La mañana siguiente, la alarma comenzó a sonar y la detuve antes de que lograra despertar a Sean. Lo observé dormir tan plácidamente y sonreí.
Era tan guapo, tan perfecto, que muchas veces me hacía dudar de todo.
De repente, sus ojos se abrieron y me observó.
-Buenos días -le susurré, con una pequeña sonrisa en mi rostro. Él también sonrió y acarició mi mejilla.
-¿Cómo es posible que seas tan bonita? -preguntó, lo que provocó que me ruborizara y oculté mi rostro entre mis manos.
-Ya, suficiente -contesté, algo avergonzada.
-¿Quieres tener hijos? -su pregunta me asustó y lo observé, rápidamente.
-¿Ahora mismo? -tragué saliva, nerviosa, y él comenzó a reír.
-Por supuesto que no. Me refería a que si planeas tener hijos en algún momento de tu vida -asentí, sin más.
-Claro, necesito de alguien que cuide de mi cuando sea una anciana -emití y Sean rió.
-¡Eres una persona horrible! -dijo, entre carcajadas -. Si quieres que alguien te cuide, págale a alguien -negué.
-Ni en sueños, jamás le pagaría a nadie para que cuide de mi. Tampoco tendré hijos para que ellos lo hagan, era una broma. Sí planeo tenerlos, pero no es un sueño para mi. Mi sueño era convertirme en médica de cardio, y ya estoy a medio camino -una pequeña sonrisa se formó en mi rostro -. ¿Tu tienes algún sueño?
-Sí, como cualquier persona -me acomodé en mi lugar, preparada para oírlo -. Quiero ser feliz -lo observé, confundida.
-¿Acaso no lo eres ahora? -él no tardó en responder.
-No. Una parte de mí lo es, pero no soy completamente feliz. Quiero recordar aquel momento para toda mi vida, quiero recordarlo aunque sólo sea un segundo. Quiero que todo sea perfecto, que todo a mi alrededor me haga feliz.
-Puedes hacerlo. Puedes cambiar tu alrededor para ser feliz -él negó.
-¿Crees que puedo hacer algo con respecto a la muerte de mi hermana?
-No ahora Sean, pero no todos los días pierdes a alguien que quieres. Muchas cosas son incontrolables, pero otras lo son.
-Nunca seré completamente feliz, sólo necesito aquel minuto -se puso de pie y se marchó de la habitación.
Me encontraba confundida, me había dejado con preguntas, pero ya era hora de marcharnos.
Salí de mi cama y me vestí. Cogí mi valija, llevándola hacia la sala de estar.
-Tu desayuno -sonreí y me acerqué a él.
-Intentaré hacerte tan feliz como pueda -besé su espalda desnuda y el volteó, con una sonrisa en su rostro.
-Ya lo haces -me dio un suave beso.
Pocos minutos después, ya nos encontrábamos de camino hacia nuestro destino.
Ninguno dijo palabra alguna; la música resonaba en nuestros oídos y de vez en cuando volteábamos a vernos para sonreír al recordar alguna canción en nuestros días de preparatoria.
Al llegar, mis padres ya nos esperaban allí, ni más ni menos que con una gigante sonrisa.
-¿Cómo se encuentran? Espero que hayan tenido un viaje tranquilo -mi madre comenzó a besuquearme y yo solo intentaba zafarme de ella, mientras Sean reía.
-Déjenme llevar las valijas a sus habitaciones -dijo mi padre y se marchó con ellas.
-¿Sus? ¿No dormiremos juntos? -me susurró Sean.
-Olvidé decirte lo pudorosos que son mis padres, en especial mi padre -él asintió -. Nos vemos luego de la cena en tu habitación -le sonreí y él me guiñó el ojo.
Al acabar de acomodar las cosas en mi habitación, toda mi familia comenzó a llegar y no me despegué un segundo del lado de Sean.
-Ven, quiero mostrarte algo -le dije y nos apartamos de todos.
Desde los diez años viajaba cada verano aquí. Siempre se volvía aburrido, pero sabía como sacarle provecho a las situaciones.
Cuando tenía once, ya no permitiría que fuera otro verano aburrido. Con el fin de llevarle comida a unos niños que se encontraban del otro lado, le pedí a mi padre que me ayudara a construir un bote. Por supuesto, aquella excusa era mentira; quería navegar, explorar y, sabía que si le decía la verdad a mi papá en aquel entonces, jamás me lo hubiese contruido.
Al llegar allí, los ojos de Sean brillaban al observar el agua en el que el sol se reflejaba.
-¿Qué te parece? -le pregunté.
-Es alucinante. ¿Cómo es que puedes aburrirte aquí?
-No me aburro aquí, me aburro sola. ¿Quieres subirte al bote? Fue parte de una pequeña mentira que le dije a mi padre cuando era pequeña -le di una sonrisa traviesa.
-Con que eras una niña revoltosa... Vamos, sube primero.
Ambos hicimos equilibrio en el bote hasta poder sentarnos. Sean cogió los remos y comenzamos a alejarnos de la orilla.
-Tienes suerte de que mi abuela cocine estos días, o tu serías nuestra única salvación -él rió.
-No me creo que tu madre sea tan mala cocinera. De otra forma, ¿cómo has sobrevivido tantos años comiendo lo que ella cocinaba?
-Mi madre jamás cocinaba, mi padre lo hacía. Pocas veces intentaba crear nuevas recetas y acababa haciendo una mezcla desagradable, la cual luego debíamos probar por obligación -reí al recordarlo.
-Mi madre solía cocinar todo el tiempo. Sus pasteles eran deliciosos -sonrió.
-Lo recuerdo. Cada año aparecía con un pastel para la feria y se llevaba todos los cumplidos -asintió.
-Mientras Tania continuó en coma, ella aún se los cocinaba. Mi hermana amaba sus pasteles, eran su perdición -sus ojos se humedecieron.
-Ya, cambiemos de tema... El atardecer aquí es increíble, podemos verlo alguno de estos días.
-Sí, claro. Entonces, ¿te espero está noche en mi habitación? -sonreí.
-Tendremos que ser cuidadosos y no despertar a nadie -él me observó, salvaje.
-Ya comienzo a sentir la adrenalina -dijo y reí.
-Deberemos ser muy silenciosos -me acerqué a él y observó mis labios.
-¿Alguna vez lo has hecho en un bote? -reí a carcajadas.
-¡Estás demente! -le grité y unió sus labios con los míos. Su cuerpo comenzó a montarse sobre el mío -. Nos caeremos -le advertí.
-Déjate llevar -me susurró y besó mi cuello.
En cuanto realizó otro movimiento, el bote se volteó y ambos caímos al agua.
-¡Te lo dije! -le grité, al salir a la superficie, y comencé a reír.
-Vaya forma de calmar mi erección -bromeó él -. Afortunadamente, podemos tocar el suelo con nuestros pies -arrojé agua a su rostro.
-Ahora tendré que volver a bañarme -me quejé.
-¿Podemos hacerlo juntos? -volví a arrojarle agua a su rostro -. ¿¡Qué!? Creía que lo habíamos pasado bien la primera vez-sonreí.
-Pues, claro que sí, pero no lo haremos en la regadera de mis abuelos. Que asqueroso -él comenzó a reír.
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Sólo Tú [ST #1] ✔️©
RomanceEsta no es una típica historia de amor donde la chica tiene su primera relación íntima con el amor de su vida. En realidad, lo es, pero no en el tiempo y lugar correcto. Katelyn Robstraw, de 23 años de edad, decide darle fin a su virginidad tras hab...