2. Despedidas y regalos

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El salón, casi siempre a oscuras, estaba completamente lleno de estanterías donde envejecían cientos de libros, panfletos, cartas que Meredith Stones no había llegado a leer, almanaques y algunas viejas recetas de pócimas dispersas por las diversas librerías. Todo era un desconcertante desorden que ni las limpiadoras se atrevían a tocar. La tía de Heather permanecía a veces allí dentro durante días y nadie, excepto Heather, sabía qué hacía, pero tampoco se la echaba de menos.

Tras un buen rato repasando sus apuntes, Meredith pareció darse cuenta de la presencia de Heather, y después de carraspear la invitó a sentarse.

-¿Qué te pasa a ti ahora?                                               

Meredith levantó sus ojos negros mirando a la muchacha como suplicándole que no se hubiese metido en un lío de nuevo. Heather titubeó unos instantes y se recogió un mechón de su largo cabello rojo tras la oreja.

-Me marcho –anunció al fin con la voz calmada.

-Lo sé, ese amigo tuyo grita más que un sritch en verano –cortó ella enfadada.

Al mencionar a Alex los labios de Heather formaron una sonrisa. Aquel chico iba a hacer que su mayor sueño se hiciese realidad.

Sin embargo lo que Heather temía era la reacción de su tía. Podía aprovechar para vengarse en aquel momento de todas sus travesuras y negarle el acceso a Dragonwings. Arruinaría su vida y encima se libraría de ella.

Heather sacudió la cabeza. No debía pensar aquello.

-Se llama Alex –aclaró Heather con voz ronca.

-Me es igual. –La mujer se levantó y se puso a rebuscar entre los libros de la vieja estantería.

La chica no tenía ni idea de que hacía su tía. ¿Había oído que se marchaba? ¿Pensaba decir algo? Quizás fuese mejor de esa forma, al menos podría escapar e irse al gremio. No, Heather no actuaba así. Aunque su tía no hubiese sido precisamente una persona muy cariñosa, le daba todo lo que Heather pedía y se había preocupado de sacarla de todos los líos en que se metía.

Por fin Meredith se dio la vuelta y Heather vio que sostenía algo entre sus manos.

-Tengo un regalo para ti –le dijo.

-¿Un regalo? –dijo ella levantando la vista sorprendida-. ¿Por qué?

-Porque tu madre querría que lo tuviese tú –contestó y le entregó el libro a Heather.

La chica tomó el regalo. No se dio cuenta de la pequeña sonrisa curvada que se formó en la cara de su tía mientras examinaba el presente.

El libro, de tamaño mediano, no era excesivamente grueso y la portada era de suave cuero negro. Sobre la cubierta estaba dibujado en oro el símbolo de Dragonwings. Heather identificó rápidamente que se trataba de un tercer libro prohibido, no obstante aquel era diferente, era acerca de su futuro gremio.

Miró la marca de Dragonwings y sintió un nudo en el estómago. En tres días abandonaría su hogar, probablemente para siempre, y se adentraría en un mundo desconocido, lejos de la seguridad de su casa y su tía. Iba a alejarse de la única persona de su familia que le quedaba.

Heather resiguió con el dedo el borde del dragón del logo del gremio y un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. Fue una sensación extraña, pero agradable. Alzó la mirada y vio que su tía estaba llorando. Sin embargo una sonrisa permanecía en su rostro. Sin venir a cuento avanzó hasta la chica y le dio un abrazo. Por primera vez desde que sus padres murieron sintió la calidez de un abrazo.

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