13. Compañeros

179 10 0
                                    

Cerró el libro con cuidado y se dejó caer sobre la cama. Había sido un largo día, mucho más de lo que se esperaba. ¿Cuántas horas había pasado entrenando junto a Alex y Athkor? Empezaron cuando el sol estaba en su punto más alto y Heather se desplomó sobre el suelo exhausta cuando la luna se veía en el horizonte. Sin embargo, cada vez que recordaba lo que había vivido ese día, una sonrisa se dibujaba en su rostro y no podía evitar que una leve risa saliese de lo más profundo de ella. Cerró los ojos y agradeció profundamente la comodidad de las camas del gremio.

Recordaba cada mínimo detalle de lo ocurrido con el dragón y su compañero, como si aún se encontrara allí presente. Cerraba los ojos y la oscuridad de su mente la transportaba allí de nuevo, cuando Athkor le explicaba las nociones más básicas de magia y ella, novata por completo, repetía una y otra vez el mismo ejercicio. La mayoría de veces acababa con el mismo resultado: Alex riéndose. El chico la observaba sentado sobre el césped del gremio y soltaba una cálida risa cada vez que Heather se equivocaba. No iban dirigidos con mala intención, tan solo con la inocencia de su amistad. De vez en cuando se levantaba y le hacía a la joven pelirroja una demostración de cómo debía realizar el ejercicio que el dragón le había asignado. Casi siempre sus ejemplos servían para que Heather lograra cumplir sus objetivos; tales como elevarse en el aire un par de centímetros, mover a Alex con ondas de energía o expulsar a un mago ajeno cuando se infiltraba en su mente.

Este último ejercicio resultó el más difícil. Pero no para Heather. La joven maga se manejaba con destreza y conseguía repeler cualquier ataque que Alex le lanzaba contra su mente. Aunque no era de extrañar siendo Heather una maga especializada en las ilusiones y la magia mental. Alex se lanzaba contra su mente una y otra vez, pero Heather le repelía con una barrera aparentemente infranqueable, a pesar de la fuerza con la que el mago atacaba. Era un duelo en el que los dos se miraban fijamente; uno defendiendo y otro atacando sin descanso. Sin embargo siempre acababa con el mismo resultado, lo que acabó provocando la frustración de Alex y una agradable sensación de victoria para Heather.

El dragón rojo se tumbó sobre la hierba, dejando reposar su pesada cabeza sobre las patas y sus profundos ojos se posaron en los dos jóvenes. ¿Cuántas veces había visto al problemático hijo del director preocuparse tanto por alguien? Era un chico que vivía el día a día y tan solo andaba con aquellos que realmente se habían ganado su confianza; fuesen de su gremio, humanos normales e incluso criaturas como él. Gran parte del alumnado le temía y rehusaba la idea de que residiera en el gremio, sobre todo cuando Merlín le invitó oficialmente. Fue Alex, con tan solo siete años, quien convenció a todos de que no debían temerle. Aún recordaba sus enormes ojos vivaces observarle mientras se acercaba a él la primera vez y posaba su mano sobre él. Tan solo él se aproximó al dragón y demostró que era inofensivo. Después solo tenía vagos recuerdos de alumnos entorno a él, peleándose por subirse a su grupa o gritos por ver quién sería el primero en acariciarle. Sin embargo lo que sí recordaba perfectamente era como Jack se peleaba con todo aquel que intentaba detenerle mientras se acercaba a Athkor, y fue el segundo en sentir sus ásperas escamas.

—Me rindo, ¡acepto la derrota! –clamó Alex y su espalda cayó al suelo. Jadeaba exhausto y tenía la mirada perdida.

Heather rio y se tumbó a su lado con una sonrisa triunfante en el rostro.

—¿A que no es tan fácil? –replicó en tono burlón–. Lleva años de entrenamiento, no puedes esperar ganarme en mi propio terreno Walker.

—Ah, ¿con que esas tenemos pelirroja? Yo también puedo llamarte por tu apellido… eh… –Alex intentó recordar el apellido de Heather, pero era incapaz.

—Storm, Heather Storm –le recordó ella echándose a reír.

—Siento interrumpir este momento, pero deberíamos seguir con el entrenamiento. Ahora viene la parte más divertida –intervino Athkor y miró a Alex–. Sí, esa en la que usamos armas. Pero por favor Alex, no intentes lo de la otra vez.

DragonwingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora