, y siempre intento ayudarlas, aunque se rehúsan y me asegurar de que les gusta su trabajo, que yo les caigo bien y que Cameron es un hombre generoso.

Hoy, hicieron el trabajo más rápido de lo normal y me pidieron permiso para irse un poquito antes, para así poder llegar a una fiesta. Obviamente las deje ir, aunque tengo que aceptar que quería que se queden más tiempo para no esperar a Cameron en una completa soledad.

Apenas eran la una de la tarde y mis ojos ya estaban por cerrarse, cuando una llamada de Cameron me salvo de quedarme dormida por completo. Su voz sonaba tranquila, pero algo emocionada a la vez, y hasta podía ver como una hermosa sonrisa se expandía por su rostro.

- ¿Qué haces, nena? – pregunto.

- Acostada en el sofá, esperándote. ¿Tu?

- Ya casi voy a regresar, solo tengo que acabar de firmar unos papeles y sere tuyo.

- Suena tentador.

Los golpes de la puerta resonaron por toda la casa, me pare para abrir a quien sea que este afuera, pero sin dejar de hablarle a Cameron. Era un señor de unos cincuenta y tantos años que llevaba el uniforme de repartidor de correos, pero en vez de tener sobres en las manos, lleva una caja de cartón de tamaño mediano que en la parte de arriba tiene el logo de una marca de ropa. Me quede sin palabras por un momento, recordando si es que ordene algo por internet hace unos meses, pero nada me llegaba a la mente. Pensé que lo mejor sería llamar a la compañía y decir que hubo alguna clase de confusión. Agarré la caja, sonreí amablemente y le metí unos billetes como propia al señor antes de cerrar la puerta.

- Cameron, me acaba de llegar una caja con ropa adentro.

- ¿Enserio? ¿Compraste algo?

- No que yo recuerde. ¿Deberia abrir la caja?

- Si, ¿no te da curiosidad saber que hay adentro?

- ¿Qué pasa si hay una bomba adentro o algo así?

- Entonces... quiero que sepas que te quiero infinitamente.

Me quede callada unos segundos, procesando lo que me acaba de decir. No es precisamente mi sueño que me diga cuanto me quiere por teléfono, pero igual significa mucho. No sé si el espere que yo le conteste lo mismo, así que decido que lo mejor sería hacerlo en otro momento. Afortunadamente no necesitaba pensar con que iba a cambiar de tema, teniendo una caja aun no abierta.

Quité cuidadosamente la cinta que estaba pegada por todos lados y finalmente abrí la dichosa caja. Adentro había dos pares de tacones de color beige y por lo que pude imaginar un vestido negro. Lo saque y me quede embobada por su belleza y elegancia; era perfecto. De color negro, con tirantes delgados que dejaban ver los hombros y si eres suertuda de tener piernas de modelos, también podías presumirlas en ese vestido, ya que los destapaban completamente, pero sin cruzar la línea de sexy y vulgar.

- ¡Oh, Dios mío! Es un vestido y esta hermoso. Que suertuda es la chica quien lo compro, porque es realmente bello – chille en el celular.

Legalmente suya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora