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—¡Venga JungKook!. - Dijo la chica colgándose del brazo del chico, el cual la apartó con suavidad negando con la cabeza.

—Necesito estudiar. - Dijo con tranquilidad, pasando de página.

—Nicisiti istidiar. - Repitió la chica subiendo los ojos y arrugando la cara. JungKook sólo la ignoró, ganándose un golpe.

—¡Deja de golpearme!. - Gritó.
La chica sonrió y lo miró fijamente y JungKook hizo lo mismo, sólo que con un rostro menos interesado.

—¿Estás seguro que lo que quieres hacer?. - Preguntó al final la chica, ganándose un simple "Sí" de JungKook.
—He escuchado sobre ese palacio... El príncipe es malo.

—No lo es. - Soltó JungKook volviendo a abrir el libro, sus palabras sonaban seguras y claras. —Yo sé que no lo es, por eso mismo, quiero ser sirviente del príncipe.

—Pues no te costará mucho, nadie se postuló de nuevo este año, eres el único. - Hizo una mueca tomando la camisa de JungKook y acercándolo a su rostro.
—No dejes que te haga daño, ¿Vale?.

JungKook sólo asintió a las palabras, no tenía miedo, había estudiado mucho, se había preparado y había soñado mucho con este momento.

•~•~•~•

-Jo-joven Kim. - Susurró la chica, ganándose un codazo de parte de la otra a su lado. —¿Que desearía come-...

El plato fue lanzado al suelo, el joven se levantó y miró a las dos chicas a su lado.

—No saben hacer nada bien, ayer dije lo que quería de comer hoy. - Dijo SeokJin pasando alado de ellas y yendo camino a su habitación.
Al llegar se sentó en su cama y miró hacia el cuadro en la pared.

Él, su padre y su madre.

Desde la muerte de ambos quedó encargado del pueblo y palacio, de pequeño solía ser serio, enojón y no levantaba para nada la voz, nunca se le había visto sonreír de verdad, la única sonrisa mostrada a través de los años era en cada ejecución, donde sólo asistían los malhechores del pueblo, quienes disfrutaban ver la cabeza caer y el cuerpo ser levantado con rudeza.

Para el pueblo el joven SeokJin era un dios malvado lleno de frialdad, crueldad e infantilismo.

Él, estaba podrido.

Entre los pueblerinos se cuenta que de pequeño tenía un amigo, pero este fue asesinado en la guerra varios años atrás. Desde allí su actitud reservada cambio a lo que es ahora, caprichoso, cruel, y frío.

Sí, los abuelitos del pueblo le tenían lástima y eran los únicos que le felicitaban en su cumpleaños, los únicos que le daban regalos hechos por sus propias manos y los cuales eran recibidos por el joven, sin una expresión pero con el corazón latiendo a mil y dando una pequeña sonrisa, que era vista como una mueca.

Él era el más joven gobernador de un palacio, por lo cual era consentido por las dos princesas de los palacios vecinos, le daban joyas, comida, ropa, hasta sirvientes si él lo quería.

Ellas lo querían mucho, él las quería a ellas pero no sentía lo mismo.
Ellas sentían atracción y amor por él, él sólo las veía como una fuente de valor, oh sí, él amaba el dinero, las joyas, amaba ser el consentido, amaba ser el temido por su pueblo.

Lo único que realmente quería con el alma sin tener malas intenciones y que sabía que con dinero no se podía conseguir, era a "él".

¿Por qué no se podía comprar con dinero el amor?.

Eso se preguntaba siempre mirando las estrellas, y estas le contestaban con pequeños destellos.

¿Necesitaba una fortuna inmensa que ni él ni nadie tenía?.

¿Necesitaba algún cuerpo?.

¿Un sacrificio?.

Malas ideas.
Él no iba a sacrificar su fortuna, su poder, sus regalos y sus joyas, por algo tan simple y extraño como el amor.

Él quería amor, pero nadie se lo daba, él no sabía cómo darlo.

No quería dárselo a cualquiera.

Servidor. / KookJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora