III: Sería una lástima

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Mayo 1967

No había vuelto a escuchar de Allen Klein ni de los Stones en un mes. No había encendido la radio ni la TV y tampoco había encontrado un trabajo en el cual mantenerme. Fui mesera durante una semana hasta que tuve un altercado con un cliente muy agresivo que me recordó vagamente a la prepotencia de Brian y estuvimos al borde de llegar a golpearnos en medio de nuestro desacuerdo. El restaurante me pagó unos peniques por los días trabajados y volví a mi rutina de encerrar trabajos en círculos con el marcador rojo más pronto de lo que esperaba.

Casi llegando a junio me mudé con Louise por fuerza mayor. Definitivamente no pude soportar un mes más en mi piso y mi arrendatario, así como yo, no fue muy paciente. En la primera oportunidad que tuvo me pidió que tomara mis cosas y dejara el lugar para enseñarselo a otros posibles inquilinos. Como fuera, bastaron un par de días para sentirme ahogada en el piso de mi amiga. No es que no me gustara pasar tiempo con ella, pero desde que tengo razón, la soledad es algo inherente a mí. Si no tengo un espacio cada día en el cual permanecer sola y en paz, enloquezco.

Por eso me mudé lejos de casa de mis padres a los dieciocho y por eso me dolió tanto perder el piso que arrendaba, pero ya era un hecho y se venían cosas peores si no encontraba un trabajo pronto. El problema es que, al parecer, estaba siendo demasiado quisquillosa con todas las ofertas que rechazaba por esperar que apareciera algo que me gustara como lo era ser secretaria en el estudio o limpiar la casa de Jones.

Fue el último día de mayo cuando aparecí por última vez en la oficina de Klein para pedirle mi último cheque. Le había prometido a Louise llevar comida rápida y refrescos a casa para celebrar que tenía algo de dinero gracias a los famosos, como ella les decía, pero no tenía muchos ánimos de gastar. Me había vuelto recelosa con el dinero que me quedaba y que manejaba; Louise decía que me había vuelto paranoica, tanto como para pensar que no conseguiría un trabajo decente en mi vida y por eso cuidaba tanto lo que tenía.

— Sigues sin trabajo — Allen me miró de reojo mientras revisaba los papeles que me iba a entregar para que firmara y todo se acabara. Luego de eso tendría mi cheque y saldría por la puerta ancha para no tener nada más que ver con él.

— ¿Es una pregunta? — solté sin ánimos de confiarle que la respuesta era positiva.

— Vitalie, hablemos un momento — me pidió. Resoplé. Allen siempre había sido muy bueno conmigo, pero no me gustaba hablarle de más y, de hecho, jamás lo hice. Me sorprendí a mí misma aceptando sin chistar su petición. — ¿Sabes por qué te escogí para el trabajo que tuviste?

— Porque no me gustan los Rolling Stones, puede ser.

— Cualquiera podría haber dicho que no le gustan — razonó. Me encogí de hombros. — Te escogí porque como secretaria sabías sacar de aprietos a cualquiera. Das respuestas rápidas, nunca dejas que nadie vea tu interior. Consideré que Brian no podría hacer de las suyas contigo porque tú le doblarías la mano y se acabaría ese ir y venir de amas de casa.

Encontré que su charla no tenía sentido o que era mi culpa por haber perdido el interés en la mitad. Me hubiera gustado tener una respuesta rápida para él, pero la respuesta más rápida que se me vino a la cabeza no fue tan agradable y si en algo tenía razón era que jamás dejaría que vieran mi interior a través de cualquier reacción auténtica. No sé cómo comencé a practicarlo, quizás fue en la adolescencia, tal vez antes, pero todo lo que ahora soy es premeditado y así es como me siento cómoda enseñándome al mundo. Así es como paso desapercibida y así es como no salgo herida.

Nunca pensé que alguien apuntaría eso como una cualidad en mí.

— Mi pregunta es ¿Acaso hizo él algo que no debió hacer contigo?

Complicated || Brian JonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora