15. Sacrificio (II)

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Heather ya no sentía nada. Su espíritu había desaparecido y con él su voluntad. Veía a Diana frente a ella, pero ni su corazón ni su mente la animaban a pelear. Simplemente estaba allí, como una espectadora más. Ya le daba igual ganar o perder, le daba igual todo.

Y de nuevo aquella molesta voz que le gritaba cosas sin sentido. Heather ni siquiera la escuchaba, no tenía motivos para ello: era aguda, chillona y Diana no le había permitido detenerse a escucharla y darse cuenta que aquella voz era su alma perdida que cada vez se alejaba más y más de ella. Lo que quedaba de su ser le gritaba a pleno pulmón que despertara de aquella maldición en la que había caído. Las sombras habían comenzado a devorar su interior y amenazaban con no liberarla jamás. Sin embargo Heather no era completamente consciente de ello; estaba en otro mundo. 

Lentamente fue cerrando los ojos y el sueño acabó venciéndola. 

~○~

Las gradas enmudecieron de golpe. Hasta el más veterano de los alumnos volvió su atención a la columna principal, dónde las dos jóvenes batallaban. Desde que Heather hizo el primer movimiento, intentando desgastar a su rival mediante una ilusión, todos supieron que aquel combate sería mayoritariamente mental. 

Alex, que había permanecido inmóvil todo el tiempo, se levantó y sus ojos ámbar se posaron sobre su amiga. ¿Cómo había podido caer en el engaño de Diana? Ella, quién había traspasado las barreras de su mente con tanta facilidad, ¿cómo había acabado postrada ante la maga de Shadowheart? Conocía gracias a las advertencias de su padre –las cuales solía ignorar– la gran potencia que la magia de Diana suponía, pero no se imaginaba que llegara hasta aquel punto, hasta anular la voluntad de la gente. Y Alex tan solo podía observar desde las gradas como su amiga, la chica a la que había llevado hasta aquel punto, estaba perdiendo la batalla. Una descarga de debilidad le martilleaban el pecho, luchando por contenerse, pero sabiendo que tarde o temprano le harían estallar. Alguien como él no sabía retener sus emociones y tarde o temprano saltaría a la arena. Por ese motivo cruzó una mirada con Adam. El chico reaccionó en seguida y asintió; si Alex intentaba saltar a la arena, él mismo le detendría.

Conocía a Adam Blake gracias a que, años atrás, coincidieron como público en los Grandes Juegos Mágicos. Los dos se sentaron juntos y se pasaron prácticamente todo el tiempo hablando y haciendo comentarios sobre como se desarrollaban los juegos de ese año. Aquella fue la primera vez que Shadowheart venció; pero no la última. Adam era de una familia bastante adinerada y creció en la capital de Eireen, aprendiendo magia en una de las academias contiguas a la Jaula. Según el chico le explicó a Alex, su hermana fue enviada allí ese mismo año por declararse abiertamente en contra del gobierno. Mucha gente lo había hecho, incluso se rumoreaba que había cerca una revolución. No obstante, aún nadie la había llevado a cabo. 

La mirada del joven volvió al combate que no parecía haber cambiado desde que había viajado a sus pensamientos. O sí. Diana sostenía en su mano un puñal de hoja curvada y jugaba con él en su mano mientras con la otra apuntaba hacia Heather. Lanzó el arma en dirección a la pelirroja y ésta la cogió al vuelo. Alex no comprendía nada, ¿le acababa de dar el puñal a su rival?

—¡Heather despierta! –chilló Luke y Alex parpadeó desconcertado. ¿Acaso él entendía lo que pretendía la maga de Shadowheart?

Heather alzó el arma hacia el cielo y en sus ojos sin brillo alguno Alex vio un diminuto destello de vida, como si en el fondo de la oscuridad el alma de su amiga siguiera latiendo. Eso debía ser lo que Luke pretendía. 

Se subió sobre su asiento, quedando por encima de todos los espectadores y colocó ambas manos frente a su boca, formando un extraño megáfono. 

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