Prólogo

908 72 16
                                    

Abril, 1967

— Buen día para ti también, Brian Jones — musité, entornando los ojos mientras barría los pedazos de vidrio que habían quedado del vaso que explotó en la pared hace un momento. Él me contestó con un portazo, encerrándose en su habitación.

Desde que volvió de Marruecos sin novia y sin amigos, la vida del hombre para el cual se supone que trabajo se había vuelto un infierno aún más repleto de drogas, exceso y violencia, cosas que generalmente la prensa pasaba por alto cuando hablaban de su genio y talento.

Yo tenía suerte de ser tan solo una espectadora, siempre al margen, ordenando todo lo que él desordena por un solo motivo, el motivo que mueve al mundo: dinero. Hace nueve meses que tengo el empleo y he permanecido en él gracias a un solo pensamiento constante: haga lo que haga en su jodido mundo, nada me afectará a mí; yo solo tengo que encargarme de mantener su hogar como una taza de porcelana y así recibir mi pago el quinto día de cada mes.

El representante de los Stones, quien se había encargado de contratarme, me comentó levemente cuando comencé que ya iban más de cinco amas de casa que abandonan a Jones a lo largo de su carrera en las estrellas con los Rolling Stones. Había algo terrible en él que terminaba espantando a todas. Las mayores no soportaban su conducta de niño rebelde y agresivo; las menores terminaban en su cama y enamoradas de él, llorando por los rincones cuando las tiraba fuera de casa y no les permitía volver a entrar, aburrido de los dramas generados por sus propias decisiones.

Mientras que yo, bueno, solía ser una secretaria de la compañía disquera antes de esto. Me pagaban menos, claro, y Allen consideró que era una candidata decente para el trabajo más terrible por una simple razón: los Stones no eran lo mío. Gran fan de The Who y los Beatles, mejor dicho. Creo que si, por ejemplo, me hubieran requerido para limpiar los desastres de Keith Moon, probablemente hubiera terminado enredada en su dedo meñique y me hubieran despedido antes del mes por haber dejado que el hombre pusiera explosivos en su propia casa. Sí, no puedo mentir y decir que no soy una fanática porque lo soy, todos lo somos con algo, el caso es que yo nunca lo fui de los Stones, su música a penas me llama y las personas detrás de los instrumentos menos.

— ¡Vitalie! — allá vamos otra vez.

Dejé la pala, luego la escoba apoyada en una pared, y caminé hasta la puerta de la habitación principal del apartamento, en donde me quedé de pie un segundo hasta que inspiré toda la paciencia que me faltaba y agarré el pomo para abrirla.

Adentro, Brian Jones lucía miserable, sentado como estaba en una orilla de su cama.

— ¿Mal día? — pregunté, apoyada en la puerta. Con los meses habíamos ido de pasar del otro a saludarnos y finalmente hablar un poco más, lo justo y necesario. Esto se complementa con el hecho de que él no era mucho de permanecer en casa, lo que hacía de mi trabajo mucho más fácil pues permanezco sola la mayor parte del tiempo.

— No tienes idea — respondió y se puso de pie. Siempre me maravillaba con lo bajo que era. Bueno, bajo en comparación a los demás de su banda y otros, ya que a mí me pasaba por cuatro centímetros, pero de todos modos era una característica muy suya. — Ya vete, no hay más que limpiar por hoy.

Estuve a punto de sacudir la cabeza y decir "¿Disculpa?", pero era una conducta tan habitual que asentí y lo dejé nuevamente encerrado en su miseria mientras iba por mis cosas. Él salió tras de mí unos segundos después, supuse que camino hacia la cocina para servirse algo fuerte con lo que empezar su día, uno de aquellos usualmente terminaba con alcohol y drogas jodidas en su cuerpo. En fin, nada de eso me incumbe ya que casualmente tengo el día libre.

— Cuidado con los pies — murmuré cuando pasó por el lugar en donde todavía quedaba algo de whisky derramado y pedazos realmente invisibles de vidrio molido del vaso. Solo le advertí porque era peligroso y tampoco quisiera que se dañase. Después de todo, es un ser humano. Uno que ni siquiera tuvo cuidado y pisó, descalzo, el área.

— ¿Sabes? —me detuvo otra vez con su voz, volteé a verlo y esperé. — Creo que ya no necesito un ama de casa. No vuelvas más y si es que tienes que ajustar cuentas ya sabes con quién hablar de dinero.

Suspiré. En otro momento hubiera reído, pero me contuve. Estaría jodida sin la paga mensual que me daba este trabajo en específico, claro, pero no estaba tan preocupada porque tenía en mente que Allen tendría que devolverme a mi trabajo en la disquera si esto se acababa.

Era lo justo, ¿No?

— Está bien. — respondí, manteniendo la calma que me daba pensar aquello.

Brian pareció, de pronto, ofendido.

— Te da igual ¿No? — preguntó como si le hiriera que hasta la más ínfima persona, es decir, yo, le diera la espalda. Algunas veces me daba algo de pena, es por eso que me esforcé por responder de buena manera.

— Es tú decisión, Brian. Si quieres que no vuelva, no vuelvo, si quieres que siga trabajando, lo hago, y así... — me había acostumbrado a llamarle por su nombre tras algunas de esas charlas cortas que teníamos cuando lo veía en casa o cuando tenía que atender alguna de sus resacas y usualmente se ponía como niño pequeño necesitando de alguien en quien apoyarse. Desde esos momentos supe que Brian Jones era un hombre muy aproblemado, es solo que jamás lo dejaba entrever y su estrategia de evasión más fácil era la agresividad.

Sus compañeros de banda decían que era una persona muy difícil y poco accesible, que molestaba a la gente y ese era su don, pero yo creo que eso es muy poco acertado. Tristemente, esa es la misma gente que dice conocerlo en profundidad.

— ... de todos modos hablaré con tu representante y espero que me devuelvan el trabajo que tenía, así no me quedo sin nada tras esto. — expliqué. — No a todos les da igual lo que pase contigo ¿Sabes? Tú pareces buscar eso. — añadí con una mueca de lástima.

Él no respondió y supuse que debía irme. Guardé la pala y la escoba con la que terminé de barrer el vaso quebrado, me puse el abrigo que había traído esa mañana y tomé mi bolso antes de salir sin mirar atrás. No pude decir que fue un placer coincidir un momento en la vida con él, pero me quedé con las ganas de decir algo más, algo que sonara agradable y esperanzador. Brian lo necesitaba y dudaba que alguien se lo fuera a dar si lo único que hacía era hacerse a sí mismo cada vez más y más indeseable.

Pobre, pobre estrella de rock.

Complicated || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora